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Los “electros” en personas de bajo riesgo están, por ejemplo, en la mira |
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En EE.UU. empiezan a preocuparse muy en serio. Como pasa en otros muchos países, allí la factura sanitaria apabulla a las autoridades porque se les come el 17% de su PIB y se eleva a 250 mil millones de euros cada año.
Un coladero por donde se va parte del dinero -en un sistema en el que se paga la mayoría de las veces por acto médico- es el ingente número de pruebas diagnósticas y tratamientos que sirven para muy poco o, lo que suele ser la norma, para nada.
Por esto, y por primera vez, nueve sociedades médicas en EE.UU. han hecho una lista cada una de ellas en las que se citan cinco cosas -todas muy arraigadas en la práctica clínica- de las que se puede y se debe prescindir prácticamente siempre.
Es curioso comprobar que en esa lista se habla de cosas tan comunes como de los electrocardiogramas de chequeo en personas de bajo riesgo, de las radiografías de tórax en los preoperatorios, de las resonancias magnéticas en dolores de espalda de menos de seis semanas de evolución, de densitometrías óseas en mujeres de menos de 65 años y de hasta 40 cosas más. Incluso los oncólogos -sabiendo lo sensible que para la sociedad es la palabra cáncer- han reconocido qué pruebas y terapias no tiene sentido que se sigan haciendo.
Propios médicos
Es bueno que sean los propios médicos los que acuerden las rutinas que se han ido instaurando en sus especialidades sin tener detrás de ellas evidencia científica suficiente y que si se siguen llevando a cabo de rutina contribuirán en un porcentaje alto a arruinar los económicamente deteriorados sistemas de salud de medio mundo.
En una época en la que la relación entre el coste y la eficacia hay que tenerla en cuenta más de lo que se hizo nunca, conviene que los profesionales reconozcan lo mucho que de ellos depende el gasto sanitario y lo sensato que es el acotar el dispendio en acciones inútiles, que dilapidan euros y pueden ser para el paciente incluso más dañinas que beneficiosas.
El ejemplo estadounidense se extenderá sin duda a muchos otros países. España no debe estar ajena a reflexiones de esta naturaleza. Y menos en momentos de crisis superlativa como las que vivimos.
Fuente: El Mundo- J.L. de la Serna.y J. Beneytez
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