Escribe: "Pepo" Garay
Especial para EL DIARIO
Allá al sur, en los confines de Argentina, Santa Cruz pasa los siglos en silencio. Un gigantesco y desolado territorio donde sus escasos habitantes combaten las inclemencias del tiempo y disfrutan las bondades de los paisajes bucólicos. Una provincia alejada del centro del país, cuyo extremo norte está a unos dos mil kilómetros de nuestra Villa María. Vale la pena recorrer cada uno de ellos. Las reliquias del distrito patagónico lo merecen.
Para transitar la hermosa Santa Cruz proponemos un circuito que va en el sentido de las agujas del reloj. Comienza por el norte, continuando con rumbo sur por la costa del atlántico. Una vez en Río Gallegos, busca destino cordillerano desglosando tierras del oeste hacia arriba hasta reencontrarse con Chubut.
Mar y montaña
Viniendo por la ruta nacional número tres, quien nos da la bienvenida es Caleta Olivia. No invertimos demasiado tiempo aquí, ahorrándolo para Puerto Deseado. Esta vecina del mar destaca con la Reserva Natural Ría Deseado, compuesta de acantilados donde habita una gran diversidad de especies, como lobos marinos, pingüinos de Magallanes y cormoranes. Un entorno salvaje y hechicero donde domina la sensación de aislamiento. Percepción que se intensifica con la visita a la Reserva Provincial Isla Pingüino. Son necesarios 25 kilómetros de excursión en barco, mar adentro, para toparse con los exóticos pingüinos de penacho amarillo.
Continuando con esa tónica de vistas oceánicas y ostracismo, surge Puerto San Julián. Otro baluarte de la costa que, respaldado por la insólita belleza de su bahía, reclama visitas. Pocos turistas, no obstante, son los que se llegan para disfrutar lo encantador del entorno y la mística del suelo. Cuentan los archivos que allí se produjo el primer encuentro entre Tehuelches y Fernando de Magallanes y sus hombres. La expedición española creyó encontrar la unión de los dos océanos que, en realidad, los aguardaba bastante más al sur. Distintas especies de fauna marina y esteparia atestiguaron el malentendido.
Ya en Río Gallegos, el viajero inspira, expira y se larga hacia el oeste. El encuentro con La Patagonia profunda, de inmensas montañas, bosques, ríos y lagos cristalinos viene con un anfitrión especial. El Glaciar Perito Moreno, maravilla mundial de belleza indecible, sorprende a compatriotas y extranjeros con su majestuosidad toda. Ubicado en el Parque Nacional Los Glaciares, a casi 400 kilómetros de la capital provincial, verlo es un regalo del cielo. La vecina El Calafate hace las veces de centro de servicios. Descanso reparador y a continuar el periplo.
Todo lo que arroja el escenario va aumentando en belleza y tamaño a medida que nos acercamos a El Chaltén. Un pueblito perdido en las faldas cordilleranas que impresiona a partir de las fantásticas visuales que arrojan sus alrededores.
La mayoría de ellas tienen como protagonista al Cerro Fitz Roy y su preciosa cúspide de aguja. Sin dudas, una de las regiones más espectaculares del mundo repleta de senderos para sorprenderse y embelesarse. No por pura casualidad El Chaltén es la capital Nacional del Trekking.
El desenlace
Sobre el final del recorrido llegamos a Los Antiguos. Bien al límite con Chile, esta localidad recoge buena parte de su virtud en el Lago Buenos Aires. Un inmenso espejo de agua que domina el entorno, regándolo de belleza y paz. Otro emblema patagónico.
Cerca de allí descansa uno de los tesoros culturales más importantes de la Argentina: La Cueva de las Manos. Espacio donde brillan pinturas rupestres realizadas hace unos 9300 años, autoría de los primeros habitantes de esta tierra. Patrimonio de la humanidad, su encanto combina con el precioso Cañadón del Río Pinturas que lo alberga.
Después, arrecia el inevitable regreso a casa. Será un viaje largo y feliz, guiado por los buenos recuerdos que deja Santa Cruz.
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