La memoria colectiva seguramente recuerda de manera muy singular a una firma gigante por su dilatada proyección en el tiempo y por su multiplicidad de productos y servicios, desplegados a través de su rica e intensa actividad comercial.
Casa Seppey, la tradicional e inolvidable, la del eterno movimiento, la de los espacios generosos y diáfanos, aquella que alguna vez abrió sus puertas a toda la región un 16 de octubre de 1916. En principio, comienza a funcionar como tal, bajo la meticulosa gestión de Juan Weiss, oriundo de General Roca, un hombre de una consolidada posición económica que junto con su yerno, Porfirio Silvano Seppey, deciden dar los primeros pasos.
Posteriormente, la vida misma iría transformando el escenario. Tras el fallecimiento de los citados fundadores, se pone al frente del emprendimiento Porfirio Juan Seppey (el hijo mayor de Porfirio Silvano), apoyado por un puñado de nombres y apellidos laboriosos, siempre dispuestos a brindarse por completo para sustentar esta generosa fuente de trabajo.
Casi que flotan en el aire los rostros de muchos de ellos: Chappuis, Reinaldi, Amblard, Verra, Tais, Soave y cuántos más que no caben en una sola entrega. Aceites y lubricantes, pinturas, calefactores, molinos de viento, máquinas agrícolas y muchos otros productos promovieron el comercio local y regional durante casi 81 años de intensa y sostenida actividad.
Finalmente, en setiembre de 1997, el devastador “efecto Tequila” terminó por quebrar a una empresa que durante ocho décadas cobijó los sueños de tantas familias.
Hasta la próxima...
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO
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