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7 de Mayo de 2012
Crudo diagnóstico y propuesta de un profesional de la medicina local
Acerca de asesinatos y muertes aberrantes
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El médico José Argarate reclama en un documento una urgente política de Salud Mental desde el Estado, y en especial la reapertura del Centro de Salud Mental. En lo que sigue, un extracto de la propuesta del villamariense.

Cuando San Martín realizó el titánico cruce de los Andes, durante las gélidas noches en la montaña, alrededor de los fogones, a sus soldados -la mayoría analfabetos- les leía y traducía los clásicos griegos, persuadiéndolos que la verdadera libertad comienza en la mente.
La maravillosa función del cerebro es intrincada, compleja y a veces casi mágica, como la función cognitiva, memoria, juicio, raciocinio, comprensión, atención, lenguaje, emociones, amor-odio, agresividad, compasión, fraternidad y tantas otras, pero fundamentalmente el cerebro es el creador y moderador del alma humana.
Penfield, un famoso neurólogo decía: "La mente, el cerebro y el cuerpo forman al hombre, y el hombre es capaz de realizar infinidad de cosas. Entre otras muchas, de comprender el Universo, de hacer el bien a los demás, de investigar, de ser feliz y sufrir, y eventualmente comprenderse a sí mismo".
De allí que todo lo que se haga por cuidar, preservar y curar la salud mental y afecciones neurológicas, es tan vital y necesario como la vida misma.
Las crónicas policiales, a través de los medios, nos atiborran de informaciones de crímenes y muertes aberrantes, muchas veces sin el más mínimo recato, con una morbosidad despreciable: el clásico amarillismo periodístico.
Hay casos paradigmáticos. En Villa Nueva, la joven madre que degolló a sus dos pequeños hijitos, con una afección neurológica y severísimo trastorno de personalidad violenta. La atendí cuando tenía 14 años en el "Hospitalito".
En nuestra ciudad, la muerte a mazazos de una mujer por parte de su esposo, en pleno día y frente a la mirada atónita de estudiantes de un colegio secundario.
Recientemente un joven desnudo, totalmente enajenado, posiblemente con una sobredosis de drogas, atacó en su casa a dos mujeres indefensas, se hizo cortes en el cuerpo y al querer huir quedó atrapado en la reja. Malherido, muere allí.
La explicación de todos estos actos demenciales es la sinrazón de la locura, de una mente enferma, ingobernable, que le distorsiona la realidad, que se presenta con mil rostros siniestros, sin conciencia, sentimientos o culpas. Es un barco sin control en medio de la tempestad.
Estas enfermedades neuropsiquiátricas, diagnosticadas tempranamente, medicadas y controladas de por vida son compatibles con una vida normal.
A la locura no se llega de forma repentina. Generalmente es congénita, hay como si fuera un laberinto de terror, donde no sólo lo recorre el enfermo, sino también su familia que es prisionera de ese drama.
Convivir con un esquizofrénico violento, sin medicación ni control médico es un descenso a los más profundos infiernos.
Tragedias que a veces no terminan con la muerte del psicótico, sino que se prolongan en la familia con profundos estigmas emocionales y sociales, al punto que muchos hijos quieren cambiarse el apellido.
Hay que escuchar y ponerse en la piel de esas madres, que son las que generalmente se hacen cargo de la situación: de golpear puertas para que los especialistas atiendan a sus hijos, con el agravante de que en Villa María no existe dónde internarlos, debiendo viajar a otras ciudades, controles que no lo manejan representantes del Estado, con todo lo que representa trasladarse, terminando muchas veces ese peregrinaje en largas y desgastantes esperas inútiles, con la impotencia y bronca de estar solos, pobres, sin contención ni ayuda ni nadie a quién quejarse. Quienes representan al Estado no ven, no oyen o no les importa.
En la ciudad de Córdoba, el único hospital neuropsiquiátrico hace 45 años ya era obsoleto, insuficiente e indigno.
Nunca estuvo en gobernadores e intendentes pasados y presentes construir un nuevo neuropsiquiátrico acorde. Tal vez ellos o sus colaboradores, especialmente los ministros de Salud, no les importó esta problemática. Es posible que fuesen privilegiados, que ninguno de sus familiares tuviesen necesidad de internarse o morir en esas lúgubres y vetustas salas.
Hace muchísimos años que no hay proyectos provinciales de salud mental.
En Bell Ville al problema edilicio se agrega la falta de personal: existe una enfermera para 80 pacientes a los que se debe medicar, alimentar, higienizar y cuidar.
En abril de 2011 desapareció un interno, al tiempo encontraron sus restos comidos por perros y alimañas, a lo que se agrega recientemente el asesinato de un internado.
Un importante político de esa ciudad, que se enriqueció en forma escandalosa, ligado al menemismo y al delasotismo, prometió un tomógrafo y ayuda para el hospital. Ayuda que nunca llegó.
