Escribe: El Peregrino Impertinente
Siria es un país repleto de lugares bellos e interesantes para visitar. Conocido como una de las cunas de la civilización, destaca con sitios como Tartus (primer enclave fenicio), Ugarit (donde nació el alfabeto), Mari (ciudad ubicada a orillas del legendario río Eufrates) y Bosra (con sus ruinas romanas). También a partir de tesoros como Palmira (rodeada de oasis), Crac de los Caballeros (antigua fortaleza cruzada), el conjunto bizantino de San Simón y Damasco, la capital.
A pesar de éstos y otros puntos álgidos, son pocos los turistas que se animan a conocer la Nación árabe. La compleja situación política y social que la oprime, aleja las visitas. Las batallas callejeras, atentados, matanzas y el consecuente miedo a aparecer flotando boca abajo en el Tigris, quitan el apetito viajero. Esta idea parece ridícula a los ojos de Mohamed El-Milic, Ministro de Turismo y Tortura de Siria. Una cartera bipolar que últimamente tiene poco trabajo por un lado, y muchísimo por el otro. “El turista puede venir a Siria con total tranquilidad. Acá podrán disfrutar de nuestras bellezas libremente, y portándose bien no debe tener ningún temor a que le metan tres balas en la frente o cosas por el estilo”, asegura. Consultado sobre si aquello no se contradice con la caótica situación del país, que ha dejado un reguero de más de 7.500 civiles muertos desde que comenzaron las protestas, El-Milic se muestra indiferente “Son rumores, igual que lo de la bomba nuclear de Irán o que Chávez es en realidad un orangután parlante disfrazado de humano”.
La cosa pinta oscura en Siria. El régimen del presidente Bashar al-Assad (que según algunas fuentes tendría como apodo “El Turquito” y habría jugado de 9 en Vélez) está como loco, y va por más. El turista, mientras tanto, espera que la tormenta se aleje, para por fin ir y clavarse media docena de empanadas árabes en un barcito de Damasco.
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