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20 de Febrero de 2012
Historias de vacaciones - Villamarienses por el mundo
El preciado regalo de la abuela
En su primer viaje fuera de América, María Victoria conoció Italia y desde allí navegó por el océano hasta Argentina, durante ese recorrido hubo una fila de hombres que le bailaron, mucha fiesta y poco mate
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María Victoria en la fiesta en la que se ganó el agasajo de una fila de hombres. En la siguiente foto, Araujo y su abuela en el Palacio Pitti, en Florencia

“Mi abuela quería hacerme un regalo porque terminaba la carrera de licenciada en Diseño y Producción de Imagen, pero a mí me parece que ella tenía ganas de hacer este viaje y como es grande y muchas veces viajaba con las amigas, nadie la iba a acompañar en esto, entonces se combinaron las dos cosas”, explica María Victoria Araujo, más conocida como Vicky, cuando empieza a contar su viaje, el primero fuera del Continente Americano.
Luego agrega que su abuela terminó eligiendo viajar a Italia para volver en crucero.
“Estuvimos mucho tiempo preparando este viaje, desde marzo de 2011 hasta que nos fuimos, en noviembre pasado. Nos fuimos en avión, estuvimos diez días recorriendo Italia y veinte días en el crucero. En realidad los días en Italia me los fue agregando mi abuela, porque la idea era ir, subirnos al barco y volver, pero estando allá ella quiso aprovechar a recorrer y así fue sumando diez días”, dice Vicky.
En Italia conocieron Roma, Florencia, Venecia y Génova, y para hacer el crucero, el barco zarpó en Savona y paró en Barcelona, Marruecos, las Islas Canarias, cruzó el océano hasta Brasil, donde paró en Recife, Maceió, Salvador de Bahía, Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires.

“Lo que me impactó”

“En Italia las mujeres están todo el día arregladas, con tacos altos, bien vestidas y maquilladas. Eso pasa todos los días, las chicas que iban a limpiar el hotel, llegaban a las ocho de la mañana con sus tacos altos y ahí se cambiaban y se ponían el uniforme de trabajo.
Yo no podía creer que caminaran con tacos altos todo el día en esas calles angostas, con subidas y bajadas, en las que pasan las motos nada más porque los autos no entran, con adoquines de piedra. Eso se ve más que nada en Roma, pero en general todas son elegantes, porque las italianas que estaban en el crucero también se destacaban por eso, siempre estaban muy bien vestidas y peinadas en la peluquería, aún las mujeres mayores.
Los hombres también son elegantes, además la mayoría son lindos”, asegura.

“Lo que más me gustó”

“El recorrido en Italia me gustó, pero me gustó más el barco. Me gustó mucho el jardín del Palacio Pitti, en Florencia, que tiene paredes de ligustros como las de los laberintos y entremedio se van abriendo y apareciendo fuentes, estatuas o desagües que están hechos con detalles arquitectónicos, como caritas de leones.
Allí también hay un anfiteatro con un canal. Caminé cuatro horas y creo que no lo terminé de recorrer. En general todo fue lindo, pero esto fue lo que más me gustó.
De todas las ciudades, me parece que Florencia es la más linda, allí también conocí la Catedral y el Palacio Vecchio, todo fue deslumbrante”, cuenta Vicky.
“Del crucero lo que más me gustó es que fue muy divertido, todas las noches hacen fiestas, la mayoría de la gente era mayor de 60 años y yo pensé que me iba a aburrir, pero no. Si estás predispuesto siempre hay cosas para hacer, hay juegos al aire libre, en la pileta, si no se quiere estar al aire libre, tomando sol o jugando en la cubierta, hay talleres de manualidades, clases de idiomas, juegos de cartas, competencias de preguntas y respuestas, clases de baile, gimnasio o sea que nunca te vas a aburrir”, añade.
“De todas esas paradas la que más me gustó fue Montevideo. Me gustó mucho esa ciudad, aparte ya hacía un mes que no tomaba ni veía un mate, hablan igual que nosotros, en el Palacio de Justicia cuando llegamos, había unos chicos en las escaleritas del frente que estaban tocando con la guitarra una canción de Falta y Resto, ya eran cosas conocidas. Ahí están las cenizas de Artigas ... ¡por fin un prócer que no fuera Colón!”, completa.

