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4 de Marzo de 2012
Mensaje de Acción Católica
En el Día Internacional de la Mujer
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¿Mujer por qué lloras?
Estas tiernas palabras fueron dirigidas a María Magdalena, la mañana de la Resurección de Cristo.
¿A quién buscas?
Ella, en su dolor, no podía reconocer a su amado maestro, que le hablaba...
Sólo cuando El la llamó por su nombre, lo reconoció y su corazón se llenó de asombro y alegría.
Con Cristo, hoy podríamos preguntar a las mujeres:
¿Por qué lloran? ¿Qué buscan? ¿Qué desean? ¿Qué las hace sufrir? ¿Qué las hace felices?
Podríamos enumerar abundantes ejemplos de cuánto y cómo se ha facilitado el devenir cotidiano de las mujeres, de cómo han conquistado espacios de autonomía, de poder, de desarrollo intelectual, de participación social y económica, de capacidad de elegir, en fin, ha sido un salto impresionante, verificado casi en una sola generación. Mucha lucha, lágrimas, y hasta sangre ha corrido para arribar hasta esta nueva realidad.
Aún así, muchas mujeres no son felices.
El costo de estos “logros” ha sido tal que las consecuencias en las relaciones sociales familiares y sociales están a la vista.
En muchos sentidos, la tan mentada “liberación” ha consistido sólo en cambiar de amo.
Las nuevas patologías femeninas dan cuenta de la carga de estrés que supone el trabajo fuera del hogar, las exigencias estéticas e intelectuales (léase: competencia), sumadas a las responsabilidades del hogar en aquellas que aún apuestan a formar una familia.
Pero, fatigadas e irritables, la mayoría de las mujeres no desearían volver a ser “sólo” esposas y madres. la presión cultural de ser “independientes”, manejar su propio dinero y no ser “oprimidas” por el hombre, inciden fuertemente en esta opción, vista la vida del hogar como una alternativa de menor valor, algo que se da por supuesto, que puede llevarse a cabo “mientras” o en forma paralela a la profesión o empleo.
Así, los hijos se crían en lo que debiera ser el tiempo libre, o deambulan por guarderías o cuidadores, o alternan los hogares de sus padres separados, tantas veces antagónicos y cargados de tensión. Los fracasos escolares y los trastornos de conducta se multiplican, sumando estrés o culpa a madres y maestras, que a su vez son madres, cuyos hijos son educadas por otras, cada vez desde más pequeños.
El cuerpo femenino, defendido a ultranza en temas como el control natal, se ve agredido en forma exponencial por la cultura de la imagen, el mercado feroz de los cosméticos, la moda, las cirugías, y una exposición en los medios que la reducen a un objeto más de venta, barato y descartable.
La violencia hacia la mujer, la trata, las adicciones y el suicidio, todos ellos crecientes, dan cuenta de que “algo falló” en este proceso y que la Humanidad toda debe buscar opciones superadoras.
La vida y la Historia se presentan como un laberinto en el que se nos ofrecen infinitos caminos atractivos, pero sabemos que uno solo conduce a la meta.
El relato de la creación nos muestra un hombre y una mujer iguales en naturaleza y dignidad, pero con características diferentes, acordes a sus roles, también distintos en su raíz aunque pueden compartirse.
Cuando Dios crea “la ayuda adecuada” para el hombre, no crea una esclava, sino “carne de su carne”, pero luego el hombre corrompió esa idea original llegando a abusos aberrantes respecto a la mujer, y provocando la “revancha” feminista que hoy nos toca ver y/o protagonizar y que, con la lógica del péndulo, está llegando también a extremos irracionales.
Pero, esto es la solución ¿muestra la sociedad frutos de paz y armonía con estos cambios?
¿Ha demostrado la mujer más equidad o justicia o sabiduría en los diferentes estratos de poder que ha alcanzado? ¿Están mejor los niños, las familias, las propias mujeres?
Y, en definitiva, el amor, es el secreto. Cualquier sistema social es compatible con el amor verdadero, generoso y fecundo.
Y la educación es la herramienta, porque, nos lo propongamos o no, educamos. A los niños y niñas. Sea para el amor o para el egoísmo y la frivolidad.
Muchas lágrimas desaparecerán cuando la mujer se sienta valorada, respetada, cuidada y amada, más allá del entorno social o económico que le toque vivir.
Y tampoco hay recetas universales. Cada mujer ha de ser “llamada por su nombre”, debe poder reconocerse a sí misma, sus necesidades y talentos, su vocación natural al amor esponsal y materno, con la opción a integrarse plenamente a la sociedad económica y política, si eso es bueno para ella y contribuye al bien común.
Lo importante es seguir adelante, en una búsqueda sincera, llena de esperanza, mirándonos unos y otras con respeto, ya que sólo en ambos, juntos, la Humanidad está completa.

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