“El día antes del Festival vinieron unos policías y nos llevaron a la Comisaría. Eramos cinco pibes y no nos dieron la posibilidad de irnos por nuestros medios. Nos detuvieron cuatro días y nos largaron.”
Jonathan tiene 20 años, hace ocho que limpia parabrisas en la esquina de la Terminal y fue uno de los que los agentes, según los testimonios, retiraron de las calles durante el último Festival Nacional de Peñas.
Suelta las palabras rápido, como si las tuviera atragantadas y quisiera desahogarse desde hace mucho tiempo. “¿A vos te mandaron?”, pregunta al ser abordado por el cronista. “Hace rato que quiero ir a EL DIARIO a contar lo que nos hacen, pero no me animaba”.
Está cansado. Viven en carne propia la discriminación, humillación día tras día. “Ni tomar una gaseosa en un quiosco nos dejan”.
“Sólo estamos trabajando”
“Lo que pasó durante el Festival nos pasa siempre”, cuenta Jonathan, sin sacarle la vista al balde con detergente.
“La Policía viene, nos carga, nos dejan en la Comisaría y nos largan a los tres días sin darnos ninguna explicación ni motivos. Pasa todas las semanas. Muy pocas veces te piden que te retires. Nos amenazan. Nos dicen: ‘O los llevamos o los levantamos para arriba’”.
Algunos, bien
Cuando logra trabajar de corrido, llega a las 8 de la mañana y se va al caer la noche. "Con algunos policías tenemos buena relación, pero a la mayoría los mirás y te bardean".
La impotencia acumulada se refleja en cada palabra, en cada gesto. Apenas recibe monedas después de limpiar un parabrisas, pero para él es un tesoro. “Sólo estamos trabajando. No robamos, limpiamos vidrios”, aclara, como si hiciera falta aclarar.
“Se saca buena plata cuando nos dejan laburar, yo con esto la ayudo a mi hermana a pagar el alquiler. A veces hago otras changas también. No se dan cuenta que si no hacemos esto, tenemos que robar, pero nosotros elegimos trabajar, y no nos dejan”.
Discriminación y vergüenza
Habla por todos, más allá de que el resto calle. El cansancio de laburar más de 10 horas seguidas, al rayo del sol y con un estómago que cada vez grita más fuerte cuando el hambre se hace incontenible no es nada a comparación del daño moral que soportan.
“Nos sentimos discriminados. Y nos hacen pasar vergüenza adelante de la gente. Hace poco estábamos tomando una gaseosa en un quiosco y nos llevaron también”, señala.
“También nos toman para la joda. Una vez un comisario cuando nos largó nos dijo que digamos que él nos dio permiso para trabajar cuando no nos dejaran limpiar. Y cuando vinieron unos policías y les dijimos eso, nos dijeron que él era el que no nos quería ver más ahí.”
Jonathan se levanta y se acerca a un remisero que le regala un cigarrillo. Introduce la escobilla en el balde y se para en el cordón a esperar. Cuando el rojo se trepe a la cima del semáforo, saltará a la calle otra vez en busca de la moneda que le siga dando de comer.
Damián Stupenengo
Fotografías: 1) El pibe asegurá que los “limpiaron” para el Festival Nacional de Peñas
2) “No me animaba” a contar estas situaciones, dijo el joven
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