Siguen cada vez más públicas y agudas las disensiones en el Vaticano. Ya nada sirve ocultarlo o marginarlo. El Vaticano debe regresar firmemente al Concilio Vaticano II. ¡Por favor! ¡Por deber! ¡Por necesidad! Con permiso de mi conciencia, me animaría a decirle a Benedicto XVI, un anhelo o consejo o súplica de rodillas.
De mínima… queme su catecismo de la Iglesia Católica, porque es “penalista medieval” y ridículo para el mundo actual. No se puede atribuir a Jesús esas “penas de infierno eterno”, aún a menores de edad, por faltar a misa dominical o por masturbarse.
Queme el nuevo “Código de Derecho Canónico”, que ni es derecho por no ser coactivo, y ponga en su lugar normas pastorales que cada obispo podrá aplicar según las circunstancias.
Es una ofensa a las legítimas autoridades civiles de un país soberano afirmar cánones como éstos: “La Santa Sede no puede ser juzgada por nadie” (canon 1404), “Por derecho nativo e independientemente de la potestad civil, la Iglesia puede adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales” (canon 1254). Y suprima la condición de “vivir como hermanos” (doctrina Ratzinger) a los divorciados vueltos a casarse por el civil, para recibir la comunión eucarística necesaria para la vida eterna según Jesucristo.
Y de máxima… sométase a las legítimas autoridades civiles, como se sometió Jesús inocente, si fuera demandado por supuesto o verdadero “encubrimiento” de delitos (no necesariamente pecados) de lesa humanidad, y de “pedofilia” de miles de clérigos durante años.
La inmunidad o impunidad del canon 1404 no es procedente.
Pbro. José amado Aguirre
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