Cuando uno piensa en rock de España el primer nombre que se le viene a la cabeza es Joaquín Sabina. Pero hay otro referente, que fue quien se presentó el viernes pasado en el Orfeo. Estamos hablando de Enrique Bunbury, el español rockero que cada vez tiene más cosas de argentino y no sólo por ser amigo y hasta parecerse a Andrés Calamaro, sino por tener una química especial con ese público fiel desde Los Héroes del Silencio, su mítica banda.
Llegó a Córdoba a presentar su último CD "Licenciado Cantinas", que en palabras de Andrés es una "colección brillante de ‘versiones’, un repertorio exquisito y nada habitual que borda texturas clásicas -pero originales- para una colección de joyas".
Desde el principio con una intro muy, pero muy buena de "El mar, el cielo y tú", donde sus músicos anticipaban lo que iba a ser. Subió al escenario al terminar este tema para comenzar con "Llévame" y mostrar su vestimenta que contaba de una camisa, chaleco y saco con llamas. Podrían representar el calor del público, el cual, en un cantito muy argento, le gritaba "Quique, Quique".
Temas como "Todos lo haremos mejor en el futuro", "El solitario", "La señorita hermafrodita", o "El extranjero" fueron necesarios para que la audiencia se posesione. Allí el rock aparecía en estado puro, de acuerdo a la serie de canciones del disco "De cantina, de revolución, melancólicas" que el autor comentó al público. Allí también se notó su voz que cada vez suena mejor: una seriedad, un respeto para con el público y una armonía entre ellos que se trasladaba a las gradas del lugar.
Al final de la noche ya habían pasado temas como "Animas, que no amanezca", "Sácame de aquí", "Que tengas suertecita", "El día de mi suerte", "De todo el mundo", "Cosas olvidadas", "Infinito" y "Nunca se convence del todo a nadie de nada". En una de las canciones gritaba "Esta noche es mía". Así lo fue.
Juan José Coronell
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