La tragedia que el domingo pasado terminó con la vida de Jorge Aiduc puso en escena un problema que se intensifica año a año, pero que todavía no se ha decidido afrontarlo con políticas públicas decididas y coordinadas. Se trata de la adicción a las drogas y al alcohol que provoca que, como en el caso mencionado, un hombre joven haya actuado fuera de sí causándose agresiones por un delirio persecutorio ocasionado por el consumo de estupefacientes. En ese contexto de máximo estrés, Aiduc murió por “edema pulmonar”, según reza la autopsia.
Nos preguntamos cuántos jóvenes y mayores hay en Villa María con el mismo problema. La falta de datos precisos es, justamente, una de las causas de la falta de políticas públicas.
Hay algunos intentos para crear espacios de recuperación. La Casa de Medio Camino, municipal, los hospitales de Oliva o Bell Ville, provinciales o el Sedronar, nacional. Pero todavía faltan acciones coordinadas para recuperar adictos y para prevenir drogadependencia.
En el camino hay familias que temen por sus hijos y hay trabajadores que a diario le deben poner el cuerpo a la problemática. Con ellos hablamos y fueron ellos los que nos alertaron, entre otros temas, de la confirmación de la presencia de paco en Villa María (negado por algunos funcionarios y admitido por otros) y la baja edad de inicio de consumo, ubicada en el extremo en los 12 años.
La Guardia del Pasteur
Ignacio Bruno, vicedirector del Hospital Pasteur y César Rivera, jefe de Guardia, abordaron la cuestión con EL DIARIO.
“Acá no discernimos, podemos saber que consumieron alcohol (por la halitosis), pero no hacemos dosaje. De eso se encarga la Policía Judicial; ahora, cuando consumen otras sustancias y el paciente lo reconoce, tenés que basarte en lo que dice”.
En cuanto a las drogas de mayor consumo, dijo que “generalmente son el alcohol, la marihuana y el paco, aunque en los últimos cinco años lo más frecuente es el policonsumo (alcohol y algo más), aunque es raro el tipo que reconozca ser cocainómano o que está en abstinencia”.
“Hay que tener en cuenta que lo que hacemos en el Hospital es el abordaje agudo, luego por medio del servicio de Salud Mental se tramita la derivación a instituciones que se dedican al tratamiento de adicciones (Hogar Nazareth o Medio Camino) y en caso de ser necesaria una internación se puede derivar a Bell Ville o a Oliva”, sostuvo.
Consultado sobre el incremento en el consumo dijo que “poco a poco ha avanzado; además, antes mayormente eran casos por alcohol, ahora a ello se suman otros elementos”, adujo Bruno.
Mientras que reconoció que “los días críticos son jueves, viernes, sábados y madrugada del domingo. Los fines de semana se da en las personas que el consumo no es habitual y llega a generar varios problemas”.
También Bruno se animó a realizar una comparación y reconoció que “el alcohol es casi el 90% de las atenciones, el resto se da por drogas como la marihuana, la cocaína y el paco”.
A su turno, Rivera también fue consultado por este medio y respondió que “la consecuencia final de las drogas es un acto de violencia, en la mayoría de los casos estas personas terminan de esta manera. Además, se atiende a la accidentología como emergencia y el dato de las drogas queda en un segundo plano porque es difícil identificar al paciente que consumió alguna droga, salvo por la halitosis alcohólica”.
Mayormente lo que se atiende en este tipo de problemas es a personas de una clase media-baja, es difícil que alguien con poder adquisitivo alto termine en la Guardia del Hospital. Aunque existe un problema y es el consumo de drogas de bajo nivel (de calidad) que deterioran con mayor facilidad y rapidez a las personas.
En cuanto a la edad de inicio de consumo, Bruno confió que “cada vez son más pequeños. Hay chicos de 14, 15 años hasta los 30 años, que es lo que se atiende frecuentemente en el Hospital”.
