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Kamienski ya está en territorio europeo haciendo notas que nutren el proyecto periodístico que lidera. En el primer tramo del periplo recorrerá Polonia junto a Nora Lía Ingaramo |
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Escribe: Richard Kamienski
Es mi tercera vez en Varsovia. Es la tercera vez que estoy fascinado por esta ciudad, que en 1944 parecía irrecuperable según las muestras fotográficas que se pueden observar por cientos, en los distintos lugares que han sido recuperados hasta quedar tal cual eran antes de los crueles bombardeos nazis.
Varsovia es la puerta de Europa del Este y es una sugerencia para todos aquellos que eligen como destino este lado del mundo.
Pero como nuestra misión es encontrar villamarienses, les tengo que contar queridos lectores que el encuentro fue esta vez programado con una hija dilecta de la ciudad, Nora Lía Ingaramo, sobrina de quien escribe estas líneas.
Lía, que reside en España más precisamente en Mazarrón de la provincia de Murcia, ha llegado hasta aquí para acompañarme a la localidad de Ruda Huta, ya que allí existe un Liceo de Enseñanza Media y Superior que lleva el nombre de Henrik Michael Kamienski, abuelo de mi padre.
Henrik M. Kamienski es a su vez Patrono del pueblo, un típico lugar de molineros y trigales, actividades a las que él se dedicaría con total empeño.
Este señor que sin pensarlo tal vez, tuvo luego tanto que ver con la República Argentina, ya que con el paso de los años uno de sus hijos, Henrik Viktor, se trasladaría con toda su familia para instalar molinos en distintos lugares de la floreciente nación americana.
Así fue que en Ensenada primero y luego en Río Cuarto, Berrotarán,Villa María, Hernando y General Deheza recibirían la experiencia traída desde la lejana Polonia.
Permítanme acotar que Nora Lía Ingaramo es una villamariense de pura cepa hija de Jacinto y Sara Kamienski.
Junto a sus dos hermanos, Ana Laura y Marcelo, se crió y realizó todos sus estudios repartidos entre el José Ingenieros y las Hermanas Rosarinas, para culminar su formación profesional en la Universidad Nacional de Córdoba, de donde egresó con su título de Traductora Pública Nacional.
Dos sonrisas en el gris de la tarde
Tarde fría y gris el cielo en la llegada de Norita a la estación terminal de trenes de Varsovia, en donde yo la esperaba
¡Tío Ricardo! fue el grito alborozado de ella que llamó la atención de los polacos que miraban la escena del encuentro con una sonrisa.
Ellos, los dueños de casa, sin saberlo veían cómo dos villamarienses que estuvieron separados por 15 mil kilómetros de distancia se abrazaban muy fuerte.
Risas, que se mezclaron con algunas lágrimas de alegría y emoción.
"Hice un lindo vuelo hasta Cracovia, y el trayecto en tren hasta Varsovia fue realmente hermoso. Atravesando los campos y pueblitos muy pintorescos que hicieron el recorrido delicioso. Saqué muchas fotos, traté de hablar en inglés con algunas personas, pero aunque obtuve pocas respuestas, siempre me respondieron con una sonrisa, con buena onda. Estoy chocha (sic) de poder haber realizado esta travesía", fueron las primeras frases que le escuché decir a mi querida sobrina y de ahora en más compañera de viaje.
Luego de un reconfortante té en un bar muy cálido y con algunas carcajadas que coronaban pequeñas anécdotas de mi viaje anterior, un parroquiano nos sorprendió.
Desde una mesa contigua y en perfecto español el hombre se despachó con un "¡qué bien la estais pasando y eso que acabais de llegar!".
Los tres estallamos en una sonora risa que llamó la atención del resto de la concurrencia del bar.
Era el comienzo de la visita de Nora a Polonia. Con una leve nevada, caminamos hacia la histórica Ciudad Vieja y pudo ver el Castillo Real, la Catedral de Santa Ana, el Monumento de Kopernico, la Torre del Rey Segismundo, y toda la belleza recuperado con gran esfuerzo y sacrificio de millones de polacos que la reconstruyeron tal cual era antes de la infame guerra.
Qué te ha parecido, en principio, la gente, le pregunto a Nora y ella responde:"Son muy amables y simpáticos, estoy segura de que la vamos a pasar muy bien. Noto en ellos una simpleza que los europeos en algunos lugares no muestran, parecen más fríos, pero lo poco que he visto de los polacos es esto que te digo, los noto muy amables, agradables en el trato".
"¡Estoy recontenta!", me vuelve a decir y sus dientes blancos se muestran en otra enorme sonrisa. Entonces llego a la primera conclusión: no hay mejor manera de comenzar mi trabajo, con afecto y tanta alegría que quiero contagiárselas a todos ustedes queridos lectores de EL DIARIO.
Hasta la próxima, desde algún lugar de Europa.
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