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Siglo XXI. La tecnología se instaló en las calles, en nuestras casas, en nuestros trabajos. Lentamente, silenciosamente nos fue invadiendo. Lentamente, silenciosamente fue avanzando al compás de un mundo que venera al dinero, al individualismo y transforma el ser en no ser, lo real en lo virtual.
Sin prisa, transita por nuestras vidas comunicándonos con los más recónditos lugares del planeta.
Fascinando, seduciendo, permitiéndonos volar junto a otros en la alfombra mágica de Mr. Explorer.
Y de pronto, uno sentado ante tanta “maravilla”, creada por mentes iluminadas, se pregunta por qué entre tanto progreso sigue la pobreza buscando la salida de la cueva de un sistema perverso y la marginación un espacio en el territorio de la igualdad.
La cruz que llevó Cristo, hace más de dos mil años, sigue transportada, en un Vía Crucis permanente, por millones de personas de este Universo que muestra con orgullo la perfección del sistema planetario y no tiene explicaciones para las injusticias y desigualdades de la Tierra.
Siglo XXI. Semana Santa. Muerte y resurrección. Amor, familia, valores.
Palabras que a veces escondemos y otras las mostramos como reliquias.
Palabras que protagonizaron una semana mezclada con las noticias de las crisis europea, reclamos de trabajadores, las tradicionales peleas en el ámbito político y la violencia que nunca falta a una cita. Ni siquiera en feriado largo de celebración religiosa.
El hombre nace libre, responsable y sin excusas (famosa frase de Sartre). Sin duda, pero poco a poco se va transformando en un minúsculo engranaje de la gran maquinaria fabricada para aplastarlo.
De ese monstruo grande que decide quién tiene la posibilidad de poder elegir un camino y quiénes no tienen ninguna chance.
No podemos quedarnos librados a los caprichos del mundo o sometidos a los designios del poder oculto.
No tenemos derecho a vendarnos los ojos ante las injusticias ni a esconder la mano ante quien la necesita.
Creyente o no creyente, la Pascua en un momento para la reflexión.
Para pensar en concebir al prójimo con amor y grandeza. Para luchar, desde el más insignificante lugar (la tecnología hoy ayuda) por un mundo superador donde la democracia, la igualdad, la dignidad, la paz y la libertad sean el estandarte de las futuras generaciones.
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