Escribe:
Cr. Alberto Costa
Es difícil comprobar las razones verdaderas que llevaron a la estatización parcial de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), medida de la que ningún argentino podría oponerse.
YPF, como Malvinas, son “causas nacionales”.
Desde mi punto de vista, el Gobierno nacional tomó esta decisión empujado por las circunstancias más que por una cuestión de ideología política o de “profundización del modelo”, como se trata de justificar.
Las razones están concentradas en la aparición del déficit energético que el país comenzó a sufrir a mediados del año pasado.
En 2011, después de varias décadas, la Argentina tuvo un déficit de U$S 3.150 millones en el mercado energético.
O sea, compramos más de lo que vendimos de un insumo precioso y sustancial como la energía.
Lo peor es que esto es sólo el comienzo de un verdadero “tobogán”, ya que para este año se proyecta un déficit de alrededor de U$S 6.000 millones.
Esta realidad devino como consecuencia de una política energética que pensó sólo en la coyuntura y no pudo prevenir este verdadero desastre.
Crecimos sí, pero sin prever que para ello era necesario también planificar el crecimiento de nuestras fuentes de energía. YPF es sólo una parte del problema ya que, entre gas y petróleo, no llega al 40% del mercado de hidrocarburos.
En estos últimos 8 años, de YPF se fugaron, en concepto de distribución de dividendos, sistemáticamente alrededor de U$S 20.000 millones bajo la distraída mirada del Gobierno. De los mismos funcionarios que ahora intervinieron la empresa.
Nadie puede argumentar que no se pudo hacer nada con esta decisión de Repsol. Si pudimos expropiar, también habríamos podido controlar. Si se puede “lo más”, también se puede “lo menos”.
Pero ya es tarde para llorar por la leche derramada. Lo cierto es que de leche queda poco porque la vaquita fue vaciada.
Ahora hay que reponerlas y los terneros tardan un tiempo en criarse. La recuperación del superávit en materia energética no será fácil para los años que vienen, se necesitarán inversiones y tiempo en el contexto de una política energética necesariamente distinta.
El desafío es grande y excede a la recuperación de la empresa insignia, se traduce en la necesidad de poner al país de pie en materia energética, de invertir y ponerse a producir en un contexto crítico, de escasos recursos.
YPF deberá recomponerse en este escenario de necesidades acuciantes y deberá hacerlo de manera eficiente y profesional. Para ello necesitará un gerenciamiento capacitado y precios lógicos que la puedan hacer rentable en el futuro.
¿Será posible este escenario en el marco de un Gobierno que no hizo de la eficiencia y la profesionalidad su objetivo? ¿Será factible una YPF eficiente comandada por los mismos funcionarios que llevaron al desastre energético que estamos viviendo? ¿Será posible sacar a YPF del pozo si no se hace una autocrítica de lo que se hizo mal? ¿Se podrá recomponer YPF en el marco de esta política energética vigente hace ya 8 años?
Mis dudas se multiplican y sólo podrán ser contestadas con el tiempo y con las decisiones que se tomen de aquí en adelante.
Nacionalizar YPF ha sido un gran paso, pero no es más que eso si lo miramos hacia el futuro y los desafíos que vienen.
Las razones por las que se hizo y las decisiones que vienen estarán en la conciencia de la presidenta.
Es de esperar que nuestros gobernantes entiendan que no todo es cuestión de “voluntad política”, que a veces es necesario aplicar la racionalidad, sobre todo cuando la realidad nos muestra descarnadamente los resultados de nuestras erradas decisiones.
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