Escribe: Juan Manuel Gorno

Atónito, silencioso, frustrado, el hincha de Alumni se fue anoche de Plaza Ocampo con quizás las peores sensaciones que se pueden experimentar cuando te toca la espalda el fantasma del descenso.
Desde la cancha no hubo señales. El equipo jugó horrible, perdió bien, 4 a 1 contra Libertad de Sunchales, y quedó más hundido en el fondo de la tabla, a tres puntos de Unión, el otro conjunto de la localidad, y a falta sólo de tres partidos para el final de la historia.
Entonces hubo bronca, insultos, una esperanza desintegrada y un puñal en el corazón de ese seguidor de Alumni que pagó la entrada pensando que anoche “podía ser la noche” para escaparle a los problemas.
Esos mismos problemas se percibían en la previa, en el momento que el entrenador José Manuel Vázquez no pudo disponer de algún volante central que pueda ser batallador o tenga la sapiencia para controlar los tiempos en una zona caliente, donde Libertad se hace fuerte.
La remendada línea de volantes que puso “Pistola” se notó liviana desde el principio, hubo marcados inconvenientes para hacer los relevos, desinteligencias en la última línea y todo se magnificó para peor cuando, a los 6 minutos, Libertad pegó rápido sobre el arco de Hernández: Víctor Cejas se escapó por derecha, mandó el centro y Maximiliano Antonelli, de cabeza, enmudeció temprano a la “Placita”.
Alumni tuvo que tomar mayores riesgos, pero por entonces le faltó corazón y pases cortos, a la vez que nadie se animó a ocupar los espacios por afuera en los últimos metros, donde Víctor Rena y Marcos Godoy quedaron encerrados en la línea de tres que tuvo atrás el elenco de Sunchales. Encima, ni siquiera funcionó la fórmula de la pelota detenida, vía por la cual estuvo cerca de anotar Maximiliano Rosales, con un cabezazo que salió alto.
Partido al medio y sin brújula para darle buen destino a la pelota, Alumni sufrió ante la prolijidad de Libertad para salir rápido y sorprender por afuera, con las proyecciones de Cejas y, sobre todo, de Sebastián Vezzani, un jugador clave desde el sector izquierdo.
Antonelli, dos veces, tuvo chances para aumentar mientras Libertad aprovechaba los espacios en ataque. Primero Hernández le negó el gol y después el remate del delantero salió afuera.
La llave para el segundo de Libertad fue un tiro de esquina: Vezzani ejecutó con precisión y César Ariel Quiroga, cumpliendo la “ley del ex”, la embocó de cabeza, ante otra desatención de la defensa fortinera.
Recién después de ese segundo tanto visitante, Alumni despertó a fuerza de enjundia, con Diego Villagra y Víctor Rena como los abanderados del esfuerzo. También mejoró Juan Aimar, quien a los 41’ se filtró por derecha y envió un remate que el arquero Nicolás Caprio no supo rechazar. La pelota viajó a la red y el hincha local recuperó esa ilusión perdida.
El propio Aimar estuvo cerca de hacer la heroica un minuto después, pero su tiro libre reventó el travesaño, antes del cierre de la primera etapa.
Para el complemento, “Pistola” trató de reacomodar la estructura, sacó al pibe Carlos Morcillo (anoche debutante), dejó a menos gente en el medio y mandó a la cancha a Diego Manicero para lastimar mejor por las puntas.
Alumni fue desesperado en búsqueda del empate y tuvo 20 minutos de dominio absoluto, pero eso no alcanzó porque siempre faltó el pase final ante un rival abroquelado, que se dedicaba sólo a sacar lejos para que la aguante Antonelli.
De todas maneras, en cada réplica bien gestada, Libertad orilló el tercero.
A los 27’ Hernández le sacó un buen remate a Matías Rinaudo. Y a los 34’, en otro contragolpe, el ingresado Antonelli dejó sólo a Vezzani, quien colocó el 3-1 y se transformó en otro verdugo de su ex equipo.
A partir de allí, Alumni sólo se quedó en el lamento. Había agotado todas sus reservas y solamente corría en cancha porque así se lo pedía su gente, molesta por ser testigo de repetidos tropiezos.
Mongada, con un remate desde afuera del área, completó la goleada y desató la bronca generalizada, sobre todo entre jugadores y dirigentes que se repartieron culpas en este momento difícil, triste.
Al hincha no le quedó siquiera ganas de quedarse. La salida con cabeza gacha, preguntando por el Argentino B, fue todo un síntoma.