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En Polonia, Kamienski participó del homenaje a uno de sus ancestros |
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Escribe: Richard Kamienski
Cuando comencé a diseñar esta segunda parte del proyecto "Villamarienses en Europa", el nombre de Antonio “Toño” Gabetta sobresalió como una boya, como un mojón obligatorio. Cuando su hermana Ana Nilda, querida amiga de Villa María, me facilitó el contacto y escribí el primer mail, recibí una respuesta tan positiva y rápida que me indicaba que sería una de las primeras entrevistas que realizaría en la Europa Central. Y así resultó.
Viajé hacia Suiza desde Polonia, en un vuelo que unió Varsovia con Zurich en dos horas exactas, desde que la máquina decoló hasta que estacionó en la manga y apagó sus motores. Atención impecable de toda la tripulación de la compañía estatal suiza, y ni les cuento en el aeropuerto. Una gran cordialidad en toda la gente.
Salí con mi gran valija rodante y exactamente a la hora fijada llegó la combi del hotel que había contratado para pasar la noche en Zurich.
Agradable estancia, con una pequeña cena consistente en un sandwich de pollo y una cerveza de medio litro, que no sólo estuvo rica, también me di cuenta de que Suiza es cara: 33 euros. La cifra me pareció alta por lo que pregunté si estaba bien la cuenta, la respuesta fue: "Sí, está correcto...aunque falta la propina, que es el 10% señor", me contestó el mozo en correcto español.
Bueno, en fin, Suiza no es como España. Además, la cuenta se paga en francos suizos, que está casi igual que el euro, 1 franco 0,97 euro. El hotel Western Airport, lindo y cómodo, pero eso sí: 90 francos la noche...pero te invitan con unos chocolatines, dos caramelos y una botella de agua mineral...¡Jaja!
Por la mañana, partí hacia la estación del tren que me llevaría a Basilea, la ciudad de Roger Federer y donde me esperaba “Toño”.
La puntualidad es llamativa, y también da gusto. Yo me pregunto: por qué las 9 son para nosotros (la mayoría de los argentinos), 9.10 ó 9.20, total es un ratito ¿no?
Más allá de esta consideración un poco en broma, ahora me doy cuenta de que los suizos son los mayores relojeros de la Tierra, productores de pequeñas máquinas que dan la hora justa.
Lo llamo a “Toño” para avisarle que llegué a la estación de trenes de Basilea. El celular no contesta, y tomo la iniciativa de salir del salón de llegada o partida y tras bajar los famosos cuatro escalones que Irene Timacheff, la esposa de mi anfitrión me había indicado, lo encuentro al querido Antonio Gabetta, villamariense por adopción ya que nació en la ciudad de Villa Nueva.
"Eso no se olvida, soy de Villa Nueva, pero he vivido casi toda la vida en Villa María, en donde terminé la secundaria en la Escuela Superior de Comercio, mitad en el diurno y mitad en el nocturno...había que laburar...", recuerda.
"Qué alegría de verte, qué tal viajaste, cómo fue el encuentro con tus raíces en Varsovia, qué bien te veo, pasaremos un par de días bien lindos en casa, te esperábamos la vez pasada...", más o menos así fue la bienvenida que me brindó este eterno viajante de los reguladores Nosso, de repuestos para todas las marcas, un tipo muy laburador y empeñado en progresar, que logró a través del esfuerzo llegar a una posición.
"Estoy bien, cómodo, gracias al esfuerzo de toda una vida...desde muy jovencito clavé el taco con el laburo. Tengo cuatro hijos maravillosos, Jacky, Cristian, Andrés y Sol, que ya estan grandes e independientes. Cada uno en lo suyo.
Llegamos a la casa de los Gabetta y en la puerta de calle un cartel dice "Famille Gabetta".
Una casa señorial, típicamente europea, rodeada de jardines y plantas de todas las especies, con flores que ya han empezado a dar sus colores en esta incipiente primavera suiza.
Todo es amabilidad, hospitalidad y alegría en el reencuentro con los orígenes. Me hospedaron en un buen departamento, cálido, confortable, desde su balcón podía ver una buena porción de la ciudad donde viven: San Luis, en la triple frontera que forman Suiza, Alemania y Francia, y estamos entonces en la República de Francia, pero cruzamos el puente y estamos en Alemania, pero si cruzamos a la derecha estamos en Suiza...muy hermoso, a la vez que inquietante.
Paseamos con Toño por los alrededores de San Luis, hasta que llegamos al río, y me dice: " Este puente-pasarela peatonal, une Francia con Alemania...como si fuéramos de Villa María a Villa Nueva, o viceversa". Tal cual, y les cuento que cuando el nuevo puente del balneario se inaugure, yo veré una cosa igual a la que vi en este lugar y que ustedes podrán observar en el programa de tele próximamente.
Fuimos a comer a un restaurante chino excepcional donde los Gabetta son habituales clientes, y la atención fue formidable.
“Toño” en perfecto francés hizo el pedido y el mozo, muy rápido trajo lo encargado. Charlamos, le conté del proyecto periodístico, del que refirió: " Es una idea a la que adherimos muy rápido, ya que nos parece, a mi familia y a mí, que lo has tomado con mucha seriedad, a la vez que mantiene una frescura no habitual en la tele. Lástima que no esté ni Sol ni Andrés, los dos por distintas razones de viaje.
De todos modos, Sol estará en Córdoba elpróximo 5 de octubre en el Teatro San Martín, allí podrás verla seguro". Más tarde, nos reunimos en su casa con la señora profesora Irene Timacheff, quien se desempeñara en el Conservatorio “Felipe Boero” por varios años, tantos que logró su jubilación allí.
"Qué gusto, Ricardito! Gracias por venir a visitarnos...tantos recuerdos que tengo de Sarita, tu mamá, de la casa de los leones, de los mates compartidos, qué lindo!", me dice entre abrazos y sonrisas. Ella, muy inquieta (como siempre), no para de ofrecerme comodidad, me muestra su casa, su estudio y "esta es la nueva adquisición, mirá es un organo que siempre quise tener...me lo compré y toco en él todo lo que puedo", se sentó y comenzó con los primeros compases de la Novena Sinfonía con ímpetu y soberbia técnica. Me dije para mí, es la Irene que yo conocí, con las pilas de siempre.
Luego de esta delicia para mis oídos, Irene y Toño dedican un rato a sus perritos y, uno de ellos, se sube a la falda de Toño a mirar la computadora, y lo increíble, el perro movía su cola con desenfreno al escuchar una música de un programa de animales. Confieso que nunca había visto algo así.
La visita a estos villamarienses, fue muy rica, y hasta aquí la primera parte. Por lo tanto la presente continuará.
Hasta la próxima.
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