Escribe: Rosa Cámpora (*)
Nadie se hubiera atrevido a imaginar siquiera que aquella que nació un día como hoy de 1919, pobre e ilegítima, iba a convertirse en un ícono de la Justicia Social que atravesó su historia, su tiempo y su lugar.
Nadie hubiera aventurado a soñar que a fuerza de empujones y determinación, iba a dar alivio y esperanza a miles, a millones de “cabecitas negras”, que antes de ella no tenían cabida en la sociedad. Y que además de esa esperanza, les iba a dar la confianza y fortaleza para luchar por sus derechos.
Ella, que no tenía nada, lo dio todo. No sólo la asistencia, sino la conciencia de que todos los seres humanos tenemos derechos.
Derecho a un techo, al alimento, a la educación de nuestros hijos, al trabajo digno. No como dádiva, sino porque es lo que corresponde.
Eva Duarte de Perón no fue sólo el pilar de Juan Domingo Perón. Evita, la abanderada de los humildes, trascendió el mismo peronismo para convertirse en el corazón de todos, peronistas y no peronistas, que creen que pelear por un mundo más justo vale la pena.
No fue una mujer tibia ni de admitir tibiezas. Sabía que en horas decisivas de la Nación, el coraje era indispensable.
Y así, sin tibieza, amó descarnadamente a sus descamisados. Por eso la recordamos. Por eso la amamos aún hoy, cuando ya atravesamos casi un siglo de esta agitada historia argentina.
A pesar de los vaivenes, de las políticas que muchas veces le dieron la espalda a la gente, el recuerdo vivo de aquella que nació sin nada y lo construyó todo para legarlo a lo que más amaba: el pueblo argentino.
(*) Conducción
“Ateneo Eva Peron”
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