|
|
|
|
|
|
|
Vigilia: homenaje y momento de reflexión. El reloj de Sol: primer monumento del país que recuerda a los desaparecidos por la última dictadura |
|
|
|
|
|
“Como hace ya 36 años, es obligación ‘sine qua non’ recordar esta fecha. Recordar es en oposición a olvidar. Recordar desde el principio aquel día, que ya se venía preparando con antelación, el del mayor genocidio que se produjera de argentina.
Hay que recordar en la actualidad las difíciles circunstancias que vivía el país, hundido en un estado de violencia generalizada, con la aparición de grupos parapoliciales y paramilitares, y frente a la amenaza cierta de una nueva ruptura del orden institucional, como sucedió.
Ante esa situación, un grupo de mujeres y hombres exponentes de las más variadas expresiones y corrientes del pluralismo de la sociedad argentina, con firmes convicciones democráticas y compromiso por los derechos humanos, constituyó el 18 de diciembre de 1975 la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, que pretendía ser la respuesta de las fuerzas democráticas y progresistas de la sociedad.
Muchos de los que sobrevivieron a ese genocidio y también muchos de los que vinimos después tomamos el compromiso de seguir trabajando con una consigna: alcanzar una sociedad más justa, paradigma de los ‘70 (aunque con distintas acepciones de cómo lograrlo) pues había que erradicar la desigualdad.
En defensa de los principios consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sancionada en el año 1948, además de los pactos, tratados y convenciones internacionales incorporados a la constitución, la lucha desarrollada en estos más de 36 años, adecuó su accionar a una realidad en permanente cambio, que fue incorporando la defensa y la promoción de otros derechos fundamentales que hacen a la calidad de vida de los pueblos, como lo social y cultural.
Había que recuperar los derechos civiles y políticos, violados por el terrorismo de Estado, pero también luchar por la vigencia de los derechos económicos, sociales y culturales, que fueron sometidos por el orden económico del capitalismo neoliberal, que supeditó la acción de los estados nacionales, a la llamada ‘economía de mercado’.
Con posterioridad, las grandes potencias, con pretendido absolutismo de pensamiento y decisión unilateral, provocaron nuevos enfrentamientos bélicos, alegando la ‘guerra preventiva’, esto exigió replantear nuevamente la lucha por los derechos humanos.
Esta situación significó la destrucción no sólo del orden jurídico internacional, sino también la aparición de atentados contra la libre determinación de los pueblos; violando las normas del Derecho Internacional y del Derecho de Gentes, desconociendo impunemente hasta las organizaciones internacionales.
Como en todos los tiempos, en situaciones difíciles, resurge desde sectores comprometidos de la sociedad el imperativo ético y político: defender siempre los derechos colectivos y la libre determinación de los pueblos.
Toda política de derechos humanos que se precie de tal debe asentarse en: la memoria, la verdad, la justicia y, por supuesto, la equidad.
Debemos ser conscientes de que esta tarea no es patrimonio de un solo sector, sino de todas las fuerzas democráticas y progresistas y sobre todo del Estado. En esos años no se cumplió, precisamente, tal premisa.
Consideramos que la recuperación de la democracia y su profundización ha sido y es una tarea del conjunto de la sociedad, de todas las instituciones, más allá de las diferencias conceptuales e ideológicas.
Este acto es compartido con todos aquellos que tienen plena seguridad de que el pueblo que olvida su pasado no tiene futuro y de que la memoria de las luchas y de las derrotas del pasado se encuentran reflejadas en el presente.
La Asamblea por los Derechos Humanos fue pionera en los reclamos, pero pronto se fueron sumando instituciones que también estaban en el mismo derrotero, para recuperar la vigencia de los derechos que fueron pisoteados y reclamar permanentemente por los que aún no han sido logrados.
El volver al período democrático fue considerar la necesidad de recuperar las instituciones, la justicia, la política, pero al servicio del pueblo y esta construcción debe hacerse con el poder político, con las organizaciones gremiales y con todas aquellas que los movimientos populares generaron en esa época de transición.
