Quizás la poesía hubiera tenido que morir, si no lo hubiera decidido antes Luis Alberto Spinetta.
“Muchacha ojos de papel/ ¿a dónde vas?/ quédate hasta el alba…”, de su autoría.
”Hoy la reina/ pasea en los jardines…”, una letra que sigue “...son los niños/ que ni lloran ni ríen...”, de Raúl Porcheto, en referencia a los jóvenes obligados a tomar el fusil o a los niños de la calle enfrentados al dolor de la Guerra de Malvinas.
Estos versos son sólo una tremenda y conmovedora muestra, única e imprescindible, de la poesía metida en la carne de la vida hasta producir la síntesis exacta de la belleza, el amor y el dolor .
Poemas que no dejan lugar a la especulación y ponen en escena sin embajes ni cunetas ni estorbos la condición humana como única raíz y rostro de la existencia a rescatar y convivir.
Quien ha muerto no sólo que no habrá querido decir nada de esto al componer “Muchacha ojos de papel”, ese tema que le molestaba, porque en realidad no decía lo que él había imaginado al crearlo y se veía obligado a contar su historia, porque le preguntaban y sentía que defraudaba a sus históricos seguidores que habían hecho de sus versos una impoluta floración de la más pura condición humana creciendo en el jardín de la inocencia, cuando en realidad es el poema que le escribió a una jovencita cuando dejaba su compañía en la noche que los había cobijado y él dudaba de su rumbo.
Algo así explicó él mismo recientemente en televisión, pero lo cierto es que su poesía daba la posibilidad de imaginar una y mil imágenes y finalmente encontraba un único sentido en el imaginario popular; iba con lo mejor de él, le daba el lugar de la vanguardia humanista al rock... Quizás como Tanguito, en alguna medida.
Lo cierto es que cuando la dictadura no dejaba lugar, ni resquicio para la imaginación, ni una baldosa debajo de la cual encontrar algo de nuestro espejo para vernos y andábamos en la oscuridad de los sonidos y las imágenes, “Muchacha ojos de papel/ a dónde vas/ quédate hasta el alba...” amanecía en el aire de algún bar y nos sentíamos encontrados por nosotros mismos, tocados por nuestra inocencia casi perdida en el dolor de las pérdidas. Y después, “Hoy la reina / pasea en los jardines...” nos volvía a levantar la soledad en los sesos, nos ponía pueblo como una bandera acribillada…Así solía sentirse uno entonces…. Entonces… entonces desde el fondo de algo finísimo volvía a asomar Violeta Parra y ella con Spinetta eran la poesía y nos hacía andar de nuevo; sí la que no murió, la que queda después de él, con él, para siempre.
Como toda verdadera poesía.
Jorge A. Torriglia
jatorriglia@yahoo.com.ar
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