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26 de Marzo de 2012
Historias de vida
"Cuando pasaron el semáforo en rojo, violaron todos sus derechos"
Habla Lucía Gigena de Deheza, la mujer que impulsó la campaña de las estrellas amarillas tras el dolor más grande que puede sentir una madre
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Lucía siempre fue empleada doméstica. Su marido, jardinero
¿Qué le diría a la sociedad?
La pregunta, sobre el final de la extensa entrevista, la silenció. Pensó un largo rato y nuevamente sus ojos se humedecieron. "Le diría que con un ‘no’ dicho a tiempo, con una llave del vehículo quitándoselas de las manos, sabiendo poner límites, les podés salvar la vida. No se tiene idea de lo que es que te toquen el timbre a la madrugada y que te digan que tu hijo está en el Hospital. Y que cuando llegas al Hospital, tu hijo está muerto. Así de sencillo todo y así de cruel. Y después es tarde para todo."
Habló Lucía Gigena de Deheza. Ella es la mamá de Damián fallecido a los 18 años en un hecho de tránsito, el 10 de agosto de 2009, cuando la conductora de un automóvil cruzó el semáforo de Alem y San Juan en luz roja y terminó con la vida del chico. Tras esta enorme tragedia, ella impulsó la pintada de estrellas amarillas en Villa María. Desde entonces pintaron 46, que recuerdan e inmortalizan a las víctimas del flagelo de la accidentología, que tienen un promedio de 20 años. "Si hoy seguimos pintando, el promedio de edad es menor. Y Villa María sería una inmensa estrella", se lamentó.
Lucía fue entrevistada ayer en la Redacción de EL DIARIO. Por fin, le prometieron la semana pasada en los Tribunales que antes de la Feria Judicial de invierno se realizará el juicio oral y público que sentará en el banquillo a la mujer acusada de "homicidio culposo", por la tragedia que le costó la vida a su hijo.
Ella reveló que lo sucedido significó su mayor dolor pero que tuvo una vida signada por las dificultades.
Nació en La Playosa y tuvo cinco hermanos, uno ya fallecido. "La muerte de mi hijo fue la gota que rebalsó el vaso. Tuve un papá alcohólico y golpeador y una mamá débil de carácter. Al ser la mayor de los hermanos, me hice cargo de los cinco. Me casé joven, con un buen hombre. La vida no fue fácil para nosotros", narró.
Habló de la enfermedad de uno de sus hermanos, se conmovió, pensó un rato y lanzó: "Puede sonar loco lo que digo, pero esta sucesión de tristezas me llevó a luchar. Cuando uno quiere algo, hay que luchar para conseguirlo. El ‘no’ siempre lo tenés, hay que ir por el ‘sí’".
Los Gigena vivían en el campo. Su papá murió hace diez años. No le guarda rencor. "Cuando uno es chico odia eso, pero cuando crece va comprendiendo. Yo entendí que era una enfermedad, el alcoholismo es una enfermedad", argumentó.
"Mi mamá (Olga Ñañez) es una vieja que yo envidio. Hoy tiene una fortaleza enorme y las pasó, las pasó a todas la vieja. Además de sepultar a un hijo sepultó a dos nietos." Es que además de Damián, la familia sufrió también la pérdida del sobrino de Lucía, Daniel Osorio, hace siete años, en un tremendo choque en el que fallecieron cinco jóvenes. "Cuando despedimos a mi sobrino prometí que no iba a parar. No lo hice. La fundación (de las estrellas), luego, me enseñó que yo valía. Antes yo no hablaba con nadie era tímida tenía temor de sentirme despreciada. Damián luchaba mucho contra ese aspecto de mi personalidad, el quería que me animara", señaló.
Lucía se casó a los 16 con Marcelo, quien por entonces tenía 22. Fruto de esta relación nacieron Marcela, que hoy tiene 36, y Damián. Marcela le dio una nieta al matrimonio: Iara, de 10. "Mi esposo tiene una vida muy parecida a la mía. Murió su mamá y pasó a ser un hijo más de mi madre pasó a defendernos del infierno que vivíamos con mi papá", confió.