Lo que debemos tener bien en claro todas las organizaciones, es nuestro objetivo central, es consolidar definitivamente una democracia participativa y comprometida, una justicia para todos por igual, el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, la erradicación de todo aquello que exprese discriminación o marginación individual o institucional de cualquier sector de nuestra sociedad.
Hacer memoria por el simple hecho de hacerlo, no sirve a los buenos propósitos. Al pasado hay que recordarlo como corresponde, asumiendo las responsabilidades que nos compete como ciudadanos, desde un funcionario de gobierno hasta el más simple de los roles, ésta es la forma de vivir un buen presente, construyendo un mejor futuro (pero es el Estado el responsable de garantizar no sólo la justicia, sino también la verdad).
Cuando asumimos este compromiso, ante la memoria de todos nuestros muertos y desaparecidos, de trabajar por la democracia, por la dignidad, reconociendo los derechos de todos, nos obligamos a modificar, o transformar todo aquello que dificulte alcanzar esa meta.
Este es un acto de responsabilidad con la sociedad villamariense, con la sociedad toda, con los jóvenes, que no vivieron aquella dictadura aunque sí sus consecuencias.
No bajemos la guardia. Tardó mucho tiempo, la mayoría de la sociedad, en salir del letargo en que nos había sumergido ese período oscuro y en comenzar a nuclearnos en organizaciones que luchen por los derechos de una sociedad más justa, que al parecer siempre se nos niega, por los que detentan el poder.
Seguimos en crisis, pero cada época tiene sus características. En la actualidad la crisis es de inseguridad, de honestidad, de verdad, quizá más que de economía. Se debe pensar siempre en el bien del otro y mientras no se trabaje en esa línea la confianza ciudadana es difícil de recuperar.
El mejor homenaje es comprometernos ante todos los que quedaron en el camino, no únicamente en el ‘76, sino también los que fueron asesinados en épocas anteriores y posteriores, con los muertos actuales, víctimas de represión en democracia.
Si hacemos memoria y reflexionamos profundamente acerca de cuándo y cómo se fueron concatenando todos los sucesos vividos, nos lleva a un hecho común: lo que estaba pasando en el continente latinoamericano. Así podremos comprender globalmente lo que pasó en nuestro país.
Un proyecto perfectamente estructurado de dominación económica, política, cultural y militar. El poder militar sembró el terror con una amenaza constante, reduciendo a la población al silencio y, por consiguiente, a la inmovilidad. Además produjo una aceptación del estado de cosas, con la tan conocida frase ‘algo habrán hecho’.
A pesar de todo hubo personas y organismos, que construyeron y mantuvieron lazos de fraternidad para con los perseguidos y que su compromiso salvó muchas vidas, además de difundir lo que en nuestro país ocurría.
Hay que hacer memoria, aquella que ilumine el presente, para aprender de los errores. La lucha por los derechos que nos asisten tienen que ser el marco de toda construcción democrática.
Por ello es importante rescatar a todas aquellas organizaciones que lucharon por los derechos mancillados, que a pesar del terror y las amenazas, en condiciones tan adversas, se atrevieron a levantar sus voces y reclamar verdad y justicia: a las Madres, a las Abuelas, a las iglesias, etcétera, después también Hijos, a todas ellas, que hicieron su aprendizaje casi en soledad, sin experiencia, sin recursos, para oír, para buscar ayuda y para hacer conocer afuera la situación del país.
Esas luchas nos permitieron recuperar la memoria para reconstruir nuestro pasado e interpelar el presente desde la organización, la militancia, el amor y la alegría. Recordando que ‘nada grande se puede hacer con la tristeza’. La tragedia se convirtió en lucha.
Como todos los años merecen párrafo aparte aquellos hombres y mujeres que hicieron rescatar el avance para la nulidad de las leyes y decretos que intentaron dejar impunes los crímenes cometidos durante la dictadura.
