Su país logró reducir la pobreza de un 40% a un 13% y, si bien reconoce el logro, él prefiere trabajar en las soluciones que faltan.
“Tenemos 30 mil personas que viven por debajo de la línea de indigencia y 64 mil que están por debajo de la línea de pobreza. Y nos duele cada uno de los uruguayos que vive en la indigencia, es por eso que no nos podemos rendir”, dijo Luis Rosadilla Pereira, senador uruguayo que ayer visitó EL DIARIO.
Si bien Uruguay ha crecido en producción de riqueza y en distribución (tiene una desocupación que está por debajo del 6%), no deja de ver lo que falta por hacer. Entiende que no es cuestión de dormirse en los laureles.
“Pensamos que hay que mejorar la calidad del trabajo. Hay muchos obreros que ganan menos de lo que se necesita para vivir, por lo que hay que impulsar políticas en ese sentido”, dijo.
También le preocupa la educación. “Aumentó la matrícula universitaria, un poco la secundaria y se mantiene la primaria. Lo que no conseguimos todavía es que se enamoren de la educación. Tenemos que trabajar por la calidad”, aseguró.
No deja de ver tampoco que hay 10 mil presos en su país y que las drogas suelen ser el camino elegido por chicos vulnerables.
Quiere que los jóvenes vuelvan a la política. “Yo creo que tienen hambre de participación. Lo que no les gusta es el menú que les ofrecemos. A los chicos les interesa la política, pero no la que ven”, indicó.
Confiesa que hay temas postergados y que son ineludibles, como la equidad de género y la buena relación del hombre con la naturaleza.

Tupamaro, ayer y hoy

José Rosadilla Pereira se desempeñó hasta hace poco como ministro de Defensa en el Gabinete de José “Pepe” Mujica, cargo al que renunció por razones de salud. Confeso adicto al trabajo, entendió que la única manera de parar el ritmo era estando fuera de esa responsabilidad ejecutiva y seguir adelante en la función de senador para la que fue electo.
“Es que nosotros tenemos un doble compromiso, porque muchos de los compañeros y compañeras que compartieron los sueños con nosotros están desaparecidos y no pueden ver lo que estamos haciendo. Debemos trabajar también por ellos”, dijo el tupamaro que tiene en sus espaldas 40 años de activismo en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN).
Por su militancia, este uruguayo hijo de panaderos fue detenido en las cárceles de la dictadura y liberado nueve años después, en 1982.
La vida después de la detención tampoco fue fácil. El trabajo no era un bien ofrecido a un tupamaro recién salido de la cárcel, por lo que trabajó junto a su madre lavando sábanas.
Así fue transcurriendo la vida, siempre dentro del Movimiento que llegó hace unos años al Gobierno uruguayo con el acompañamiento del 53% de los votos en la última elección.
No habla de un pasado tupamaro. “Sigo perteneciendo al Movimiento”, dijo.
Reconoce que la ciudadanía vio con buenos ojos a esos muchachos que participaron activamente de la faz política del país al comienzo de la vida del Movimiento, “en la etapa robinhoodesca”, pero opina que ese mismo apoyo se retiró cuando llegó la hora de los enfrentamientos con la dictadura.
“Igual quiero decir que hoy la gente, aun la que no está de acuerdo con nuestras políticas, valora que asumamos la responsabilidad de Gobierno con coherencia y transparencia, decencia y responsabilidad”, indicó.

La historia común

Cuando se le consulta sobre las semejanzas y diferencias entre Argentina y Uruguay, entiende que compartimos “una historia en común”. “Si pensamos a nuestra región hace 30 años, vemos a las dictaduras feroces, la economía volátil que golpeaba especialmente a los trabajadores dejando el campo libre a los capitales internacionales, fundamentalmente financieros, y, además, una fuerte tensión entre los países de la región”, dijo.
“Hoy se ha avanzado. Se ven procesos de integración entre los países de la región, integración plagada de contradicciones y que transitan un camino lento y complejo. Sin embargo, hoy se sabe que no hay otro camino”, afirmó. También destacó que hay crecimiento económico, “lo que no es sólo aumentar el número de billetes. También hay una libertad enorme y movimientos sociales y sindicales que están reverdecidos”, agregó.
“Por supuesto que no vivimos en un mundo socialista. No estoy conforme, pero hay que mirar la película, el proceso y no detenerse en una foto”, aseguró.
Su visita a la Argentina y a la provincia de Córdoba le dejó una buena sensación. “Se ve un proceso de desarrollo productivo con inclusión”, dijo, valorando especialmente aspectos de la comunidad de Villa María como la Universidad y las obras como la Medioteca.
El también deja una buena impresión. La impresión de un hombre al que la cárcel, el sufrimiento y las pérdidas no le cambiaron el rumbo porque conserva intacto el sueño colectivo de un país con justicia social.

Empezar los cambios por uno mismo

El senador uruguayo explicó que el presidente de su país, José “Pepe” Mujica, siempre les dice que no se puede cambiar la sociedad “si no cambiamos nosotros mismos”.
Es decir que insta a los miembros del Movimiento a ser coherentes entre lo que pregonan y lo que hacen.
Y uno de los aspectos que más sobresale de esa actitud, es la que tomó como ministro de Defensa frente a las instituciones militares. “Institucionalmente no es posible actuar con rencor. Si uno no lo puede superar, tiene que apartarse”, indicó.
Por ejemplo, en su programa de gestión al frente de la cartera tenía como objetivo mejorar la calidad de vida y el trabajo de los soldados.
Entiende además que no se puede ser autorreferencial en la gestión. “Sí hay que tener memoria, pero memoria colectiva, que no tiene que ver con el proceso que vivimos individualmente. Esa memoria colectiva, social, la puede tener un joven que no vivió en dictadura o la puedo tener yo, que me defino como artiguista sin haber estado en esa época”, concluyó.