Aunque precedido de análisis musicales muy favorables sobre discos anteriores, la nueva placa de Van Morrison titulada "Moondance" (Danza de la luna), se convirtió en un éxito masivo que se reflejó finalmente en la nada despreciable cifra de 3 millones de copias vendidas durante 1969.
Tan centrado y asequible como su larga duración anterior rotulado "Astral weeks", una labor que había resultado cara y muy exigente, esta placa "Moondance" se transformó en una obra esencial para los coleccionistas del difundido estilo rock.
En este álbum, Morrison despliega el perfil que le ha sido útil desde sus inicios como hombre de la música, incursionando en melodías bluseadas, trepidantes temas con la participación de formidables solos de saxo y contrabajo y tareas personales ejecutadas en un estilo soul apremiante. El alegre surco que da título al LP (con formato de jazz), sigue siendo la canción insignia, reversionada por docenas de artistas a lo largo de más de 40 años, al igual que "Crazy love" (Loco amor), grabada en infinidad de ocasiones por otros colegas del propio Van Morrison. La participación de cantantes femeninas de iglesia en "Band new day" (El nuevo día de la banda) y en otras creaciones del citado larga duración, es el resultado de un perfil religioso pop-gospel que acogieron muchos cantautores de principios de los ‘70. De los temas moviditos, el animado "I'll come running" (Llego corriendo) se editó como disco sencillo, llegando a ubicarse en el puesto Nº 39 de las principales listas. A pesar de todos los análisis formulados por los especialistas en cuestiones musicales y por el propio público, la impresión que ha perdurado acerca de "Moondance", ha sido más estética que comercial. El álbum fue publicado en diciembre de 1969 y durante enero de la incipiente nueva década, se convertiría en uno de los vinilos más codiciados de las tiendas de discos.

Casa Pigni y los Ghezzi

Algunos puntos de la historia local tocan mis fibras íntimas básicamente porque alguien de mi familia ha estado ligado a la trayectoria de un emprendimiento en particular.
Esto es lo que ocurre en este caso, porque mi padre Atilio Antonio y su hermano Enrique Ghezzi, formaron parte del plantel de trabajadores de una firma comercial histórica, Casa Pigni. Como oportunamente lo expresara Ricardo Pigni, la historia de esta empresa villamariense se remonta a la década del ‘20. Comenzó a desplegar su actividad como Delgado Hnos, fabricando y vendiendo máquinas vulcanizadoras y artículos afines al rubro neumáticos.
Una vez afirmados y habiendo adquirido experiencia suficiente, pasaron a ser agentes oficiales de prestigiosas marcas de relieve mundial, respaldo esencial para la oferta imperante desde su gestión comercial. Cuando el calendario daba cuenta de 1935, además de los mencionados hermanos Ghezzi, paseaban su capacidad de trabajo otros apellidos, Enrique Ayassa, Orlando Tuero, Lauro Alvarez (hijo), Antonio Alcobendas y José Antonio Ramos. A partir de 1936 ingresa a la firma Alcides Pigni (socio fundador del centro comercial de Villa María) y en consecuencia la denominación social pasa a ser Delgado y Pigni. En la actualidad, los nietos de don Alcides, Juan y Ricardo continúan empujando esta pasión comercial que comenzaron sus antepasados.
Hasta la próxima...

Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO