Ni el otoño (invernal), húmedo y feroz de Córdoba pudo con las cuatro mil almas, mujeres en su gran mayoría, que se acercaron el miércoles al Orfeo para ver a Julio Iglesias. O mejor dicho: ni el otoño (invernal) pudo con Julio Iglesias.
En las plateas se percibía un fanatismo raro de explicar, de años, intenso pero que va madurando con el paso del tiempo. Una fidelidad poco común. Una empatía más que especial. Como las cuatro hermanas que viajaron exclusivamente desde Comodoro Rivadavia para verlo, para recordar sus años mozos de juventud y para decir ente risas: “Tenemos la misma edad, obvio que yo era más linda de joven, como él, pero a lo mejor hoy me lleva el apunte”.
Cuando faltaba un cuarto para las 22, las luces se bajaron, los audios se ajustaron y finalmente el cantante salió, agradeciendo a Córdoba.
Lo único criticable es que, a sabiendas de que canta con el micrófono alejado, el sonido estaba bajo y a veces se escuchaba poco o nada lo que les decía a sus seguidores, inclusive alguien de la platea le pidió que se acercara más. Pero se pudo disfrutar de todos modos, su último CD “1”, que reúne sus máximos éxitos. Así comenzaron a sonar temas como “Quijote”, “Nathalie”, “La gota fría”, “A media luz” y “Echame a mí la culpa” luego de comentar que “desde aquella noche en el Chateau hasta hoy han pasado varios años. Estas pequeñas grandes historias de amor no tienen nada que ver con cuestiones políticas”, alejándose del tema YPF.
Tampoco estuvo solo. En los tangos una pareja bailó a su alrededor junto a las coristas que fueron besadas por el español por “las licencias” que permite el escenario. "Su danza es tan profunda que cuando la quiero bailar me caigo”, bromeó. "En los ‘70 -señaló- yo era argentino, italiano y español al mismo tiempo. Hablo el lunfardo como un argentino. Si hubiera nacido hace cien años me hubiese gustado ser Discépolo. No digo Gardel porque ya es mucho”. Entre los tantos mimos al público que arrojó, se destaca: “Estoy vivo gracias a ustedes. Qué pocas cosas tendría si la gente no me hubiese dado tanto”. El final llegó con “A mi manera”, “Grande, grande” y “Agua dulce, agua salada” para terminar bien arriba entre su confesión de no saber “si hay vueltas”. Tal vez haya sido una despedida anticipada. Pero antes había asegurado que “los artistas tenemos el miedo de que nos vayan a dejar de querer. Por eso cuando me preguntan cuál es el mayor privilegio de los artistas digo que es volver. Porque volver es estar vivo, pero dentro de ustedes”.
J. J. C.
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