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4 de Marzo de 2012
Entrevista: Rosita Rodríguez
Su paso por la UNVM
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La recuerda como una mañana ideal. El día había iniciado fresco y con un sol maravilloso. Era el 2 de febrero de 1996 y con el legajo número cinco, Rosita Rodríguez se hacía cargo de la Mesa de Entradas Salidas y Archivo de la flamante Universidad Nacional de Villa María (UNVM).
Había sido convocada por el Rector, Contador Carlos Omar Domínguez, para hacerse cargo de uno de los primeros puestos que la Casa de Altos Estudios generaba. Era allí en la casona de Lisandro de la Torre 252 donde empezaba a funcionar el Rectorado de la Universidad. Recuerda con suma precisión que Omar, un compañero, se encontraba en una escalera realizando las conexiones eléctricas y Gladys preparaba los mates en el fondo de la cocina.
“Es inevitable no saludarla”, decían, porque entrabas a la institución y ella estaba allí para orientar a quienes se acercaban a conocer qué era eso de una Universidad Nacional en la ciudad y la posibilidad de acceder a estudios superiores sin tener que viajar o establecerse en lugares como la capital cordobesa.
Pero la historia no comienza allí, habían pasado muchas cosas antes para llegar a ese punto. Compartimos a continuación algunos de los recuerdos de una no docente que está dejando su lugar de trabajo y que vio crecer a la UNVM, junto a una ciudad que la acompañó.
Por Darío Falconi
eldiariocultura@gmail.comcxcc

Rosita Rodríguez perteneció a la Comisión Organizadora Pro-Universidad. Conoció a un grupo de personas en el Festival de Peñas que se reunían religiosamente los martes para seguir pensando lo que en ese momento era una utopía. El intendente Miguel Veglia les cedía el Salón Blanco para que pudieran reunirse y en innumerables encuentros comenzaban a trazar un camino que tiene inicio, pero no final.
Al igual que muchos villamarienses, Rosita tenía dos hijas que necesitaban estudiar, pero no estaban dadas sus condiciones personales (era viuda y docente) para hacerse cargo de todo lo que implica cursar estudios superiores en una ciudad como Córdoba.
Invitados a su casa, la entrevistada de hoy nos cuenta los detalles de cómo se progresaba de a poco en esta solicitud. Era un movimiento que lentamente sumaba adherentes para ir cobrando, cada vez, más fuerza. Dice Rosita “los políticos del momento aportaban su grano de arena. Muchas veces llevaban la documentación a Buenos Aires que nosotros les armábamos… teníamos apoyo de la Intendencia, de la gente, de las empresas… se concentraban en el cine, se hizo convocatoria y se llenó, tratábamos de que la prensa difundiera, el señor Héctor Cavagliato se encargó mucho de eso, y así iba comentándose. Todo eso se iba plasmando en carpetas, los políticos trasladaban ese proyecto, lo llevaban. Más de una vez venían muy desanimados porque no los recibían, porque no tenían la respuesta que esperaban, en fin… no fue fácil. La gente de la Comisión era la que hacía caso omiso a eso y seguíamos haciendo más cosas. Eramos unas 15 o 20 personas aproximadamente, primeramente Adriana Torres fue la secretaria de Actas, luego hubo algunos cambios y luego quedé yo. Todo se plasmó en un libro, que está en archivología”.

-¿Y se crea la UNVM?
-Mediante decreto se crea oficialmente la UNVM. Para los que pudimos viajar a Buenos Aires fue una experiencia indescriptible. Hubo mucha gente que trabajó desde un principio hasta el último y otra gente que se acopló cuando ya vieron que todo estaba encaminado. Para nosotros fue una gran sorpresa la designación de Carlos Domínguez, quien en ese momento estaba de contador de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Yo cierro el libro de Actas con las palabras del señor Accastello que dice que “La Universidad ya no es una utopía, sino una realidad”.

-¿Cuáles son los primeros recuerdos de las carreras que se dictaban?
-La gente se acercó a preguntar qué carrera se iba a dar. Recuerdo a la Licenciatura en Sociología, a los profesores Ada Caracciolo, Gustavo Zilocchi, Encarnación Sobrino y a Sergio Chius. De quien no nos tenemos que olvidar es de Juan Carlos Ciallella, el Coordinador de la Licenciatura en Composición Musical; por otro lado, si alguien caminó los pasillos de la calle Lisandro de la Torre, fue don Adelqui Pellegrino, Coordinador de lo que era la Licenciatura en Diseño y Producción de Imagen. Recuerdo su viaje a Estados Unidos para traer equipamiento para la carrera, que se desarrolló en la sede de calle Corrientes. Hubo una “pelea” con la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) para que nos aprobaran las carreras, a la gente se le decía que “estén atento a los medios”. Eso siempre se les decía.
Quiero destacar que todos pensábamos en la Universidad, no había función crítica ni compensación horaria, ni ningún otro beneficio; simplemente se trabajaba.
Nunca me voy a olvidar de cómo se bajaban los pupitres, cuando armamos el aula uno de la sede de calle Mendoza, no te puedo explicar cuando logramos acomodar todos los bancos y vimos cómo quedó. Recién allí nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho.