Equipos técnicos de Tribunales
Adriana Madrid, psicóloga, y Jorge Mazzini, trabajador social del Equipo Técnico de Asistencia Judicial,
“Al abordar un caso lo que prevalece no es el tema drogas, sino la realidad social de la persona que, generalmente, es de escaso o escasísimos recursos, con escolaridad interrumpida y con una desestructuración familiar importante, como así también un nivel de inserción social que se remite a grupos con determinadas características que tienen relación con el delito, el consumo de drogas”. Haciendo especial hincapié en que “el consumo de drogas es una consecuencia de todo lo anterior”.
Al ser consultado sobre la edad de inicio, Mazzini reconoció que “cada vez es menor, 10 años atrás el promedio de inicio era a los 16 y ahora es de 12 y 13. Estos son datos estadísticos que vemos en los casos abordados” y destacó que “en los últimos 10 años el consumo y las causas se incrementaron notablemente”, mientras que Madrid remarcó que el inicio se da en el consumo de drogas legales como alcohol y tabaco”.
En cuanto al trabajo estricto del Equipo, Madrid dijo: “Lo que hacemos es diagnosticar y asesorar al juez, no tenemos intervención terapéutica, aunque si le decimos al juez qué se puede hacer; si detectamos que el consumo deterioró a la persona, sugerimos al juez un tratamiento”.
A la vez, agregó que “en épocas de crisis sociales y económicas, el mecanismo de defensa y adaptación en la persona colapsa convirtiéndolo en un factor de riesgo. Mientras más presiones recaigan sobre la persona, recurrirá más al consumo”.
Continuó diciendo que “la población judicializada está marcada, hay una estratificación social”, a lo que Mazzini agregó que “esta población pobre el tipo de delito que comete, principalmente en cuanto a robo, es de menor significación, el delito chico no necesita organización ni planificación”.
“Muchas veces las clases sociales altas tienen los métodos para evadir los problemas y de esta forma evitar la Justicia”, sostuvo Mazzini.
Desde la Policía
El comisario inspector Pedro Herrera es jefe de la Dirección de Departamentales Norte. Se desempeñó hasta hace poco en Villa María. Además, es profesor de Matemática. En su trayectoria como policía Herrera ha visto cómo se han ido deteriorando los valores como consecuencia de las crisis sociales que desembocan en el consumo de drogas. “En los institutos de rehabilitación, antes veías grafitis dedicados a Jesús o a la madre. Hoy, son escritos obscenos, agresivos”, indicó.
Entiende que para el policía que tiene que contener a un adicto se plantea un desafío porque la persona que está bajo los efectos de la droga “pierde el freno inhibitorio, lo que deriva en comportamientos inusuales”. “No hay forma de hablarle para que entre en razón” explicó, indicando que no tienen un protocolo de contención en casos extremos.
Relata que hace ocho años, se hizo un estudio que demostró que antes “los chicos se drogaban para robar, es decir para animarse a una situación de riesgo. Hoy roban para drogarse”.
Las crisis sociales son, a criterio de Herrera, una de las causas del consumo. “Hay chicos que pasan una vida monótona, aburrida. Sin trabajo, sin estudio, sin disfrutar el contexto familiar. Con valores excesivamente materialistas”, puntualizó.
Lamenta que no se tomen con una filosofía esperanzadora las situaciones críticas. “El ideograma crisis, en chino, está conformado por dos conceptos: peligro y oportunidad. Hoy eso no ocurre”, puntualizó.
Los que consumen sustancias tienen la autoestima baja y temor al fracaso, aseguró.
Dijo además que los adictos viven “un mundo presente de fantasía, pero vacío de esperanzas”.
Entiende, finalmente, que no hay que perder las esperanzas y retomar el camino de valores, recuperando espacios de diálogos familiares o de afectos como las sobremesas “que, aunque parezca una insignificancia, hay que potenciarlos”.
Fotografías: 1) Ignacio Bruno, vicedirector del Pasteur
2) César Rivera, jefe de Guardia
3) Adriana Madrid, psicóloga en Tribunales
4) Jorge Mazzini, trabajador social en Tribunales
5) Pedro Herrera, policía y docente
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