Hay detalles que, un productor de espectáculos de gran envergadura y con una experiencia dilatada a cuestas, no deja pasar por alto.
Cuando se cuenta en la grilla con un artista de la talla y el éxito asegurado que demuestra en cada escenario Jorge Rojas, es una perogrullada que si la gente lo ovaciona y pide el anhelado “bis” se concede sin chistar. Al menos uno, para que haya excesos. Pero ese gesto no sucedió el sábado en el Anfi, cuestión que fue planteada en conferencia por el artista sin sobresaltos: “Nunca me había pasado que no me concedieran otro bis si la gente lo pide. Pero respeto las decisiones de la organización”, acotó Rojas.
La segunda velada del Festival continuó con el conjunto local Los Arrayanes, que se bancó la parada airosamente, para proseguir con un especial show de La Barra, con un Daniel Guardia cada vez más afinado y un grupo de danza acompañando los compases.
“Un millón de rosas”, “Aventurera”, “Lento” y “Se nos fue el amor”, fueron coreados por el público de pie, como himnos ya instaurados en la idiosincrasia cordobesa.
El último tramo contó con sendas actuaciones de voces femeninas locales: Manuela Mercaú (con su tango “El último café”) y la soprano Gabriela Ferrero (ovacionada por la audiencia), previo a la incursión de Valeria Lynch, su conjunto, su simpatía y su increíble vozarrón que permite crear sus esperados climas melodramáticos. Recreó éxitos de su historia, con contenido romántico, pop y de puro despecho kitsch: “Como una loba”, “Ella, la loca”, “Señor amante”, “Piensa en mí”, “Qué ganas de no verte...”, “Mentira”. También regaló un popurrí con canzonetas italianas y “Mágica luna”, a dúo con La Pepa Brizuela de La Barra.