-¿Cómo has visto a la conducción de la Casa de Altos Estudios desde sus inicios hasta la actualidad?
-Los diez primeros años en que Carlos Domínguez fue Rector, se hizo un gran marco y esta gestión con Martín Gill en ese puesto, se fue ampliando esa pintura.

En uno destaquemos la organización, y en el otro la capacidad política, ha hecho que la Universidad trascendiera, de la manera que ha trascendido. En un acto que se realizó alguna vez, yo dije que “tendremos que ser responsables y cuidadosos de este vuelo que tiene la Universidad Nacional, porque es un vuelo gigantesco”.

-¿Qué nos podés decir del Campus?
-Recuerdo cuando salían a buscar campos por la zona… Un día vino Domínguez y dijo que ya teníamos Campus y que eran 100 hectáreas. Yo le pregunté ¿por qué tan grande? Y me respondió que con el tiempo, ese espacio quedaría chico. Gracias a Dios conservaron un chañar, emblema de ese campo, como símbolo callado, como un guardián de lo que iba a ser. Cuando se fue construyendo, no podíamos dar crédito de lo que veíamos. Hoy eso que veíamos es un granito de arena a comparación con todo lo que se está haciendo. Las aulas, el comedor, la biblioteca... además que ya está todo pavimentado.

-Rosita, ¿siempre fuiste de Villa María?
-Soy de Río Cuarto y vine en el `65. He sido muy conocida por mi desempeño como docente, siempre he sido muy inquieta, y hago un paréntesis muy distinto a lo que me siento ahora (y se quiebra) realmente la UNVM marcó una etapa en mi vida muy, muy importante, inicié con cincuenta y tantos años y me voy con setenta y tantos y he vivido algo muy trascendente y que en la ciudad también se ha manifestado. En Villa María hay un antes y un después de la creación de la UNVM.

-¿Qué planes tenés para cuando dejes tu puesto de trabajo?
-Me voy muy pronto, y esa es la pregunta terrible que me hago, no sé. Estoy muy emocionada, muy conmovida. Me voy feliz, por todo lo que he hecho, porque dejo una Mesa de Entradas funcionando con 9.500 expedientes en este momento, con un trabajo de muchos años sola. Luego tuve la compañía de Nelson Scauso, una gran persona, un gran compañero y un gran amigo. Nosotros hemos ido innovando. Nosotros mirábamos con otro futuro la oficina de Mesa de Entradas, y la destaco como oficina, porque eso es por ahora. Espero que en corto plazo la Mesa de Entradas se jerarquice, lo necesita. Todo lo que hay en Mesa de Entradas fue inventado por mí, haciendo y corrigiendo hasta que sea práctico: bandejas, bolsos, fichas, formas de comunicación….
No sé que voy a hacer. Será un despertar distinto, no sé… (llora) por primera vez me veo sin un proyecto y eso me tiene bastante mal. Los llevaré a todos en mi corazón.

La verdad es que creí que eras más guapa.

Con la voz entrecortada y con los ojos lustrosos, reflejo de un sentimiento verdadero, culmina la charla. Rosita ha sido partícipe de las raíces de una universidad que está dando sus frutos. Deja su trabajo pero se va satisfecha, ha visto nacer y crecer, en menos de 20 años una institución que ha contribuido al desarrollo de lo que hoy es la ciudad. La cultura, el arte, el comercio, el turismo, la educación y otras áreas se han visto favorecidos con el desarrollo de la Casa de Altos Estudios. Rosita, como una villamariense más, está orgullosa y agradecida.

CARTA DE DESPEDIDA A SUS COMPAÑEROS

Llegó el tiempo, como a las plantas, como a las flores, como a todo en la vida, de culminar etapas, de mirar las huellas de caminos que ya han sido recorridos.
Para mí, a llegado el tiempo de recordar todo lo bueno vivido y por esos recuerdos digo: ¡Gracias!
Todo tiene una razón de ser y, a veces es duro nacer a una nueva etapa. Pero es tiempo de volver a empezar y no hay que levantar lo que termina, ya que es sólo el umbral a un nuevo tiempo para recorrer.
Les doy un abrazo, pero no los dejo, ya que vivirán por siempre en mi corazón.
¡Feliz Navidad y un exitoso 2012!
¡Hasta siempre!...
Rosita Rodríguez

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