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La directora Squizzato elogió a los presos y criticó al Ministerio por no enviar fondos |
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El viernes pasado, un grupo de internos de la Unidad Penitenciaria Nº 5 finalizó las labores de refacción y remodelación de la Escuela Juan Bautista Alberdi.
Según la directora del centro educativo, Celia Squizzato, se trató de una "experiencia exitosa y enriquecedora, tanto para nuestra institución como para los propios presos, que siempre demostraron tener voluntad y buena predisposición para el trabajo".
El plantel de obreros, que comenzó con nueve miembros y luego se redujo a cuatro por el cumplimiento de condenas, se ocupó de renovar la pintura completa del establecimiento, además de arreglar techos, cambiar y colocar cerámicos, refaccionar las aulas, el laboratorio y el salón de actos. Sólo restó el recambio de la batería de sanitarios cuya inversión, según indicó la directora, superaba los fondos de la Asociación Cooperadora.
En tal sentido, Squizzato explicitó a EL DIARIO la falta de ayuda económica por parte del Ministerio de Educación provincial. "El año pasado recibimos la partida mínima que se otorga a las escuelas, pero este año no ha llegado nada", enfatizó.
“Lo hacían por los chicos”
Las refacciones comenzaron en agosto del año pasado, tras una serie de gestiones burocráticas que demandó varios meses de acuerdos y continuó aún en el receso de verano. Consultada sobre la reacción de alumnos y padres ante esta experiencia, la directora comentó que "en primer lugar planteé la posibilidad ante la Comisión de la Asociación Cooperadora. Con ese aval realizamos charlas y encuentros para que todos se sacaran las dudas y se pudiera integrar el grupo cordialmente". Asimismo agregó: "Al final, los internos -que siempre estuvieron supervisados por el encargado responsable, Marcelo Peralta- se sintieron muy cómodos y ellos mismos querían venir a trabajar. Decían que todo lo hacían por los chicos".
Tal fue la entrega, que uno de los presos que había participado de la obra regresó a la escuela al poco tiempo de salir de la cárcel para "ver cómo estaba". Por parte de la institución los obreros fueron retribuidos con diferentes regalos (remeras y buzos), y comidas a cargo de las cocineras de la escuela. El último día, por caso, fueron agasajados con una gran raviolada a la cual arribaron caminando desde la cárcel, dado que en esa ocasión se había averiado el transporte. Debido a esta experiencia, otras escuelas (como la San Martín), han iniciado trámites similares con la Unidad Penitenciaria. “Es emocionante ver cómo una persona privada de su libertad se siente tan bien y tan útil haciendo una tarea comunitaria”, acotó Squizzato.
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