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12 de Abril de 2012
EL DIARIO en los barrios
Talabarteros, un oficio en extinción
El barrio Lamadrid tiene la particularidad de albergar media docena de talabarterías que son las únicas en el país que hacen monturas. Dialogamos con uno de los pioneros, Augusto Carpené, fundador de una generación de talabarteros
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En su máquina de coser, Augusto Carpené
Augusto tiene 75 años y sigue trabajando en lo que debería ser el living de su casa. Corta el cuero y la suela con precisión, cose con destreza y a pesar de haber pasado años difíciles, sigue con el oficio que lo hace feliz.
"Yo empecé a los 12 años cosiendo fútbol", recuerda. Es que en un barrio futbolero, no era raro que las pelotas se rompieran y ahí estaba él, para arreglarlas.
A los 22 años, con un primo que sabía el oficio, fundó su talabartería. "Al poco tiempo, él se retiró y yo seguí adelante con 22 empleados", recordó.
Hoy, todos los dueños de las talabarterías trabajaron con él y además, son sus parientes directos o políticos.
"Yo no se porqué, pero todas las fábricas más grandes, incluso las de Buenos Aires, ya no están. Somos los únicos que hacemos monturas, pecheras y todos los accesorios", aseguró.
Tuvo años de gloria, cuando desde Villa Aurora exportaba las monturas a Italia. Pero después vinieron tiempos difíciles y fue a la quiebra. "¿Sabe por qué me fundí? Por radical", asegura.
En realidad, la adversidad económica vino con la hiperinflación. Cuando cobraban lo vendido a plazos de 20 a 30 días, no podían reponer los materiales para continuar la producción. Así fue que remataron la fábrica que compró un
sobrino y hasta la casa en la que vive, gracias a que la adquirieron sus hijos, quienes hoy siguen adelante con una talabartería para la que él sigue trabajando.
Pese a los malos recuerdos de la híper, se emociona con uno de los momentos más vívidos de su historia.

"Yo soy radical y fanático de Raúl Alfonsín. Una vez, en Diamante, provincia de Entre Ríos, le regalé una montura. Jorge Valinotto sabía eso y cuando vino a Villa María, a AERCA, me invitó. Ahí me presentó con Alfonsín y le recordé lo de la montura. Me abrazó y me agradeció. Le digo la verdad, cuando se murió lloré como un chico", confesó.

Sus días en el barrio

Su padre compró la propiedad en Pasteur 545 cuando él tenía 7 años. Desde entonces, vive en la misma calle y conserva los recuerdos de su querida Villa Aurora, cuando se veía el amanecer dorado, que le dio el nombre popular al lugar y hasta el paso del tren a Las Playas.
"Ahora no es más un gran campito, pero sigue siendo lindo. Es un gran barrio", concluyó.

Tuvo a Batistuta de changarín

El camionero que le descargaba los cueros en la talabartería de la calle Pasteur venía de Reconquista, provincia de Santa Fe. Los hijos del trabajador transportista eran amigos del reconocido jugador de fútbol Gabriel Batistuta.
Cuando el ahora famoso goleador tenía apenas unos 12 o 13 años hacía los viajes con sus amigos y así llegaba a Villa María con la carga de suelas y cueros. "El siempre muy dispuesto ayudaba a descargar", contó Carpené.
"La verdad es que uno de los deseos que quiero cumplir antes de morirme es conocerlo, preguntarle si se acuerda de esa anécdota de su infancia", dijo.
Pero Carpené no sólo tiene a sus futbolistas como ídolos, sino que él mismo practicó ese deporte en uno de los clubes del barrio: Sarmiento, donde fue un aguerrido defensor, asegura.
Una anécdota futbolera lo pinta de cuerpo entero. En un partido, el árbitro cobra penal como si él hubiera tocado la pelota con la mano, ante lo cual, un compañero se pone violento y le pega una patada al hombre de negro. La actitud del referí, sin ver quién lo había agredido, fue la de expulsarlo a Carpené.
"Fui a la Justicia y les dije: les juro por mi madre que no pateé al árbitro y que no toqué la pelota con la madre". Y le creyeron. Sancionaron al árbitro por la injusticia y a él lo dejaron seguir jugando. Jamás delató al compañero que había dado la patada.

El dato

Lo que se perdió: un clásico del barrio fueron los corsos de la calle Mendoza, que organizaba el club Alumni. Sobrevivieron hasta los ´80 y ahora sólo quedan reservados para la nostalgia de los vecinos que participaron activamente de esos carnavales y se acordaban de los personajes que desfilaban por la calle. Noches inolvidables con los músicos del momento como Carlitos "Pueblo" Rolán o Serpentina animaban cada velada.




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