La decisión del Gobierno nacional de estatizar el 51% de las acciones de YPF que estaban en manos de la española Repsol, ha generado una vez más en el seno de la sociedad argentina un saludable debate.
No sólo en el Senado de la Nación, en los partidos políticos, los medios de comunicación o las redes sociales pueden escucharse diferentes posturas ante la medida tomada, sino que en cualquier café de la ciudad o verdulería de la esquina, se escuchan voces haciendo referencia a esta cuestión. Y el debate, con más o menos argumentos, serenos o acalorados, forma parte de una matriz que el Gobierno ha logrado imprimir a fuerza de iniciativa política y coraje cívico. Construcción de ciudadanía, como le dicen los entendidos.
Y es que en el debate por YPF, se juega algo más que el destino de una empresa energética. Lo que está en el centro de este debate, son los modelos de desarrollo en pugna que recorren la historia política y económica argentina desde su conformación como nación. Esto lo sabemos quienes queremos y luchamos por un país, justo, libre y soberano. Pero también lo saben aquellos cuyos intereses económicos se encuentran atados a las decisiones y políticas del imperialismo, hoy bajo la forma de grupos económicos multinacionales, cuyos intereses son representados por las políticas del FMI y el Banco Mundial, organismos controlados por EE.UU. y países europeos.
Es por ello que, la decisión soberana del Estado argentino, de recuperar el control de la principal empresa de hidrocarburos del país, se enmarca en la búsqueda, dificultosa por cierto, de lograr la soberanía energética que le dé sustento energético al modelo de desarrollo económico elegido desde el año 2003 a la fecha. Un modelo basado en el mercado interno, con incorporación de valor agregado en origen y sustitución de importaciones, que asegure el empleo para los argentinos y los hermanos de América Latina que han decidido que Argentina es su hogar.
Un modelo de desarrollo industrial, que sin negar nuestras ventajas en la agro-industria, diversifique su producción industrial y su matriz exportadora. Un modelo que impida que un recurso energético escaso y estratégico como el petróleo y el gas, sean utilizados como commodities de exportación.
En definitiva, el Estado argentino recupera de esta manera el control de YPF, algo que nunca debió haber perdido. E inicia de esta manera, un camino que intentará revertir años de desinversión y vaciamiento de nuestra petrolera de bandera, a manos de Repsol-YPF, una empresa transnacional, dedicada principalmente a la especulación financiera, fiel exponente del capitalismo que llevó a nuestros países de América Latina al borde de su quiebra, y que hoy hace lo mismo con aquellos más débiles de Europa.
El apoyo masivo de nuestro pueblo a la medida tomada por el Gobierno nacional con el apoyo de las provincias, nos muestra que con avances y retrocesos, hemos ido ganando en conciencia política, y en la firme decisión de defender la soberanía popular que tanto sacrificio nos costó. Ese mismo pueblo que hoy mira atónito cómo las elites periodísticas y algunos partidos políticos como el PRO de Macri, apelan al concepto de “seguridad jurídica” para defender los intereses económicos de aquellos grupos nacionales o transnacionales que especularon y especulan con los recursos de todos los argentinos, en este caso nuestro petróleo.
Sebastián Capurro, Verónica Vivó y Gerardo Russo
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