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Una escena de la película que se verá desde hoy en la Medioteca |
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Esta noche a las 21.30 en el Espacio INCAA de la Medioteca se estrena “Ferroviarios”, documental que narra el cierre de la estación de Cruz del Eje en las voces de sus protagonistas y en el recuerdo personal de su directora, quien hoy estará en Villa María acompañando su película.
Aunque proveniente de una familia de ferroviarios, Verónica Rocha no tenía en los planes realizar un largometraje cuyo tema central fueran los trabajadores de los rieles. O al menos no hasta que, tras quedarse sin casa, se fue a vivir a un vagón. No se trata, imaginativos lectores, de un vagón varado entre los yuyos de una estación abandonada, sino de otro muy distinto: un convoy recubierto en madera y remodelado por una arquitecta, con servicios de agua y luz, enclavado sobre dos trozos de vía en un terreno. La arquitecta, que no podía mantener su original vivienda, se la dejó muy barata a su amiga cineasta. Y así fue como Verónica, en un arranque de entusiasmo (y también de activa melancolía) decidió tapizarlo con fotos de la estación de su ciudad natal, la bella y lejana Cruz del Eje. Y entonces, a partir de este viaje y gracias al desfasaje asesino que suele existir entre la realidad y los recuerdos, empezaron a producirse los primeros sentimientos encontrados de lo que luego sería un documental. Pero mejor que lo cuente la propia directora.
“Aquella tarde llegué a la estación y empecé a caminar hasta el antiguo Depósito de Locomotoras. Y ahí encontré una fosa mecánica sin nada, trenes abandonados, hierros oxidados... Sentía que caminaba por un campo de batalla. Pensé que lo que veía era parte del taller ferroviario donde habían trabajado tantos en mi familia, incluso mi papá en su juventud. Las fotos que iba sacando sólo me mostraban deterioro. Y ahí me di cuenta de que yo no sabía nada, ni cómo habían sido los talleres ni quiénes habían trabajado allí. Mucho menos cómo se había llegado a ese estado actual, donde unos predios ferroviarios albergan hoy una cárcel de máxima seguridad”.
-¿Por eso el documental comienza con una búsqueda privada?
-Claro, es la búsqueda personal de una imagen, pero termina siendo la historia colectiva de los ferroviarios en Cruz del Eje. Y no sólo de los ferroviarios, también es la historia de muchos trabajadores argentinos, esos que vivieron de manera dramática los cambios del Estado y el cierre de fábricas con el consecuente desempleo.
-En el título “Ferroviarios” ¿hay algún homenaje implícito a la canción de Jairo?
-¡No! (risas) ¡Aunque te parezca mentira, a Jairo no lo conozco! Lo curioso es que todos me decían que le pusiera a la película esa canción de Jairo, que también es de Cruz del Eje. Es una canción muy emotiva, pero sin embargo elegí a Enrique Roitter, que compuso especialmente la música del documental, reflejando los climas de manera sutil y bella. Pero “Ferroviarios” es también el título de un libro de Juan Carlos Cena, el hombre que más sabe de ferrocarriles en el país…
-¿Lo contactaste para tu documental?
-Lo contacté y me ayudó muchísimo durante los cinco años de realización. Por eso cuando le pedí permiso para ponerle a la película el mismo nombre que su libro (que se llama “Ferroviarios - Sinfonía de una lucha”) me dijo que no había problema, que su libro en realidad se llamaba “Los Ferroviarios”, sólo que la editorial le sacó el artículo. El título mío es porque en Cruz del Eje todos dicen que son de un “pueblo de ferroviarios”.
-¿Te sirvió de inspiración el documental de Pino Solanas sobre los trenes?
-Pino es un grande y tiene un estilo muy marcado, además de su recorrido personal que lo lleva a posicionarse desde una voz de autoridad en lo político y social. Pero nuestra película no tomó nada de “La próxima estación”. Acá sólo hay voces de ferroviarios y vecinos, no hay ningún experto o voz académica que hable sobre el tema. La historia se cuenta desde la relación cotidiana con lo ferroviario.
Y entonces, Verónica cita brevemente algunos de los periplos humanos de su película: la historia de Lucila, que despide a su novio en la estación; la historia de Dreifo, al que le decían “el negro de la técnica”; la historia de Roque, que aprendió la palabra “irreversible” cuando cerraron el taller; o la de Beba, que llevaba sándwiches durante la toma de la estación, y la de Juan, que renunció para no apagar el torno de ruedas. Y por cierto, también la historia suya, la de una nena de 5 años que, por esos tiempos, buscaba a su perro perdido entre las vías.
-¿Hubo gente que se conmovió con las historias de tu película?
-Muchísima. La película fue proyectada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y, al final de las proyecciones, personas de lugares muy distintos contaban que en sus pueblos había pasado lo mismo o que se sentían identificados.
Sin embargo, las coincidencias más fabulosas son las que llegan desde afuera del ámbito cinematográfico, como esta que relata Verónica y que podría ser el tema de un documental aparte: “Un extra de 70 años que aparece descargando vagones en una escena de reconstrucción me contó, al final del rodaje, que su primer trabajo fue precisamente descargando vagones en la misma estación. Hubo un montón de ex ferroviarios que trabajaron de extras y todo el tiempo aportaban cosas muy importantes como el reloj del guarda, elementos de utilería o los uniformes de trabajo que aún tenían guardados desde hacía años y estaban impecables”.
Iván Wielikosielek
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