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Ilustración Luis Yong |
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Escribe: Jesús Chirino
Videla habla y habla
Este anciano de 86 años, que cumple condena por delitos de lesa humanidad, decidió abandonar su silencio de años. No sólo habló en 2010 durante el juicio que se le siguió en Córdoba por fusilamientos producidos en tiempos de la dictadura que él presidió entre 1976 y 1981 sino que también hizo declaraciones a revistas y ahora suma las entrevistas para el libro “Disposición final”, de Reato.
Deberíamos poseer un alto grado de candidez para suponer que este asesino habla para contribuir a la búsqueda de la verdad. En sus dichos existe una intencionalidad política de reivindicación del derramamiento de sangre e instauración del terror del que fue protagonista.
Jorge Rafael Videla sigue siendo el mismo, ni los años ni las condenas judiciales lo han alejado de su ideología en la que la vida de los seres humanos puede ser sólo un estorbo a eliminar. Si bien reconoce algunas cosas, discute otras que ya han sido probadas por la Justicia y la Historia. Asume algunas responsabilidades y reparte otras tantas entre los jerarcas de aquel tiempo.
Condenado por delitos de lesa humanidad
A la luz de la información reconstruida desde el trabajo de familiares, la Conadep y todo lo que continuó luego, resultan verdades incontrastables la desaparición de seres humanos en la dictadura, también la tortura, los centros clandestinos de detención y el robo de bebés. En las declaraciones a Reato, Videla dice reconocer algunas de estas cuestiones cuya existencia ha sido probada y por las que fue destituido y condenado a perpetua por primera vez en 1985. Si bien fue indultado por Menem, volvió a prisión en 1998 por los robos de bebés, al poco tiempo le concedieron la prisión domiciliaria hasta que, diez años después, la Justicia lo envió a la celda de Campo de Mayo y en 2010 se lo volvió a condenar a prisión perpetua en Córdoba.
A Videla le gusta ponerse en el lugar de un cruzado que lucha contra la incomprensión de cierto sector que, incluso, según le gusta decir, lo persigue, lo acosa, etcétera. Pero la realidad es otra, él es un delincuente que ha cometido delitos de lesa humanidad que se le probaron en juicios donde ejerció derecho a defensa y tuvo todas las garantías del debido proceso. Y un dato que no debe dejarse de lado es que esos juicios se desarrollaron bajo gobiernos de diferentes signos políticos.
Se quiere vestir de guerrero
Si a alguien, Videla le parece un anciano inofensivo, debe ser advertido de que él hace un importante esfuerzo para no serlo. Dado que no se arrepiente de nada de lo que hizo y continúa reivindicando el terrorismo de Estado. Eso sí, lo nombra diferente.
Textualmente, por una parte declara “Ojo, no estoy arrepentido de nada, duermo muy tranquilo todas las noches; tengo sí un peso en el alma, pero no estoy arrepentido ni ese peso me saca el sueño”. En tanto que en otro momento sostiene que todo aquello “fue una guerra justa, en los términos de Santo Tomás, una guerra defensiva. No acepto que haya sido una guerra sucia, la guerra es siempre algo horrible, sucio, pero Santo Tomás nos introduce ese matiz importante de las guerras justas, y ésta lo fue”. Según el ex dictador los desaparecidos fueron “el precio que hubo que pagar para ganar la guerra contra la subversión, el precio de la victoria” y calcula una imprecisa cantidad de víctimas. Señala “pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra; no podíamos fusilarlas. ¿Cómo íbamos a fusilar a toda esa gente?”. También dice que se dispuso su “disposición final”, nombre que da a la desaparición de personas.
No se cree autoritario
Videla usa artilugios discursivos para presentar la realidad como a él le interesa que sea vista. Habla de “disposición final” refiriéndose a la desaparición de seres humanos y luego justifica ese hecho aberrante planteándolo como la solución ante el problema de no poder fusilarlos. Allí expone claramente la lógica del asesino, pues no debía plantearse fusilar a nadie. Pero quien expresa este tipo de argumentaciones luego es capaz, sin que se le caiga un pelo, de decir que “tampoco he sido un militar autoritario”. ¿Qué entenderá por autoritario? ¿Eliminar al que piensa distinto por considerarlo “irrecuperable” no entrará en las conductas de un autoritario?
Continúa justificando el terror
Justifica la desaparición de personas como manera de ocultar el acto de asesinato, pero existen casos de los caídos en enfrentamientos reales, como el de Mario Roberto Santucho, cuyos cuerpos fueron desaparecidos luego de sus muertes. Más adelante queda claro que la idea siempre fue dañar al enemigo no permitiéndole que supiera el destino de quienes caían bajo las manos del poder militar: “Lo peor para ese enemigo era no saber qué pasaba con sus compañeros”.
Videla nos da otra muestra de su lógica perversa cuando plantea que los lugares donde se torturaba, se violaba, se asesinaba no eran centros clandestinos. Textualmente dice: “Los detenidos eran alojados en lugares no comunes por razones de seguridad, que debían ser muy rigurosos, y además para tenerlos a mano para apretarlos cada vez que lo necesitáramos a cambio de nada o de algo. Son los mal llamados centros clandestinos de detención, o los lugares de reunión de detenidos que era el término reglamentario”. No le agrada que se llamen clandestinos a esos centros, pero él mismo acepta que “hubo mucha lucha por izquierda”.
Así también acepta la tortura, y vuelve a repetir la lógica de buscar justificación y llamarla de otra manera: “Aceptemos que sí, que había declaraciones bajo fuerza. Hay que tener en cuenta que muchas veces estaba en juego la vida de muchas personas”.
Otra muestra del discurso de Videla es cuando niega que existiera un plan sistemático para el robo de bebés. Cuestión por demás probada en ámbitos judiciales y mediante el gran trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo que han recuperado 105 nietos. El ex dictador sostiene su negativa en que supuestamente no existió orden escrita alguna para el robo de bebés e incluso algunos subalternos habrían ordenado restituir a sus familias a los niños que se encontraran desvalidos (dejando de lado el dato que ellos les mataban a los padres). Pero en otro momento sostiene que todas las órdenes escritas fueron “genéricas, una orden escrita siempre es genérica” es decir que en ninguna se habla de lo que él llama “disposición final” ni del robo de bebés. También sostiene que él permitía ciertas cuestiones sin dar órdenes, “por omisión”.
Refiriéndose al robo de bebés dice “no niego que haya habido casos de irregularidades, pero por falta de control específico, en el territorio. No respondía a una orden. No hubo ningún plan sistemático en este sentido”. Rebaja el robo de bebés a “irregularidades” y lavándose las manos tira la culpa a quien controlaba cada zona (el territorio).
Es claro que la explicación que Videla pretende dar acerca del período de la dictadura cívico-militar que él presidió no es del todo coherente. Y no lo es porque no puede ponerse coherencia allí donde primó el terror, el asesinato, la tortura, el robo de bebés, el sometimiento y lucha constante contra la libertad.
Duele que este hombre siga justificando todas estas atrocidades que nos ha provocado dolores, en el caso de nuestra ciudad tienen nombres concretos que no son otros que los de nuestros detenidos desaparecidos, los que anduvieron golpeando puertas para saber de sus familiares, los que sufrieron terror en sus casas, en las oficinas, en las calles, los que estuvieron presos, los torturados y los que no pudimos crecer en libertad.
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