"La luchamos juntos. Marcelo es muy especial. Yo hubiese querido tener el padre que tuvieron mis hijos: el es un señor padre", dijo conmocionada. "A mí me van a ver luchando sola porque él no ha asumido la muerte de su hijo. Eran muy compinches, compañeros, consejeros. Se iban a comprar la ropa juntos, jugaban a las bochas. Eran inseparables", declaró.
Suelen ser las mujeres las protagonistas de las luchas en medio de los grandes dramas. Lucía coincide con eso repasando los ejemplos de las Madres de Plaza de Mayo, las integrantes de Verdad y Justicia, entre otros. "A los hombres les cuesta más mostrar su lado combativo. Fijate que es así en todos los sentidos. No es porque a los hombres no les interese. En mi caso, mi marido no habla de la muerte de su hijo. Sí charla de eso con los amigos de Damián", señaló. Y abrió un párrafo especial para las amistades de su "angelito": "Siempre lo criamos con la idea de que tenemos que conocer con quiénes se juntaba. Damián se fue con Dios pero me dejó una herencia de diez amigos que son unos señores. Ellos llaman a mi esposo y él les prepara un pollo al disco. Es hermoso, fantástico. Cuando a Marcelo le robaron la bicicleta pusieron 60 pesos cada uno y le compraron una. Eso no tiene precio", contó llorando. "Esas actitudes también hablan de lo que era Damián. Se fue y me dejó diez hijos más."
La señora se sonríe cuando recuerda que su chico era picaflor. "Tenía varias novias", contó entre risas. "No era ni ángel ni demonio: era un adolescente. No se puede juzgar", consideró. Luego habla de su hija Marcela. "En mi casa somos dos mamás con dolor. Yo siempre trabajé y ella lo crió. No puede superarlo, siempre busca en algún nene un parecido con su hermano. Eran compinches y tiene una marca para toda la vida."
"Iara, mi nieta, es un sol. Te ve mal y te pone la computadora y se pone a bailar. Es muy chica para querernos contener, pero trata de hacerlo." Damián fue una imagen paterna para la niña, porque Marcela se había separado.
"Cuando él nació, creí que mi vida ya estaba. Tenía la nena, el varoncito. Dije: mi hogar está completo. Cuando falleció, se nos fue la mitad de la vida. Lo económico siempre va y viene, lo que nunca se supera es esto. Yo todos los domingos me levanto a esperarlo, acostumbrada a que lo hacía. Creo en Dios y si no creyera, ya no estaría. Creo en la vida después de la vida y si uno es un buen ser humano, voy a volver a estar con él. Pero la ausencia duele", confesó. "Siento que lo está pasando en la sociedad es porque se dejó de lado a Dios. El dios es el dinero, a la gente le interesa poco la vida del resto. Mientras no volvamos a las fuentes, a la familia, al respeto, esto no se revertirá", opinó.
Lucía develó que cambió el odio por compasión y que Julio Ambrosio, el hombre que creó la fundación de las estrellas amarillas a nivel nacional, "me sacó del egoísmo que apareció por este dolor". "Conversé con tantas mamás que pasaron lo mismo, que cambié la pregunta de por qué a mí, por la de por qué a mí no."
"El dolor es tremendo, pero si lo volcáramos en el prójimo sería la vida más llevadera. Y si algo me sirvió el infierno que viví cuando era chica fue para estar parada ahora... aunque no tenga ganas", manifestó. "No odio a los que mataron a mi hijo. Siento muchísima pena por ellos, para quienes significó matar al perro de la esquina y dejarlo abandonado en la calle. Dios no permitirá que ellos se olviden de lo que hicieron. Cuando pasaron el semáforo en rojo les violaron todos sus derechos. Cuando tanto se habla de derechos humanos debemos pensar que esos lo son."
Lucía se despide reinvindicando a los jóvenes: "A quienes tenemos que educar es a los adultos."
Diego Bengoa
Fotos: Roberto Zayas

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