Osvaldo Sarmiento y Eduardo Lucero son los entrenadores de la escuelita de boxeo que se abrió hace ocho meses en el barrio Los Olmos.
La idea es dar una oportunidad para que los chicos respeten a los demás y se respeten. “¿El box puede hacer eso?”, preguntamos.
-“Sí, acá se enseña que no hay que pelear en la calle, sino en el ring, con reglas y respeto”, explicó Sarmiento.
Comenzaron con tres chicos y hoy son 18 los que entrenan a diario en el lugar. “Muchos chicos de los que vienen acá, no tenían el respeto en el barrio. La gente no los podía ni ver, pero ahora, como cambiaron la actitud, ya son aceptados y eso ayuda mucho para que puedan salir adelante”, afirmó el entrenador.
“Ojalá que este deporte sea una herramienta para sacar a los chicos de la calle, de la droga, de todo lo que hace mal. Más allá del éxito deportivo, es importante que sepan que valen como personas”, aseguró.
La escuelita funciona en la Unidad Básica y cuenta con apoyo de la Municipalidad. Los entrenadores donan su tiempo como voluntarios. “Cuando decimos no cobrar, es en serio. Ni por las horas del gimnasio ni cuota a los chicos ni porcentaje en el caso de que empiecen a ganar”, aclaró Lucero.
Con esa entrega, cada día, van al gimnasio donde armaron un ring que los enorgullece. Además, tienen los elementos para la práctica, como bolsas, guantes y lo necesario para que puedan aprender técnicas y tácticas del deporte.
Sarmiento tuvo su época de boxeador en Córdoba Capital a fines de los 70 y hasta mediados de los 80. Hoy, radicado en Villa María, no duda en colaborar con el fin de ayudar a los chicos del barrio.
Lucero tiene en su haber 57 peleas. Se formó con Alcides Rivera, tuvo su gimnasio con un socio y ahora, no duda en ofrecer su experiencia en el deporte y en la vida. “Nosotros les hablamos a los chicos para que se superen. Si hay que darles una mano, ayudarlos para que vivan tranquilos y bien, acá estamos”, dice el hombre que, junto con su compañero entrenador, está librando una de las batallas más importantes, la de conseguir que los chicos del barrio, puedan valorarse, respetarse y tener el objetivo de una vida digna lejos de vicios y violencia.

Un “invicto” del barrio

Pedro “Sardina” Sánchez es un vecino de Los Olmos que hace 46 años vive en ese sector de la ciudad. Recuerda que cuando llegó al barrio con sus padres era muy chico “y no había nada, era como vivir en el campo”.
Con el tiempo, se fueron construyendo casas, algún comercio y la explosión habitacional llegó con los planes de vivienda.
Sardina encontró en el boxeo una de las actividades más lindas de la vida. “Peleé un año nomás. En ese año, creo que era el 82, salí campeón invicto del Torneo Interbarrial”, dijo, orgulloso de sí mismo.
Sin embargo, los problemas económicos le impedían seguir boxeando. “Yo me crié en la calle y viste cómo es eso, a pelea limpia. Un chango amigo me dijo que por qué no peleaba en el ring y ahí empecé. Primero con Alcides Rivera y hasta probé suerte entrenándome con Ramón La Cruz en Buenos Aires”, recordó.
En Villa María, trabajaba de changarín en el Mercado o de albañil. “No juntaba plata ni para la ropa del gimnasio. Además, llegaba muy cansado”, dijo.
En Buenos Aires, ayudaba a cargar cajones en una verdulería “por la comida”. Era muy duro estar en la Capital, sin plata y sólo con un sueño, así que regresó a su barrio, donde continúa trabajando e integrado como un vecino más.
Considera que el boxeo “es un deporte muy lindo”. “La gente se cree que no sirve, pero es menos violento que el rugby. El rugby es como una carnicería, en cambio el box es pegar y no dejarse pegar, con reglas”, aseguró, desde su visión.
Sobre el barrio, dice que le gusta, que fue el barrio de toda su vida, pero que le preocupan los chicos. “Están un poco atorrantones. Creo que hay que cuidarlos más, que no se metan en la droga, que no salgan tanto de noche”, opinó.
Cuando termina la charla, salimos a la vereda y, desde allí, hacemos la última pregunta: “¿Qué cree que le falta al barrio?”. Desde la calle, un vecino contesta: “Plata le hace falta”. Sardina sonríe y dice: “Podrían pintar los monoblocks, quedaría más lindo. Mano de obra acá hay, faltarían los materiales”, sugiere.