“Lo que menos me gustó”

“En Europa mucho monumento de Colón, por todos lados”, afirma categórica, a la vez que señala que otra de las cosas que no le gustó mucho es que “los italianos son medio ariscos, no son muy amables, más si les hablan en español, por ahí si les hablan en italiano cambian un poco, pero no son los más simpáticos del mundo. Hay mucha gente latina que trabaja en Italia, peruanos, brasileños, que son muy amables, te atienden y te explican muy bien dónde y cómo moverte”.
“De todas las paradas la que menos me gustó fue la de Marruecos, donde estuvimos un día.
Yo me acordé de la película Casablanca y quise ver los lugares, se mantiene el café de Rick donde Humphrey Bogart fumaba y decía ‘tócala de nuevo Sam’, con el cartel, pero está hecho pedazos, no está mantenido, está envejecido, descuidado, funciona pero es como un bolichón, no es un lugar turístico.”
Además en Marruecos no me gustó ver mucha mugre, tiran la basura en la vereda, comen y venden en cualquier lado. Marruecos no me gustó para nada, están las mezquitas y los palacios que son divinos, pero cuando anduve por la ciudad no, muy sucia, el tránsito muy desordenado...”.

“Lo que me emocionó

“Creo que lo que más me emocionó fue cuando llegué a Uruguay, porque es lo más parecido a nosotros, escuché las canciones que se oyen acá, la gente, el mate... Tampoco soy una persona muy emotiva, nada me arrancó una lágrima. La Piedad de Miguel Angel me gustó muchísimo, de todo el Vaticano, cuando vi La Piedad fue lo más impactante, muy emocionante, pero no como para llorar. Hasta el momento había visto cosas majestuosas, divinas, en el Vaticano, pero La Piedad fue más impresionante que el resto. No por una cuestión religiosa, sino por la escultura en sí, se le ven las venas, la carne, parece que estuviera movimiento, se nota todo perfectamente, está hecha de mármol y parece de carne. Ver La Piedad no fue más emocionante que pisar Montevideo, fueron emociones distintas”, confiesa Vicky.

“Lo gracioso”

“A mi abuela se le cayó un diente, para ella no fue gracioso, pero para mí sí. Un día mordió y poniéndose la mano delante de la boca me dice ‘no sabés lo que me pasó, se me cayó un diente’. Ahí llamamos al seguro en Génova. Al otro día nos dieron turno en el dentista, que no entendía nada de español y mi abuela no entendía nada de italiano, así que yo estaba un poco de traductora con mi italiano básico. Le hicieron una prótesis, ella no se reía, pero yo me reí desde que me dijo que se le cayó el diente hasta que le pusieron la prótesis”, recuerda.
“En una de las primeras noches en el crucero, los animadores sacaron a bailar a las mujeres y a todas las que bailaron les regalaron un número para un sorteo. Gané, el premio era una toalla, pero antes de dármela me sentaron en el medio de la pista, hicieron una fila todos los animadores y empezaron a llamar a hombres del público, entonces todos pasaron desfilando delante mío y me bailaban, me besaban, se me sentaban en la falda. Nunca me habían bailado tantos hombres en mi vida. Mi abuela me sacaba fotos y se desquitó un poco por lo del diente”, relata Vicky riéndose.

“Lo que extrañé”

“Dormir la siesta, porque estábamos todo el día a mil, el mate, escuchar la radio, como lo hago acá, porque no sabía lo que estaba pasando si no entraba un poco en Internet. No es que estuve aburrida, pero son cosas que allá no hacía y que acá hago siempre”, indica.
“Lo lindo de volver a casa fue que me puse a armar el vídeo y me reí armándolo porque me acordé de cosas que habían pasado, y me junté con mis amigas a verlo. No tenía ganas de volver, tenía ganas de quedarme en el barco porque la pasé bárbaro, cuando llegué acá enseguida fui al río, a comer a la costanera, y todas esas cosas que me gusta hacer, pero antes de bajarme del barco no tenía ganas de volver. Después que me bajé ya está.”



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