Señor director:

Por alguna razón que no conocemos -quizá por descuido de nuestros valores- por muchos años las voces de las campanas estuvieron mudas en Villa María. Felizmente hace unos años volvieron. Para muchos de nosotros esta novedad fue una de las mejores noticias que hemos recibido en nuestra ciudad y en nuestro barrio (vivimos a escasas cuadras de la Catedral). Escuchar el tañido de las campanas nos produce una gran felicidad y una nostalgia que nos avisa que también somos habitantes de otra realidad que nos trasciende.
Ese silencio de las campanas nos había quitado algo esencial a toda la población. Con el tiempo nos comenzamos a acostumbrar a oír solamente los sonidos de la rutina del trabajo y del tránsito de los ciudadanos movilizándose en sus vehículos. Pero, al volver a oír las campanas, permitimos que ellas nos transporten a otra dimensión de la realidad cotidiana; la dimensión de la espiritualidad. Las campanas nos avisan que nuestra vida no consiste solamente en trabajar y ocuparnos de lo tangible, de lo inmediato; ellas nos recuerdan que tenemos un destino eterno.
En todo el mundo, en las grandes capitales y en las zonas rurales, las campanas fomentan las relaciones y nos ayudan recordándonos las festividades que se conmemoran o el culto religioso que va a celebrarse. Producen en nosotros sentimiento de tristeza, si doblan por los muertos -baste recordar la célebre frase de la poesía de John Donne: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca haz de preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”- o nos traen alegría si nos recuerdan algún acontecimiento que no debe pasar desapercibido, o incluso, nos dan a veces la señal de alarma, por algún peligro que se cierne sobre nosotros. Da pena, considerando todas estas importantes funciones, saber que en algunas poblaciones las campanas han cesado de sonar: es que las campanas son voz de esperanza, voz de consuelo, voz de amor.
El conocido profesor Herbert Diehl, director de coros y orquestas, trabajó durante muchos años en Villa María en el Colegio Rivadavia, dirigiendo el coro de la secundaria; también fue director del Coro de Cámara y la Orquesta de Cámara de la ciudad. Hace unos años -no mucho antes de su fallecimiento- al ver que en la ciudad de Córdoba donde vivía había muchas iglesias centenarias en donde sus campanarios no estaban en uso -quedando algunas de ellas inhabilitadas por falta de mantenimiento- el maestro propuso hacer un “Concierto de campanas de Córdoba”, en el que participarían todos los campanarios de la ciudad acompañados por música de orquestas y coros. La Municipalidad y la provincia apoyaron la medida, las campanas de todas las iglesias se pusieron en funcionamiento y los campanarios se iluminaron y embellecieron. Cuando llegó la noche del concierto, toda la ciudad estaba pendiente. La música del concierto fue creada por músicos locales; y la poesía de las canciones y el texto que acompañaron el sonar coordinado de las campanas fue escrito por sacerdotes de la ciudad de Córdoba.
El concierto fue uno de los momentos más emotivos de los últimos años en La Docta, y desde entonces todas las campanas de las iglesias de la antigua ciudad capital han vuelto a sonar y a funcionar a pleno.
Por ésta y otras tareas, el profesor Diehl fue nombrado Ciudadano Ilustre de la ciudad de Córdoba.
Que las campanas sigan sonando en Villa María trayéndonos su mensaje de amor, de paz y de trascendencia espiritual.
Vivimos en un mundo materialista que ha abusado y maltratado la naturaleza y que ha contaminado no sólo nuestro medio ambiente sino también nuestro medio auditivo con sonidos disonantes y ruidos estridentes que son expresión de un mundo fragmentado.
Dejemos que las campanas traigan sus voces de sensibilidad y belleza a las mujeres y a los hombres de nuestra querida ciudad.

Richard Zandrino
Mónica Orfila de Zandrino
Eric Zandrino
(Vecinos de la Catedral)