Literatura plagada de problemas políticos. Escritores que proponen modelos narrativos de ruptura. Fragmentación del tiempo y del espacio. Rompecabezas. Modelos para armar. Personajes que no se terminan de definir en la obra y que acaso haya que completar en el plano de la realidad. Libros que intentan sacudir al lector y lo conminan a que tome parte del acto creativo, que no es otra cosa que incitarlo a las armas ya que leer es también un acto revolucionario. En síntesis, una literatura que no es muy amena pero cuya riqueza discursiva y modos de leer la historia es alucinante.
Todas estas frases tan contundentes como apasionadas son de la profesora Verónica Peretti. Y con ellas ha intentado definir el tema que le quita el sueño: la esencia de la literatura escrita en español en nuestro continente.
“Aunque parezca una definición foránea, la literatura latinoamericana tal como hoy se la conoce, empieza con el famoso boom, es decir con la explosión editorial que se produce en Europa y Estados Unidos con nuestros libros, esos que vienen a decir que este pedazo de mundo tiene una manera particular de narrar historias y un imaginario distinto al resto. Antes del boom, lo que había eran literaturas nacionales.”
Y en esto, Argentina fue pionera.
-Totalmente. Y lo fue porque escritores como Borges, Bioy Casares y Cortázar o las revistas literarias que se producían acá (Proa, Sur y Martín Fierro) influyeron a todo el continente. Argentina era el país de los traductores. Y todos los libros foráneos pasaban por acá antes de incorporarse al resto.
¿Nuestro país salió perdiendo con la llegada del “boom”?
-No sé si perdiendo, pero dejó de tener la preponderancia que tuvo hasta los años ´50. Escritores como García Márquez o Vargas Llosas reconocen la importancia crucial de Borges, por ejemplo.
¿Estamos desfasados de Latinoamérica?
-El problema de Argentina es que nunca se sintió parte de Latinoamérica, siempre mirábamos a Europa. Tomás Eloy Martínez decía que estamos fuera del mapa, porque los europeos no nos aceptan y nosotros no nos aceptamos como latinoamericanos.
Pero tenemos una tradición distinta.
-Claro, porque acá se arrasó con el indio y el negro mientras que en los otros países esas etnias marcaron la cultura. Los inmigrantes generaron acá una aristocracia cultural. Argentina era cosmopolita. Sin embargo, hoy ya no somos un país de punta. Ya no hay una Victoria Ocampo o mecenas que banquen a los escritores.

El “boom” y su después

Se hace difícil encontrar en un libro preciso el acta de fundación del llamado fenómeno. Pero sin duda alguna La ciudad y los perros del peruano Mario Vargas Llosas (1962), Rayuela de nuestro Julio Cortázar (1963) o Cien años de soledad del colombiano Gabriel García Márquez (1967) son los primeros ejemplos acabados del movimiento. Con esta última, además, nacerá el realismo mágico, hijo dilecto del movimiento.
“Se trata -explica Verónica- de una síntesis entre el género fantástico que hasta los ´50 se desarrollaba en Argentina y el género real maravilloso de Alejo Carpentier en Cuba. Pero la mentalidad mágica es precolombina es la mentalidad del indígena. Y ahí radica su originalidad. Para García Márquez, es natural que lluevan pájaros, pero no lo es para un inglés. Por eso esta literatura es tan rica para los europeos.”
¿Cuál es la actualidad de los libros latinoamericanos?
-Se está escribiendo mucha novela historiográfica, la que narra la historia de América desde sus inicios pasando por la colonización y la independencia hasta llegar a las dictaduras, el exilio y los desaparecidos; que son los grandes temas en común de todo el continente.
¿Es una mirada retrospectiva?
-Totalmente. Hoy se escribe mirando hacia atrás, para entender qué está pasando hoy en nuestros países. Por eso, el gran tema de la literatura latinoamericana no es la revolución sino la identidad. El colombiano William Ospina con El país de la canela, la mexicana Laura Esquivel con Malinche o la nicaragüense Gioconda Belli con La mujer habitada, intentaron dar algunas respuestas.
¿Y nosotros?
-También. Andrés Rivera con La Revolución es un sueño eterno o Pablo De Santis con El enigma de París. La escritura argentina sigue teniendo tradición pero nada de renovación y una de sus características es la reescritura, el mirar hacia atrás, el no tomar riesgos narrativos de cara al futuro.

Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-