A pesar de los agroquímicos, los caranchos y buitres siguen revoloteando. Sólo la Justicia podrá colocarlos en el lugar que merecen, con el traje a rayas.
Quien fuera ministro de Salud de la provincia de la primera Gobernación de de la Sota y Schiaretti y actual jefe de Gabinete, Oscar González, en concordancia con sus jefes, estaba más interesado en vender las 300 hectáreas de campo del Neuropsiquiátrico de Oliva que en remodelar los numerosos pabellones, donde los enfermos deambulan todo el día.
La función específica de un neuropsiquiátrico sólo se cumple con el esforzado trabajo de los trabajadores de la salud mental, porque el Estado provincial está ausente.
González, cuando no era funcionario, desde la gremial médica pregonaba la defensa del hospital público y las reivindicaciones médicas. Hoy no sólo que no ha mejorado nada la salud pública, sino que agravia a sus colegas llamándolos "vagos" y los sanciona. Lleva en funciones tres períodos de gobierno, deshonrando el altísimo cargo que enalteció el doctor Ramón Carrillo. La traición es deleznable.
En una época el Hospital Emilio Vidal Abal se autofinanciaba y los enfermos en Laborterapia (carpintería, albañilería, cocina, ropería, electricidad) se sentían útiles, mejorando su autoestima. Hoy los enfermos deambulan en pésimo estado, agobiados por el ocio, su enfermedad, la soledad, la inercia y el abandono de todo lo que los rodea.
En esas épocas normales, con sus trabajos de campo, proveían en forma gratuita de verdura a Oliva.
En ese hospital la provincia junto con la Universidad Nacional de Córdoba podrían crear un hospital escuela. La Nación apoya y propicia los avances en estos rubros. La cantidad y variedad de psicopatologías y enfermedades neurológicas es infinita, doy fe pues fui neurólogo y docente de ese hospital. Sólo falta la voluntad política y el compromiso social, ausente hasta el presente.
En la época de la dictadura militar, los mejores profesionales fueron encarcelados u obligados a renunciar. A Angeloz se lo recuerda con más pena que gloria. Mestre hizo mucho daño, cerrando importantísimos servicios. Menem privatizó y les robó el alma.
Apolo, el Dios de la música, la poesía y la medicina, los hubiese condenado al mundo de las tinieblas.
La mala praxis política no es castigada, por ejemplo la de Menem, época en la que las depresiones y suicidios superaron a los de la década infame. Hoy tenemos la alegría de haber recuperado YPF, pero las vidas, el daño social es irrecuperable.
En nuestra embellecida Villa María el Estado es raquítico y marcha en muletas en salud mental y neurología. Es de urgente necesidad reabrir el Centro de Salud Mental creado por los prestigiosos doctores Domingo Monesterolo y Walter Frutos en 1972. Contaba con psiquiatras, neurólogo, psicólogos, psicopedagogas, maestra diferencial, asistente social y secretaria. La población, en su mayoría humilde y clase trabajadora lo padeció cuando cerró, en tratamientos que son de por vida. Se cerró sin ningún justificativo.
Se trabajaba en forma fluida con la jueza de Menores, resolviendo con prontitud los problemas de la minoridad.
En los casos de urgencia por brotes psicóticos o intoxicaciones agudas por drogas o alcoholismo, no existe un lugar público donde internar.
La ciudad necesita de un pequeño hospital neuropsiquiátrico para estas urgencias, que bien podría funcionar en el nuevo Hospital Pasteur o en un futuro Hogar de Ancianos.
Es inadmisible que los enfermos y sus familiares, muchos de ellos carenciados, deban viajar a Río Cuarto a centros no gratuitos privados.
Es importantísima la toma de conciencia de jueces y policías ante la denuncia de violencia o malos tratos. Una demora puede significar la muerte, lo mismo que la orden de internación urgente en caso de crisis psicóticas.
A pesar de los diarios accidentes de tránsito, con traumatismos craneoencefálico, el Pasteur carece de un tomógrafo computado. Han nombrado neurocirujanos, pero carecen de instrumental, por lo que los pacientes siguen derivándose a otras ciudades, pese a que los primeros 30 minutos son decisivos para la vida.
Tampoco existe un electroencefalógrafo para determinar la muerte cerebral en casos de trasplantes.
Es como si para los funcionarios las personas no necesitasen de cerebros y pensamientos.
También en la ciudad de Buenos Aires hay hospitales abandonados por Macri, depósitos humanos sin luz, gas y condiciones de trabajo deplorables.
Acompañamos con fe, alegría y esperanzas el proyecto nacional y popular de Néstor y Cristina, festejamos el momento histórico de América Latina, pero necesitamos de una sociedad comprometida, sana, educada, con trabajo y bienpensante.
Este es un compromiso de honor con nuestro queridos compañeros luchadores sociales que quedaron en el camino.

José Argarate
Neurólogo

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