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El mítico disc jockey de los ´70, en ensayo |
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Condición sine qua non para leer esta nota: No estamos en 2008 sino en agosto de 1969. A tres meses del Cordobazo, el principio del fin del Onganiato, a un año del Mayo Francés, con Los Beatles prestos a firmar su certificado de defunción y obnubilados por las lejanas imágenes del primer hombre sobre la Luna.
Después de picar y tomar unos tragos en el Ichi Ban y, ya pasadas las 22, subimos escaleras arriba a la coqueta confitería que se inaugura para hacerle frente a Chac. Kreo, calle Corrientes, primer piso: al frente la pista entablada en madera, al costado la barra y a la izquierda los balcones que dan a la calle. El techo negro, con varillas blancas. Esparcidos, tres espacios con estructuras de cemento munidas de almohadones. Y en un rincón, la mítica cabina del disc jockey.
Meses después, Eduardo Ataide, 22 años, zapatos clásicos, jeans y el inconfundible montgomery marrón, conocido por su apodo de secundario, el "Negro Treke", le toma el pulso a la noche y comanda la programación musical como un mago con sus marionetas. Repertorio apacible al inicio y progresión de ritmos hasta llegar al clímax de la medianoche. Allí, como una guillotina desplomada en seco, lanza la primera selección de lentos.
Los viernes, velada de promociones: Rivadavia, Rosarinas y San Antonio. Los sábados, el turno de las parejas, con la "osadía" de cerrar a las 3.30 de la madrugada. Los domingos, matiné: de las 15.30 a las 20, y a la casa a dormir.
"Fueron los años más felices de mi vida", se despacha Eduardo, sentado ayer nomás en el sofá de su casa, acomodándose sus largos pelos blancos y tratando de ordenar los recuerdos de aquella enfervorizada época. La misma que deberá resucitar el sábado próximo en La Bodega de Villa Nueva, como Dj invitado de la "Noche de Kreo".
"La confitería -relata- era como un gran living con una especie de nave en el medio, tipo como las del Señor de los Anillos (es fanático de la saga). Era de los dos socios que también tenían el Ichi Ban: Osvaldo Jorge Gómez y José María Giordano, quien conocía mi fascinación por la música. Los dos Djs que tenía al principio, Piero Mussi y Mario Penialba, laburaban mucho en otras confiterías de la ciudad y de Córdoba. Por eso me llamó para que entrara y los cubriera, aunque sin cobrar un mango. Piero fue el que me enseñó los yeites del trabajo, cómo cambiar el brazo de una bandeja a otra y empalmarla, no como hacen ahora que mezclan los temas. Después yo, naturalmente manejaba los potenciómetros con una sola mano. Tras un tiempo y por distintas razones quedé como único Dj contratado. Empecé en febrero del ´70, en los carnavales y me mantuve durante once años en ese puesto".
Discos como oro
La música todavía empapela las paredes de su cuarto-estudio, con pósters de Beatles, Dylan y de míticos jazzeros. En un rincón, una pila de vinilos importados e incunables como los que conseguía en los setenta.
"Le pedía discos al hermano de mi madre que vivía en Estados Unidos y viajaba a Buenos Aires a comprar en las disquerías. Fui uno de los primeros Djs del país en poner a Barry White, por un disco que me trajeron de Brasil. Ahora, todos tienen la misma música, antes cada uno ponía lo que conseguía y lo cuidaba como oro", comenta Ataide.
"Treke" abogaba por un gusto sofisticado en la audiencia y tenía sus "listas negras": "Nunca puse algo del Club del Clan, ni Manolo Galván, ni 'Ultimo tren a Londres', ni Queen. Yo ponía Los Náufragos, Industria Nacional, Los Gatos, Serrat, Roberto Carlos, Arcos Iris, Almendra, Zeppelin, Deep Purple hasta Dylan. Y siempre estaba 'el' tema del momento, como 'Proud Mary'. En eso, Creedence nos partió la cabeza; al disco lo volvimos transparente. También, la música disco de aquella época era fantástica, mucho mejor que la de ahora. Antes tenían secciones de vientos, cuerdas y hasta influencias de música hindú, donde tocaban capos como Pat Metheny". De su admirada Pink Floyd sólo pasó "Otro ladrillo en la pared", porque para él hubiese sido "un sacrilegio".
Tal era la importancia del disc jockey que se animaban singulares desafíos. "De vez en cuando Penialba regresaba a Kreo y me cargaba con lo que ponía. Hasta que jugamos a ver quién vaciaba la pista con un tema y la volvía a llenar con otro. El, que ponía en Cuore de Córdoba, no pudo traer a la gente de vuelta. Yo puse un jazz medio raro de Duke Ellington y lo vacié. Después, apenas puse 'Gotas de lluvia en mi cabeza' de la película 'Butch Cassidy' la volví a llenar". El conocía a su público y sabía que cada confitería tenía su clientela y su sentido de pertenencia. "Kreo, tal vez era un poco más elitista, pero sin problemas con los demás. Era todo mucho más sano”, acota.
Su senda profesional continuó en la docencia, como profesor de Historia y director de curso en el Rivadavia. El vínculo con la música en público regresó en el ´82 cuando se encargó del sonido de la disco Fly y diez años atrás, cuando se le entregó un reconocimiento en la experiencia Re Kreo, en la antigua morada en calle Corrientes. El sábado será su esperado retorno, como las pistas de vinilo.
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