“Campera” era parte del paisaje de la ciudad. Con su barba añeja, el cabello largo y ensortijado y la infaltable campera de abrigo que usaba todo el año, ocupó por años el banco de la plazoleta de Mendoza y Carlos Pellegrini.
Eso fue hasta el 12 de enero de este año, cuando fue trasladado al Hospital Emilio Vidal Abal (HEVA), el psiquiátrico de la ciudad de Oliva.
A poco más de dos meses de internación, un casi irreconocible Mario César Cabrera, dialogó fluidamente con EL DIARIO sobre su presente, pasado y también, sus proyectos de futuro.
Pensando en volver
Tras cada pregunta que responde amablemente, “Campera” reitera un deseo: volver a Villa María.
“Me dijeron que tengo alguna posibilidad en un Hogar de Día. Quiero estar bien, quiero vivir. Tener la libertad de caminar y visitar la esquina en la que estaba siempre”, dijo, ilusionado.
Nos cuenta que tiene una hermana, de la que habla con mucho cariño y que es la que se está encargando de los trámites. “Ella me visita siempre y está haciendo los papeles. Me dijo que el hogar está en el centro, en la calle 9 de Julio, cerca de mi esquina”, señaló.
El deseo de volver no es utópico, dado que el pabellón donde está alojado es el de Agudos, en el que se trata a los pacientes para que en un corto plazo, retomen su vida fuera del psiquiátrico de la manera más digna posible.
El lapso de internación en ese pabellón, no supera los seis meses. Allí los pacientes son atendidos en sus crisis por un equipo multidisciplinario que, a juzgar por la claridad con la que se comunica actualmente, ha trabajado muy bien con Mario César Cabrera.
El pasado
Muchos de los que conocemos de paso a “Campera”, tenemos la intriga por saber qué fue lo que lo llevó a vivir como indigente, en la calle.
Si bien es un tema que prefiere esquivar, nos dio algunos detalles.
Habló de su infancia, de la escuela primaria en el barrio Rivadavia (la San Martín) y después, pocos datos quedaron guardados en su memoria. Sabe que hizo el secundario, pero no recuerda la escuela a la que asistió. Quienes fueron compañeros en la primaria, aseguran que era muy buen alumno. Se nota que es alguien con formación porque, además de sus buenos modales, tiene un vocabulario fluido.
¿Por qué te fuiste a la calle?, le preguntamos. “Me llevaba mal con la familia que vivía, no tenía buena relación”, se limitó a contestar.
No recuerda amigos de su infancia ni de su juventud y tampoco tiene registro de haber militado en política, como algunos vecinos aseguran.
“No, no estuve en política. Sí conozco a algunos políticos, pero nunca milité”, dijo.
Nos cuenta que nunca se casó ni tuvo hijos y si bien asegura que no estuvo enamorado, todavía no pierde las esperanzas.
Cuando empezó a recorrer la calle, fue buscando diferentes lugares. El ferrocarril, la plaza Centenario y la plazoleta de la Mendoza.
“Qué linda que está la plaza Centenario. Qué linda que es Villa María”, dice.
Asegura que su vida en la calle no fue un mal lugar. “Los amigos que tengo son los que todos los días me daban algo. Para mí, pedir en la calle es como un trabajo. Lo veo distinto a como lo ven las otras personas.”
De la placita, es donde tiene mejores recuerdos de la gente. Con nostalgia cuenta que “si llovía, me venían a buscar para que me quedara bajo algún techo”. “Todos los días me traían un café o algo para comer. Tenía buenos vecinos”, agregó.
De esos días, extraña el lugar, los vecinos, los amigos. “La campera no, aunque me gustaría usarla, acá no se puede”, dijo, sonriente.
El presente
Los días de Mario trancurren con tranquilidad. Tanto el enfermero de turno como otros pacientes, hablan de “lo bueno” que es Cabrera.
El, reconoce que tuvo una gran mejoría física, producto de los cuidados que recibe en el HEVA. Tan es así que dice que no opuso ninguna resistencia cuando lo afeitaron y le cortaron el pelo.
La piel del rostro deja ver las huellas de tanto tiempo sin cuidados, por lo que lo están tratando con cremas especiales.
“Lo que más me gusta de acá es la cocina. Es muy lindo lugar”, dijo.
También se siente a gusto en el lugar donde duerme, aunque cada noche el enfermero tiene que convencerlo de sacarse algunas frazadas, porque sigue con su costumbre de abrigarse todo el año, independientemente de la estación.
Sin embargo, entiende que ese lugar no es para él. “Esto es un nosocomio, una colonia. Hay gente con otro tipo de problemas. Que yo sepa, éste no es un lugar para mí”, aseguró.
Entre lo más feo que vivió dentro del psiquiátrico, habla de algunas discusiones, que no llegaron a ser violentas. “Pero eso ya pasó, hay que entender que los otros son pacientes”, dijo, comprensivo.
Retoma la conversación con las cosas que más le gustan del hospital y nombra la sopa que, religiosamente, sirven todos los días.
“Acá camino, voy por el pasillo o afuera. Tomo mate, un poco. Más tomo café y miro televisión. También me dan un tabaco que es bueno”, cuenta.
También le gusta leer. “Mi hermana me trae revistas de chistes”.
El futuro
“Campera” cumple, según él mismo nos contó, 45 años el 2 de diciembre. Espera para esos días estar en el Hogar de Día, recuperado y caminando por las calles de la Villa.
Pero lo que más le ilumina la mirada, es saber que lo recuerdan con cariño. “Es cierto que preguntan por mí”, dijo, al saber que hubo llamados a la Redacción preguntando por su estado de salud y que motivaron esta nota. Es que en este caso, como en la mayoría, lo que más nos da felicidad y nos ubica en un espacio de salud, es saber que hay otro que nos quiere y nos tiene presente.
“Quiero estar bien, quiero vivir. Tener la libertad de caminar por Villa María y visitar la esquina en la que estaba siempre.”
“No extraño la campera, además, acá ya no la puedo usar. Extraño a los vecinos de la placita que me daban café o comida.”
“Para mí, pedir en la calle es como un trabajo. Lo veo distinto a como lo ven otras personas.”
Texto: Patricia Gatti
Fotos: Roberto Babalfi
Fotografías: 1) “Campera” está irreconocible, con el pelo corto, sin barba y sin la característica campera que le dio origen a su apodo
2) Así estaba Mario Cabrera antes de su internación
3) Otro banco, otro lugar. Otra etapa en la vida de Cabrera
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