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28 de Abril de 2012
Carta abierta de Gabriel “Lagarto” Miranda desde la cárcel local
“Estoy arrepentido de todo corazón por lo que sucedió”
El comerciante condenado el año pasado por el homicidio de Aldo Rimoldi envió una carta a la Redacción de este matutino para pedir perdón a la familia de la víctima, en especial a sus hijos. También agradece a sus seres queridos y amigos
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“Quiero que sepan que estoy vivo, pero arrepentido de todo corazón por lo sucedido”, afirma Gabriel Germán Miranda (41) en la nota manuscrita que hizo llegar a EL DIARIO, a pocos días de cumplirse ocho meses de haber sido condenado por la Justicia villamariense por la muerte de Aldo Ambrosio Rimoldi (58).
Y agrega: “Al pedir perdón públicamente siento un poco de alivio, aunque el dolor por lo ocurrido jamás me lo podré sacar, ya que desgraciadamente hay una persona que no está más y que le falta a sus hijos”.
Miranda, más conocido por su particular apodo de “Lagarto”, recibió una pena de 14 años de cárcel el 1 de setiembre de 2011, sentencia que lo dejará entre rejas hasta por lo menos fines de agosto de 2018, fecha en la que, si observa buena conducta, podrá obtener la “libertad condicional”.
El sangriento episodio que lo llevó a prisión se produjo el 21 de abril de 2009 y desde entonces Miranda se encuentra detenido en el Establecimiento Penitenciario Nº 5, ubicado en barrio Belgrano de esta ciudad.
A continuación transcribimos textualmente la carta enviada por el comerciante a la Redacción de este matutino...

s “Pido perdón”

“A través de EL DIARIO, único medio por el cual estoy comunicado con el exterior, quiero públicamente pedir perdón por el dolor que provoqué a la familia Rimoldi, principalmente a sus hijos.
Sé que de nada les sirve lo que yo pueda decir para mitigar su dolor, pero quiero que sepan que comprendo y respeto todo lo que digan y piensen de mí, porque me lo merezco, ya que sin querer le quité la vida a su padre, a pesar de que nunca van a entender que no tuve otra alternativa más que defenderme.
Pero, y vuelvo a repetirlo, los entiendo y comprendo, porque el dolor que les provoqué jamás van a poder asimilarlo.
Creo que ya pasó un tiempo prudencial luego de ser condenado. Y quiero pedirles perdón porque lo hago de corazón y no para lograr algo positivo para mi juicio. Si no lo hice antes fue justamente para no quedar como alguien que quería un menor castigo por lo ocurrido y aprovechar la situación para ser beneficiado.
A la ciudad, mi amada ciudad, y a cada uno de sus habitantes, me conozcan o no, quiero pedirles perdón por lo ocurrido, ya que por un tiempo alteré la vida de varios.
Ya voy para los tres años de encierro y pareciera que el tiempo está más lento. Pero, a la vez, en mi cabeza se van aclarando un montón de cosas; por ejemplo, que ya perdí todo, no sólo lo económico, que a esta altura de mi vida ni me interesa, sino lo que más quería, que era mi familia, mi mujer y su hijo. Y por más que trate, en mi interior sé que nunca será lo mismo.
Lo único que me alienta a seguir quizás sea poder darles en el futuro todo lo que necesiten y que sepan que pueden contar conmigo para lo que sea.
En cuanto a ellos dos, espero que puedan ser felices, porque se lo merecen. A pesar de todos los malos momentos por lo ocurrido, los comprendo y sé que quizás se sientan traicionados por lo que me pasó, porque teníamos todo para ser felices y yo los cagué. Ese es el término justo: los cagué y me voy a sentir en deuda con ustedes hasta el día de mi muerte.
Con respecto a lo que sucedió, yo cometí un homicidio y me condenaron a 14 años de prisión. Lo tengo que aceptar porque no me queda otra alternativa para sobrevivir, pero pienso que quizás tendrían que haber sido un poco más piadosos con mi castigo, porque fue una pelea en la que yo prevalecí.
A la vez, creo que, en el fondo, algo de culpa tengo por lo que ocurrió; entonces debo resignarme a mi destino.
En todo este tiempo, en el Pabellón Nº 7 aprendí muchas cosas; por ejemplo, a darle valor a todo… desde un simple alfajor hasta un guiso, y también aprendí a entender el sufrimiento propio y el de mis compañeros. Con el tiempo uno llega a comprenderlos por más que hayan cometido un delito, porque por lo general es gente muy sufrida, sin que por eso haya que justificarlos.
Sin embargo los entiendo, ya que desde mi perspectiva, siendo un compañero, trato de verlos de otro modo… un modo distinto al que nos mira la sociedad, tanto a ellos como a mí.
Otra de las cosas que uno se va dando cuenta con el tiempo es ver que es uno el que está preso y los demás tienen que seguir con sus vidas, sus cosas, sus problemas, sus buenos y malos momentos. Y por estar acá encerrado, nos creemos que los demás tienen que pensar en nosotros y no es así.
Uno acá está muerto, porque de eso se trata estar privado de la libertad: estar muerto, con la única ventaja, quizás, de que en un tiempo uno va a volver a la vida… si es que el daño que esto te provoca (me refiero al encierro) te deja volver a ser otra vez algo del tipo que una vez fuiste.
El único miedo que tengo en los seis años y pico que todavía tengo que estar aquí adentro, es perder a alguien de mi entorno familiar, porque el tiempo de vida es lo único que tiene valor. Y lo digo con conocimiento de causa, porque en lo único que pensaba era en lo material. Y acá adentro te das cuenta que lo verdadero es estar bien y hacer el bien a los tuyos y a los demás.
A través de esta carta quiero agradecerles, también públicamente, a los doctores Lalo y Tati Rodríguez por su capacidad profesional, pero mucho más por su calidad como personas, que se brindaron de lleno por la amistad, tanto de mi viejo como la mía, para defenderme más como a un hijo o un hermano que como a un cliente.
Por último, quiero agradecer, y pedirles que no se cansen, a los pilares de mi vida aquí adentro: a mis viejos, a mis dos hermanos, a la Kitty, a mi primo Gustavo, a su madre Olga; al Cacho Biassi y a su hija, que me envía sus libros de Abogacía para que pueda estudiar; a mi tío Rubén, a mi prima La Mula, a los Daher, a mi tío El Griego, a la Daniela y a sus hijos, al Ruso, a Fer Lencinas; al Diego Gardella, que a pesar de los disgustos vividos todavía cuento con él; al Coty Córdoba, a Macrina, a los Mora, al Mono Servio, al Choza Rojas, al Tulinga Bertino y su señora; a mis cuñados, Negro, Martín, Fernanda y Eliana; a mis suegros, a los hermanos Rodríguez, a Gonzalo; al hermano de vida, El Gordo Fabián, que desde España me manda buena onda, y especialmente al Mario Figueroa, que a pesar de todo me permitió poder ver al Fidel, que es lo que más quiero… ¡nunca voy a olvidar tu gesto!
Con esta carta que envío quiero que sepan que estoy vivo, pero arrepentido de todo corazón por lo sucedido. Y al pedir perdón públicamente, siento un poco de alivio, aunque el dolor por lo ocurrido jamás me lo podré sacar, ya que desgraciadamente hay una persona que no está más y que le falta a sus hijos.
¡Perdón familia Rimoldi!”

Gabriel Germán Miranda
DNI 21757262
Interno del Pabellón Nº 7
Establecimiento
Penitenciario Nº 5
General Deheza 1100
Villa María

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