Los alumnos y alumnas del IPEM 143 José María Paz se ubicaron al costado de la senda por donde ex combatientes, familiares y amigos de los caídos en la guerra de Malvinas accedieron al predio. Flores blancas, papelitos celestes y blancos y un afectuoso aplauso les dieron la bienvenida.
El acto para conmemorar los 30 años de aquel conflicto bélico entre nuestro país y Gran Bretaña por las islas del Atlántico Sur reunió además a más de dos mil personas en el predio del Museo Nacional de Malvinas, en la ciudad de Oliva.
El vuelo de tres aviones por sobre la multitud marcaron el comienzo de una conmemoración más que emotiva.
Las estrofas del Himno Nacional sonaron con fuerza desde los asistentes y el cantante local Fernando Peralta aportó su cálida voz. La plegaria celebrada por el sacerdote Mariano Pérez dio paso a la rememoración de los inicios del Museo. El conductor del acto, Ariel Galíndez, convocó a quien iniciara este valorado emprendimiento, Gabriel Fioni. El olivense (presidente del Museo de Malvinas) leyó una de las cartas disparadoras que escribió cuando apenas tenía 13 años, allá por 1984, y que luego dirigió a cada viuda o familiar de los caídos en las islas. Similiares mensajes se repitieron en cada aniversario.
De inmediato fueron convocados a subir al palco la esposa de Mario Víctor Nivoli, Graciela, que junto a sus dos hijos y un nieto legaron al Museo el uniforme y objetos personales del primer teniente de la Fuerza Aérea (riotercerense). Y Mario hijo, eligió una carta del propio Fioni para recordar a su padre y comenzar a desandar un mediodía cargado de emociones y honores.
Luego la viuda del suboficial caído en combate, Mateo Sbert, quien recuperó una placa de la basura, antes colocada en un paseo público de la ciudad de Córdoba.
La hija del cabo primero José Luis Peralta, María Laura (30 años) también llevó objetos personales y comenzó a reencontrarse con la historia de su padre, a partir del Museo.
El general retirado Sergio Fernández aportó una mira telescópica inglesa utilizada en la guerra de Malvinas.
También un integrante del grupo scout, teniente Benjamín Matienzo, honró con la donación de un pañuelo al primer teniente Jorge “Toque” Bono (caído en combate).
El villamariense Jorge Capellino aportó para resguardo del Museo una parte de una bomba inglesa arrojada en las islas.
Amigos y camaradas de Angel Arce entregaron un recuerdo y dijeron presente en sentido homenaje, como así lo hizo el médico del Escuadrón Canberra, José Milio.
Como el acto ya se reconoce de manifiesta reciprocidad, desde la Fundación del Museo, integrantes del mismo entregaron un presente a dos trabajadores de la fábrica de aviones de la ciudad de Córdoba, que aportan para que las unidades y cada pieza se luzcan en el predio olivense.

Por el honor

Ezequiel se presentó para entregar al Museo un cuadro con imágenes y la cinta de la corona, enviada por el piloto inglés que derribó el 130 Hércules de su padre, el capitán Rubén Martel (el 1 de junio de 1982). Las letras doradas sobre la tela púrpura, rezan: For a hero now flying with the angel (Para un héroe que ahora vuela con los ángeles), y su firma, (Nigel) Sharkey Ward. Ezequiel, actual piloto de la Fuerza Aérea, contó que mantiene permanente contacto con el piloto del Harrier británico en el conflicto de Malvinas, “sin rencor”.
“Murió junto a seis compañeros y dejó seis hijos sin padre”, resumió el joven, pero rescató que "la guerra finalizada nos tiene que traer historias, que nos saquen adelante como Nación y nos llenen en lo personal, porque Malvinas está llena de historias de vidas”. "Hay un papá, un hijo que no están más, están custodiando Malvinas en la tierra, el aire, en cualquier rincón", agregó.
Otro de los momentos cúlmines del acto lo marcó Oscar Doria, Medalla de Honor en Malvinas por cargar a un compañero herido 40 kilómetros, antes de caer presos del enemigo. El ex combatiente hoy radicado en España se explayó sobre su experiencia y entregó al Museo la capucha de su torturador durante la captura. Fue la primera vez que Doria participa de un acto por Malvinas, y fue en Oliva. Allí se reencontró con sus pares y las historias, “historias de vida unidas por un sentimiento”, como resumió.
Finalmente la Academia Gaudium Ritmos brindó una danza en homenaje, con “La isla de la Buena Memoria” (Alejandro Lerner). El público no se desconcentró luego. Se repartió entre recorrer el Museo, el predio, fotografiarse o saludar a los homenajeados, esos héroes argentinos que llevan su historia a Oliva. Y es lo que hace a Malvinas, historias de vida.

LAS FOTOS:
1- Una multitud marcó que Oliva ha creado el espacio propicio de homenaje por Malvinas
2- La familia Nivoli a punto de legar objetos de Mario al Museo
3- Ezequiel, sin rencores, entregó lo preciado a resguardo