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Faró y Gabetta se derrumban y la pelota se escapa. Muchas imprecisiones tuvo el clásico - Doñabeitía se toma la cabeza. Luego se recuperó y pudo seguir jugando. Había incitado a Morre con una frase para repudiar |
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Escribe: Juan Manuel Gorno
El azar, el viento fuerte, la rotura de los códigos de vida (más que los del fútbol), el posterior boxeo y los innumerables regalos al rival, suelen aparecer a cuenta gotas en un partido. Pero cuando asoman todos juntos, como sucedió ayer en Arroyo Cabral, sale lo que salió: un clásico impredecible, cambiante, donde brilla la escasez del buen juego y se priorizan los factores anímicos.
Esta vez lo ganó Rivadavia. Y parece que el simple resultado, por tratarse de un clásico y porque los puntos eran necesarios rumbo a la clasificación, sobresale en este tipo de duelos tradicionales. Desde allí surge el festejo, las manos en alto y la emoción lógica de quienes, con casaca verde, disfrutaron ante su gente, no sólo por lo que significaba seguir a la sombra del líder Universitario en la Zona B, sino también por el dolor de cabeza que dejó en el enemigo íntimo de siempre, un Colón que atraviesa un momento errático.
Pero más allá del 1-0 hubo un partido que aportó poco para que los dos equipos asomen todavía como serios candidatos.
Las imprecisiones en el traslado se hicieron evidentes y pocos entendieron que, por la influencia del viento, siempre es mejor tocar al ras del piso.
Jugadores como Diego Torres y Lucas Barengo, en el local, o Lucas Giménez y Bernardo Chocobares, en el visitante, carecieron de la claridad que se merecía el espectáculo en la primera parte. Entonces, la mediocridad se adueñó rápido del clásico.
Sólo una escapada de Juan Peretti que terminó en las manos del arquero Pauletti, un cabezazo de Luciano Luppo que salvó Marcelo Berardo y un remate de Waldemar Carranza que salió desviado, irrumpieron en la monotonía de un partido sin dominadores. Encima, el árbitro Lucas Tablada, obvió un penal nítido de Matías Rojas sobre Peretti.
Claro que, cuando a veces no salen a la luz maniobras asociadas, siempre es vital aprovechar alguna acción en pelota detenida. Y Rivadavia llegó al gol por ese camino, con algo de suerte jugando para su lado: Lucas Damiani remató un tiro libre por encima de la barrera, al primer palo. Hacia allí voló el arquero, pero la pelota hizo una parábola extraña por un pique previo y viajó hasta la red.
De ahí en adelante, Colón, que antes no tenía paciencia para encontrar su gol, se aceleró más que la pelota. Y así, apurado, falló demasiado en los metros finales. Se reflejó con una oportunidad que dilapidó Chocobares (tras mal rechazo de Lazo) y una definición recta de Gabetta que controló Berardo.
Esto no varió en el complemento, período en el que Colón -con la salida de Lucas Giménez y el ingreso de Marcos Navarro- trató de copar el medio para instalarse en ataque, pero chocó contra sus propios problemas para generar juego (Grande fue el único que clarificó en zonas calientes) y la férrea defensa del “Verde”, que tuvo inspirado al joven Ignacio Biassuzzi, siempre correcto en cada cierre.
A todo esto, el árbitro tampoco vio, en este caso, un penal que le cometieron a Gabetta. Y más tarde, otra falta en el área que sufrió Sandrone.
Rivadavia, expeditivo atrás, apenas tuvo algunos chispazos de Torres, pero poco a poco supo que su juego era el contragolpe, con lanzamientos para Barengo y Peretti, que fueron perdiéndose goles en la medida que se abrían los espacios.
La violencia
Colón estaba nervioso, pero nada presagiaba lo que sucedió a los 23’: Lucas Morre, sacado, se disfrazó de boxeador y, literalmente, noqueó al “Vasco” Juan Doñabeitía, quien hasta padeció trompadas en el suelo.
Con lágrimas en los ojos, Morre se retiró expulsado mientras le pedía perdón a su técnico y el agredido sangraba en el piso.
Después se supo que el “Vasco” rompió con cualquier código, al recordarle a Morre una tragedia de su vida. Muy lamentable.
Lo concreto es que, al irse expulsado Morre, hinchas de Rivadavia enfilaron hacia el vestuario con ansias de venganza, a la vez que algunos de Colón lograron abrir la puerta que separaba a las parcialidades y también se arrimaron hasta la zona. Actuó la Policía y no hubo incidentes que lamentar.
Errados
El partido se reanudó y Colón, con uno menos, poco pudo hacer para cambiar la historia. Sólo llegó con peligro una vez, mediante Kevin Plaza, pero salvó Berardo.
Rivadavia, no obstante, le dio intriga al final porque no cerró el partido. Se perdieron el segundo, increíblemente, Barengo, Peretti y los ingresados Cerutti (dos veces) y Nicolás Domínguez. Para su suerte, Damiani, con aquel tiro de gracia, había marcado la diferencia.
La figura
Ignacio Biassuzzi se dio el gusto de ser el mejor del clásico porque ganó siempre en el mano a mano y dio una seguridad enorme en el fondo local, siendo bien acompañado por Andrés Lazo. En Colón, Claudio Grande fue lo más claro.
El árbitro
La labor de Lucas Tablada se vio empañada por los tres penales que no cobró, dos a favor de Colón y uno para Rivadavia. En lo demás actuó bien, con criterio, y acertó en tratar de reanudar rápido el partido tras la suspensión.
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