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16 de Febrero de 2012
Juicio a tres ex policías del Comando Radioeléctrico de Córdoba
Conmovedor testimonio del único querellante en la causa
Angel Villanueva relató que cuando vio el cadáver de su hermana Ana “tenía la cara destrozada, un disparo en la sien, un brazo dislocado, hematomas en los brazos y un gran hueco en la panza”
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De pie, el ex policía Pedro Bustos, quien ayer leyó un escrito. Sentados, de izquierda a derecha, Olivieri, el abogado Razuk y Worona (agachado). Estos dos acusados no declararon

El único querellante en la causa que se les sigue a tres ex integrantes del Comando Radioeléctrico de Córdoba por el fusilamiento de tres militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), ocurridos el 2 de junio de 1976, fue el primer testigo en declarar ayer, en la segunda jornada del juicio que lleva adelante el Tribunal Oral Federal Nº 2.
Durante su testimonio, Angel Villanueva relató que cuando vio el cuerpo de su hermana “tenía la cara destrozada” por un disparo de arma de fuego, al tiempo que aclaró que en su domicilio el cadáver fue entregado en “el cajón con el vidrio sellado”.
En esta causa se juzgan los delitos de “privación ilegítima de la libertad agravada” y “homicidio calificado” a los ex policías Pedro Nolasco Bustos (57), Jorge Vicente Worona (65) y José Filiberto Olivieri (67), quienes están imputados como responsables de las muertes de Ana María Villanueva, Jorge Manuel Diez y Carlos Delfín Oliva, quienes al momento del fusilamiento tenían 20, 23 y 26 años, respectivamente.
Cabe recordar que Olivieri es oriundo de la ciudad de Oliva, donde está radicado con prisión domiciliaria, y cuenta con el patrocinio del abogado olivense Gabriel Razuk.

Triste relato

Angel Villanueva, visiblemente quebrado, recordó que con anterioridad, “personal policial o de alguna fuerza de seguridad, vinieron a mi casa para avisarnos de la muerte de mi hermana y nos dejaron una tarjeta de una empresa fúnebre para retirar el cuerpo”.
Señaló que cuando su padre fue a la empresa “le dijeron que debía pedir autorización al Tercer Cuerpo del Ejército para retirar el cadáver”.
Villanueva dijo que cuando su padre llegó a la dependencia militar “un oficial sacó un libro donde figuraban los nombres de las personas que habían muerto en enfrentamientos y le dijo que mi hermana no estaba allí, pero lo mismo le dieron la orden”.
Relató que posteriormente fue a la morgue del Hospital Córdoba porque en la del San Roque le habían dicho que no tenían más lugar y allí es donde pudo ver los cuerpos de su hermana y de Jorge Diez, otra de las víctimas de la causa.
“Mi padre me dijo que Ana tenía un brazo totalmente dislocado, un disparo en la sien y que tenía en la panza un gran hueco y hematomas en los brazos, mientras que Jorge tenía disparos en la cara”, señaló.

A 70 centímetros

Detalló que su padre le había manifestado que “por las marcas que tenía en la cara, el disparo había sido hecho a no más de 70 centímetros porque eso (las marcas) era producto de la pólvora”, lo que demostraría que se le habría efectuado el denominado “tiro de gracia”.
Recordó que cuando terminó de ver el cajón con el cuerpo de su hermana, “le dije a mi madre: hijos de puta, a Ana la han tenido con vida”.
Señaló que el día del entierro, en un cementerio de la ciudad de Villa Allende, “vimos a gente que estaba con sobretodo y mi padre me dijo: no te preocupes, estos son esbirros mandados por (Luciano Benjamín) Menéndez para ver que no haya ningún compañero de ella”, por su militancia en la JUP.
Villanueva recordó que durante el entierro, le dijo a su madre: “A estos asesinos los voy a encontrar... pasarán 10, 20 ó 30 años, pero los voy a encontrar”.
En otro momento de su relato, Villanueva señaló que algo que no entendía era por qué “el bolso de Ana apareció en La Perla”, otro de los centros clandestinos de detención y exterminio utilizado durante la última dictadura cívico-militar.
Previo a la declaración del testigo, el abogado cordobés Benjamín Sonzini Astudillo (codefensor de Worona y Bustos) expresó su “repudio” por las amenazas de muerte que el martes recibió la familia Villanueva.
Posteriormente, el coimputado Bustos leyó un escrito en el que rechazó los cargos y consideró que el procedimiento en el que fueron fusilados los tres militantes de la JUP “era frecuente en esa época” y lo calificó como “clásico y correcto”, en tanto que los otros dos acusados se abstuvieron de declarar.



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