Las primeras incursiones en el mundo de la música, no fueron demasiado felices para "The boss" (El jefe), más bien fueron decepcionantes. Las dos primeras placas no alcanzaron el nivel de ventas aconsejable para sostener este tipo de proyectos artístico-musicales, que por cierto, demandan fastuosas inversiones. A partir de esta situación, Bruce Springteen revisó la línea de su banda de acompañamiento (la "E-Street Band") y se marchó a una gira titánica por diversos condados de su país, presentando conciertos de hasta 3 horas de duración, mientras en paralelo, comenzaba a escribir un nuevo material para futuras realizaciones. Su tercer trabajo titulado Born to run (Nacido para correr), con su conmovedor tema central sobre la desolación y la redención, consolidó firmemente la reputación del cantautor nacido en Nueva Jersey. La composición que le da título al LP, proyectó a Springteen a consolidar su figura en ambos lados del Atlántico. El larga duración en cuestión, grabado en la discográfica Record Plant en Nueva York (la misma en la que alguna vez grabara John Lennon), fue el primer disco de "El jefe" en ocupar las principales listas de preferidos, tanto en EE.UU. como en Gran Bretaña. En el primero de los casos se encaramó al peldaño nº 3, mientras que en Reino Unido su ubicación fue más modesta alcanzando el Nº 17. El long play vendió 700 mil copias en las semanas siguientes a su lanzamiento, vale decir, a los pocos días de su aparición en las tiendas de discos. Fue presentado en sociedad en setiembre de 1975 y el 8 de octubre de ese año, se convertiría en el primer álbum en conseguir el nuevo certificado de disco de platino otorgado por la industria discográfica de América del norte. El éxito del LP colocó al compositor de Nueva Jersey en la primera página de las famosas revistas Time y Nesweek. Con el tiempo, John Landau, uno de los productores de estas afamadas publicaciones, se convertiría en el mánager del propio Bruce Springteen. El disco finalmente llegó a vender 6 millones de unidades en todo el mundo.

Comienzos del quiosco Gallo

Para el final de la entrega, como siempre, los recuerdos sobre los hechos que moldearon la realidad de la Villa. Y cómo omitir uno de los más visibles referentes comerciales de nuestra urbe. El archiconocido quiosco Gallo. Atento a testimonios vertidos oportunamente por el señor Parmenio Gallo, visionario como pocos, el pequeño emprendimiento familiar abrió sus puertas al público en mayo del ‘42. Al principio la estructura era de chapa, y así comenzó don Parmenio a cobijar sus primeros anhelos de buenas ventas. Sus hijos participaban activamente echándole una mano al esfuerzo de su padre. El paso del tiempo fue testigo de una nueva estructura donde se almacenaba una nutrida variedad de productos del rubro (masitas, golosinas) y las principales marcas de cigarrillos que por aquellos años eran los Total, Comander, Saratoga y Ombú. Finalmente las chapas cedieron paso a los ladrillos. La memoria colectiva de aquellos que hoy peinan canas, recordará nítidamente cuando un camión envistió el cubículo destrozándolo por completo. Un episodio por demás desagradable pero imposible de olvidar por todos aquellos que fueron sus clientes.

Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO