Escribe: Eduardo Miguel Bonoris (*)

El presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti, en su discurso de apertura del año judicial, trajo al país la cuota de cordura necesaria para calmar en algo los espíritus, invitando al diálogo fecundo hablando de la inteligencia colectiva.
Más allá de las consideraciones sobre las libertades, especialmente sobre la de expresión y el pensamiento único, creo necesario poner énfasis en uno de los abusos más dañinos, que perjudican a los argentinos.
En su discurso se pronunció sobre el propio poder judicial, indicando a los jueces, en forma imperativa, que “deben proteger a los individuos” y deben “evitar los abusos de toda clase de poder”.
De esta forma parece querer volver a encontrar en los jueces la única contención en los poderes, ya sean estos políticos, gremiales, financieros, sobre los ciudadanos, que comenzaron a brillar luego de la reforma constitucional de 1994, y que hoy parece sufrir un nuevo retroceso frente al “poder financiero”, en donde con la incorporación de los acuerdos, pactos y declaraciones incorporadas con nivel constitucional, aparecía el nuevo derecho social como defensa de los usuarios de cualquier tipo de servicio, en este caso particular a los servicios de transporte, educación y fundamentalmente financieros.
La expresión “proteger”, que Lorenzetti le ha asignado en su disertación, es verdaderamente importante y vital, porque los determina no tanto a lo formal sino a lo sustancial de las causas que pasan ante el conocimiento de los mismos, por lo que debe colegirse que cuando se advierte el abuso, el juez no lo puede permitir, más allá que no lo haya expresado el usuario.
Más adelante expresó que debemos lograr un sistema de justicia que esté más cerca de los intereses de la gente, invitándolos a que trabajen con más celeridad y vocación para dar soluciones a las necesidades de la gente.
Es aquí donde debe rescatarse verdaderamente el mensaje del titular de la Corte Suprema, de que los jueces se conviertan en verdaderos protectores de los intereses de las personas.
Todo debe marcar un equilibrio, pero fundamentalmente el salario. Hoy estamos presenciando nuevamente los abusos del poder financiero con altísimos costos de financiamiento, que afecta a aquello que menos tienen, ofreciendo artículos con una cantidad de cuotas escandalosas que hacen que el usuario compre algo y deba pagarlo 3 ó 4 veces su verdadero valor.
El pago de gastos que deberían asumir las entidades financieras hoy recaen en los asalariados, y entre ellos a los jubilados que con la anuencia de los organismos estatales permiten que mutuales se apoderen de los escasos salarios de nuestros ancianos, con tasas altísimas pero con el retorno asegurado.
La usura debe desaparecer de la realidad argentina tal como lo dispone la Convención Americana sobre Derechos Humanos, cuando en su artículo 21 expresa: “Tanto la usura como cualquier otra”.
Las palabras de la Corte constituyen un bálsamo a esta realidad convulsionada por los desencuentros y a la vez un esperanzador ejercicio por parte de la Justicia hacia los más necesitados de la protección de la Justicia.


(*) Abogado villamariense, radicado desde hace varios años en Mar del Plata. Es autor del libro “Cómo recuperarse de los abusos del poder financiero - La usura”, y ha obtenido fallos únicos en contra de los atropellos bancarios