La batalla iniciada entre dos ex amigos, hace más de cinco años, ha dejado significativas heridas a
nivel institucional.
La división del peronismo en el Siglo XXI ha grabado a fuego huellas en el Concejo Deliberante en los últimos años generando la multiplicación de las bancas surgidas de las urnas.
No es la primera vez que los bloques escindidos aparecen en la escena; sí es la primera vez que las rupturas se producen en tan corto plazo y sin grandes motivaciones políticas a la luz del día.
En esta pelea de fondo entre Eduardo Accastello y Raúl Costa, el cinturón del vencedor sigue siendo del actual intendente y las penas de un gran número de militantes que trabajaron para dirigentes que abandonaron la senda original.

Costa perdió dos elecciones enfrentando a quien fuera su amigo durante años. Y hoy, siendo la segunda fuerza y logrando tres bancas (una más que el radicalismo), se quedó con un solo representante en la Casona de Pereira y Domínguez.
¿Por qué? La gente del Raly le apunta a Eduardo.

“Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar adonde vayas”. Consejo oriental milenario.
Efectivamente, los golpes más duros que sufrió Costa se los propinó la gente en la que él confió.
Gracias al Raly, Eduardo logró que dos opositores acérrimos (Rosa Cámpora y Ricardo Pereyra) estuvieran caminando, directa o indirectamente, en su misma vereda.

Lo de Cámpora, la primera de su agrupación en romper el bloque del pasado Concejo, fue duro para Costa y su gente.
Lo de Ricardo Pereyra no dolió tanto “porque lo veían venir”. El “Negro”, de buenas relaciones con José Carignano, clavó el taco antes de asumir, generó discusiones en el ámbito partidario y luego armó su banca solitaria en el recinto que alguna vez tuvo un alto nivel (precisamente en el tiempo en que Accastello y Costa estuvieron sentados en las bancas y compartiendo la misma causa).

La tercera es
la vencida

La tercera bofetada (¿será la vencida?) sorprendió a Raly con la guardia baja.
La deserción de Georgina Etchegaray asombró a todos, hasta a su propio compañero de bancada (Darío Capitani).
La advertencia de que la dirigente podía correr la silla llegó de boca de una persona del oficialismo.
Comentan que alguien le susurró a Capitani que “se iba a quedar solo”.
Frente a este comentario (increíble en un primer momento), Raly convocó al titular de la Democracia Cristiana a una reunión.

El domingo pasado hubo una conversación previa (sin visos de un alejamiento, según dicen) y se fijó un nuevo encuentro para dos días después. Costa y Capitani se quedaron esperando a los invitados que no sólo faltaron a la cita, sino que esa misma noche cocinaron el plato que al día siguiente indigestó a las filas del Partido Villamariense.
Etchegaray se mantuvo en la postura de que la decisión “fue partidaria”, no personal, y que seguirá cumpliendo el rol de oposición para el que fue votada.

Costa y su gente sostienen que el oficialismo metió la cola, que hubo “acuerdos por determinados cargos” y que los resultados “se verán en los próximos días”.
El tiempo será el mejor testigo para valorar las verdaderas causas de una decisión que, de alguna manera (como otras), lesiona la calidad institucional de un Legislativo que debería ser un ejemplo para los ciudadanos.
El animal atacado y agotado sigue luchando por sobrevivir, es la ley de la naturaleza.
¿Será también la de la política? Veremos.