Me motivó escribir esta carta la lectura de una nota publicada por EL DIARIO en la que un pastor villanovense, integrante del Foro de Iglesias Unidas, condena a la homosexualidad, argumentando que Dios creó al hombre y a la mujer.
Aún hoy, a casi dos años de la sanción de la Ley 26.618, ley que aprueba el matrimonio igualitario, en algunos sectores hay muy pocos espacios de debate y reflexión. La Iglesia, como institución, dejó muy en claro su postura opositora en el momento de mayor tensión, pero tuvo que respetar que el Estado es laico y que no pueden imponer sus creencias, valores y forma de vida.
Muy distinto fue el poder de influencia que tuvo hacia su interior, ya que los fieles debemos seguir la “voluntad de Dios” y es allí donde remarco mí critica, lamentando los pocos y casi nulos espacios de revisión y replanteamiento sobre qué dicen las escrituras.
¿Qué tiene Dios hoy para decirnos?, ¿qué pasa con las personas homosexuales?, ¿qué tienen para decir ellas?, ¿hay otra postura?
A lo largo de la historia, la Iglesia ha tenido que ir aceptando cambios en cuanto a formas en las que se organizaba la sociedad, con dificultades porque puso resistencia y justificó, desde una lectura literal, cuestiones como el apartheid, la segregación, la esclavitud y, aún hoy, cuestiones muy delicadas con relación a la mujer.
Lo interesante de esto es que los cristianos que han confiado en su intimidad con Dios, pudieron confrontar la bajada de línea con la convicción de un Dios bueno que quiere la plenitud y la felicidad para los hombres y mujeres y es ahí cuando se puede hacer una lectura mas crítica de la Biblia. Es necesario considerar la época, la cultura y las necesidades del pueblo donde fue escrito cada uno de los libros de la misma. Con esto no dejo de creer que fue inspirada por Dios, sino que remarco que esa revelación ha sido interpretada por un hombre.
Un claro ejemplo es la interpretación de Levítico 18:22, donde dice: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación”.
Y la palabra abominación no hace referencia a algo inmoral, de hecho también dice que es abominación mezclar semillas, hilos en los vestidos o comer conejo, carne con sangre, entre otras cosas que nadie condena hoy. Regresando a la idea, expreso que esto no es abominación, sino un equívoco ritual de la época. Podemos entender al citado versículo comprendiendo lo importante que era la propagación para la Nación hebrea, ya que debía crecer en número para mostrarse fuerte ante los otros pueblos. Vale aclarar que en ese tiempo los pueblos se enfrentaban en guerras para conquistarse y era equívoco o rompía con una norma cultural el hombre o mujer que no proyectara reproducirse.
Este el caso de Onán, en el Antiguo Testamento, que fue sentenciado a muerte por eyacular fuera del cuerpo de la mujer, ya que lo hacía para que no quedara embarazada.
Si fuéramos tan literales, el Exodo, capítulo 21, justifica la esclavitud, el capítulo 35 habla de guardar el sábado. Hay más citas que podríamos nombrar, como Génesis 19, donde habla sobre Sodoma y Gomorra y se dice que el pecado es la homosexualidad, pero hay otras interpretaciones donde se cree que lo que se condena, en realidad, es la falta de hospitalidad.
Desde mi punto de vista, creo que estas interpretaciones no se contradicen a la manera en que concibo a Dios.
Podría seguir citando ejemplos, pero no es mi intención en esta nota desarrollar otras posturas, sino, insisto, animar a la comunidad de fe al debate.
No me interesa imponer esta postura, pero sí que se tenga en cuenta. Que se escuchen todas las campanas, que se generen espacios de reflexión y que cada creyente tenga la oportunidad de elegir, conociendo que hay otras posturas que no condenan a la homosexualidad.

Alexis Scarponi
DNI 35637930