Elizabeth Palacios dice que comenzó pensando la obra pública siempre con un criterio especial: “Planificarla en pos del desarrollo total de la ciudad, con la mejor calidad, pensando en las necesidades de la gente, haciendo énfasis en el uso que se le pueda dar y con la mejor tecnología”.
Apenas comienza la entrevista en el café de la Medioteca, resaltará que las obras de cloacas, agua, gas y pavimento le fueron cambiando la vida a la ciudadanía. Está sentada en un lugar que lleva su sello, en un sector que tiene mucho de ella: el subnivel, la Tecnoteca y la misma Medioteca tienen su impronta.
Arquitecta del municipio y funcionaria de Eduardo Accastello (lo acompaña desde antes de su primera gestión, que comenzó en 1999), sostuvo a EL DIARIO que “la obra pública es muy cara” y que por eso piensa en la economía de la durabilidad.
Su frase dispara la consulta sobre las sospechas de sobreprecio en obras de la gestión. “Pipi”, como es conocida en el ambiente, responderá con amabilidad: “No se puede comparar con cualquier material que se utilice en una obra privada. Doy un ejemplo: al portón de tu casa no lo vas a abrir la misma cantidad de veces que se utilizan los materiales en una obra pública”. Por eso, argumentó, todo tiene que ser de mayor calidad y teniendo en cuenta diversos factores.
“Las estructuras son mucho más complejas, llevan cierto tratamiento en pintura, se debe tener en cuenta el acondicionamiento entre las temperaturas mínimas y máximas y demás cuestiones”, abundó.
También, hizo hincapié en los costos por cuestiones de seguridad, como material no inflamable. “La gente compara una obra pública con los costos de la construcción de una casa, sin tener en cuenta muchos factores. Por ejemplo, los vidrios de estas obras son muy caros, porque necesitan un acondicionamiento térmico”, indicó.
Palacios recordará la idea de recuperar el espacio del subnivel durante la primera gestión del accastellismo. El puente peatonal y el sector de niños llevan el sello de ella. Sobre la Medioteca, dice que la originalidad estuvo “en buscar lo que necesita la gente”.
“Queríamos que la gente se sienta con ganas de estar aquí, que la biblioteca no sea un sótano sino un lugar amplio con luz natural, con vista a un lugar agradable”, enfatizó. “Después pensamos que los chicos no sólo estudian con libros sino con computadoras, y nos enfocamos en que no sea una biblioteca sólo para la escuela sino para niños, mayores, trabajadores, empresas”, señaló.
El 14 de junio de 2011, llegó la inauguración de la Tecnoteca. Palacios camina junto a este diario sobre el Centro de Innovación Tecnológica y Procesos Productivos con alegría al verlo funcionando, con niños en las salas.
El edificio de más de 500 metros cuadrados presenta una sala equipada para la producción de contenidos audiovisuales con una interfaz de edición multitáctil, un microcine donde se emiten películas 3D y otra sala constituida en un espacio experimental que permitirá la interacción de los jóvenes con la naturaleza.
Mediante equipos y software educativos y de procesos productivos, se pueden recorrer las etapas de los procesos de producción, desde la materia prima hasta la elaboración del producto final.
Juegos robóticos en una sala y un holograma llaman la atención. Un estudio de televisión permite a los asistentes grabar un programa de siete minutos de extensión y hay una radio FM. Los alumnos pueden, además, conocer el género gráfico mediante un programa que facilita el diseño, edición e impresión de una hoja de diario.
Ahora, Palacios piensa en la ciudad deportiva. “La idea es que el estadio de fútbol, que servirá para rugby y otras actividades, tenga capacidad para entre 6 mil y 10 mil personas; que tenga fácil acceso y que no interfiera en el movimiento de esa ciudad”, dijo. Apuntará el proyecto a toda la familia, con diversos espacios para las disciplinas, todo “inserto en el verde natural”.