Escribe:
Jesús Chirino
En una ciudad que tanto ha crecido no resulta nada fácil imaginar una Villa María pretérita en la que sus vecinos y el municipio daban guerra a diferentes plagas de animales que incidían tanto en la salud de la población como en la economía de la región. Entre esas luchas que dieron los pobladores de la zona y de la ciudad desde los primeros años de existencia de la misma, se cuentan las peleas contra las hormigas, las vizcachas, las ratas, los bichos canastos y las langostas.
@ Reiterados intentos
Todas las campañas contra estas plagas tuvieron características especiales y eran acciones que los vecinos demandaban a las autoridades gubernamentales, por ejemplo en los documentos de época pueden leerse quejas ante el municipio por la existencia de grandes hormigueros que ponían en riesgo las construcciones. Pasaba algo parecido con las vizcacheras que fueron denunciadas hasta bien entrado el Siglo XX. Una mujer octogenaria, recuerda una vecina, que se quejaba de que las vizcachas por las noches, le robaban la escoba y otros elementos teniendo que ir hasta la plaza a buscar sus cosas en las cuevas de esos animales. Las vizcacheras eran denunciadas en lugares que actualmente consideramos céntricos. También fue intensa la lucha contra el bicho canasto y las ratas, el municipio llegó a pagarle a los vecinos, especialmente niños y adolescentes, por cazar y entregar algún animal muerto. Año tras año, por décadas se realizaron campañas que intentaban erradicar estos animales.
Quizás unas de las plagas más insistentes fue la de la langosta. Cuando en primavera llegaban las mangas de estos insectos, aparecía la posibilidad concreta de la pérdida de la cosecha. La Defensa Agrícola batalló por años contra el ataque de estos voraces animales que comían todo a su paso. Para su erradicación se usaron las barreras de chapa, los lanzallamas y otras tantas estrategias. Si bien la zona rural sufría de manera más aguda el ataque de estos insectos, la administración municipal no era indiferente a las peleas que se daban contra el acrídido. Por ejemplo en el año 1932, en el cual la langosta atacó con ahínco, registramos un pedido de colaboración de parte del Gobierno provincial. Así en octubre de ese año, desde el Ministerio de Obras Públicas de la provincia de Córdoba se dirigió una nota al intendente municipal a raíz de la plaga de la langosta en el territorio cordobés. El documento dice, textualmente, “toda la provincia, y particularmente la zona colonizada, sufre en estos momentos una invasión de langostas de tal magnitud que constituye una seria amenaza para la producción agropecuaria”. Consciente del perjuicio económico que esto ocasionaría no sólo en la actividad agropecuaria sino en la economía toda, las autoridades provinciales consideraban “un deber imperioso del momento movilizar todas las fuerzas que puedan concurrir en colaboración de la campaña que realiza el personal de la Defensa Agrícola dependiente del Ministerio de Agricultura para combatir la plaga”.
@ Todas las fuerzas posibles
Aquel año la lucha fue especialmente dura, en setiembre se había dictado un decreto que obligaba a los empleados de la administración provincial a prestar colaboración en la lucha contra la langosta. En la referida comunicación al intendente municipal se le hacía saber el dictado del Decreto N°15.560 que no sólo reafirmaba la colaboración de los empleados estatales provinciales sino que también se solicitaba “de las autoridades municipales la prestación dentro de sus respectivos municipios de igual colaboración con todos los elementos de que puedan disponer”.
El ataque del acrídido ponía en riesgo la cosecha de maíz. Las autoridades habían constatado un gran desove en la zona cerealista. Nacidos los animales, luego de diez días de poca actividad, ennegrecerían el cielo las mangas de langostas y poco quedaría de los maizales que encontraran en su viaje. Desde el Estado se tenía en claro que debían disponerse de todos los recursos para combatir la invasión de langostas. Por ello en la norma legal se reafirmaba la obligación de los empleados estatales, se le pedía a los municipios colaborar con todo lo que pudieran y también se establecía que “los señores comisarios y sub-comisarios de campaña deberán llevar una información al día, sobre los desoves de langostas en sus respectivas jurisdicciones con delimitación precisa de las zonas desovadas y de los trabajos que se realicen para su destrucción, comunicando estas novedades a las Jefaturas Políticas para que sean transmitidas inmediatamente al Ministerio de Gobierno”.
Más allá de la encarnizada pelea que en la zona rural daban los propietarios de los campos junto a los empleados y Defensa Agrícola, por décadas se sumaron todas las fuerzas posibles en la lucha contra plagas como la langosta.
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