Esta recuperación de nuestro pasado nos permitió algo inédito, que es un pueblo juzgando a sus genocidas y torturadores. Los juicios realizados a los represores luego de la derogación de las leyes del perdón, permitieron la conquista de la verdad. El seguir luchando significa, en este sentido, la continuación de los juicios y las condenas de cárcel común, perpetua y efectiva para todos los represores y sus cómplices.
Cada 24 de Marzo nos brinda la oportunidad de recordar con respeto a todas aquellas personas que lucharon y luchan a lo largo y ancho de nuestra Patria, en contra de toda opresión.
De nosotros depende que sigamos teniendo memoria para seguir reclamando verdad y justicia.
Estar aquí, poder hacer un acto en honor a la memoria es haber transitado un largo camino. Es poder decir que hemos recuperado parte de las instituciones que son sostén de la democracia. Pero la lucha nunca termina. Esa es nuestra obligación, ahora tenemos el conocimiento y ésta es la herramienta para seguir en esa misma senda.
Hombres y mujeres contemporáneos como Pérez Esquivel, Alfredo Bravo, los pastores Novak (catálico) y Pagura (metodista), María Isabel Mariani (abuela de Plaza de Mayo), luego Estela de Carlotto, monseñor Angelelli y tantos más, son los que marcaron en su momento el camino a seguir.
Tener presente a la historia, la de nuestros comienzos, como así la más reciente, es una responsabilidad continua. Tenemos apenas un Bicentenario como Patria y esta condición nos debe llenar aún más de compromiso como miembros de la sociedad, para con las generaciones futuras, esto le compete tanto a los gobernados y con más razón a los gobernantes.
La interpelación del presente nos reintegra nuestra capacidad militante de soñar, de luchar por los que no están, levantando sus banderas, trazando nuestro camino hacia un futuro justo. Justicia no sólo en los estrados, también en lo social: en el barrio, en la calle, en la plaza.
Vaya este homenaje a nuestros conciudadanos desaparecidos y, en ellos, a los que dieron sus vidas por sus ideales, para que la justicia fuera la misma para todos, para que no hubiese desempleo, para que las escuelas estuvieran llenas de niños y jóvenes.
Hoy parece imposible, mirando este mundo globalizado e insensible, que hace ya treinta y seis años en nuestra Patria, en Córdoba, en Villa María, hubo hombres y mujeres que se brindaron por buscar un mundo más justo, más solidario.
Sabían lo que hacían... Y porque lo sabían, eran conscientes de lo duro de la tarea emprendida y de las dificultades que enfrentarían para lograr su propósito. Su sacrificio no tiene que caer en saco roto.
Una generación perdida, pero recuperada al fin a través de la memoria. La pregunta es, ¿dónde estábamos los otros mientras esto ocurría? ¿qué hacíamos, salvo unos cuántos?
Al pensar en esto nos queda un sabor amargo a impotencia y a culpabilidad por no ver o no querer ver.”
APDH, ACER, SEP, UEPC, AMMA Salud, Asociación
Civil “Verdad Real, Justicia para Todos”, Verdad y
Justicia, Quijotada, CGT, Asociación de ex Presos
Políticos de la Provincia de Córdoba, Centro de
Periodistas Lucio Capdevilla, UNVM, Concejo Deliberante de Villa María, Universidad Popular, CEC, Fundación para la Participación Política y
Social "La Vanguardia",
Asociación Civil Síndrome Angelman, Mesa de Trabajo de Derechos Humanos de
Villa María, Asociación Civil Eduardo Requena, SADE
Villa María
Otras notas de la seccion Suplementos especiales
“Es necesario que los trabajadores sean blanqueados”
Grupo colombiano toma el control de Libertad
Fuerte contrapunto entre la UIA y la CAME por los datos
Córdoba recibió 297,3 millones más que el año pasado
Nueva forma para buscar "laburo"
|