La familia de Franco Becerra fue la anfitriona en el acto de entrega de viviendas de ayer. En su casa junto al intendente realizaron el corte de cintas. Al ingresar a la flamante y propia morada, Franco expresó: “Estaré agradecido toda mi vida”.
Y esa pequeña frase resume el sentimiento de este joven de 30 años que junto a su esposa María Laura, sus hijos: Lucas de 9 años, María Paula de cuatro y María Virginia, de apenas ocho meses, en brazos, accedieron a un sueño muchas veces muy lejano al mundo de los trabajadores, la casa propia.
Pero es más, ese ideal se agiganta en que la familia dejará de pagar alquiler, lo que en Etruria se consigue desde los 800 pesos (una habitación) a los 1.400 pesos aproximadamente. Ese presupuesto se incorpora a los recursos para subsistencia o mejor calidad de vida.
Además, tal como lo planteó el adjudicatario, “alquilando no podés pensar en construir”. Por los gastos y porque no se puede proyectar en esa propiedad que es ajena. Ahora “los Becerra” pueden proyectar, sobre esta vivienda que ya tiene dos habitaciones. Y finalmente, coincidió en que no cambiaron de barrio, el Soria, ya que residían apenas a tres cuadras de esta nueva locación.
El caso de Franco y su familia es el que se repite hasta ayer en muchos pueblos, muchos lugares. Pero es al que deberían acceder todos los trabajadores, para que esa felicidad se multiplique en todas las latitudes.
“Tengo las tres Marías”, dijo Franco al dar los nombres de los integrantes de su grupo familiar, pero además alcanzó ayer a disfrutar un derecho, lo que para muchos un sueño: la casa propia.
Franco Gazzoli
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