Escribe:
María Laura Tuyaret
Especial para EL DIARIO
El camino avanza serpenteando entre las montañas. Aquel cordón azul y blanco, que a lo lejos se veía hermoso y sereno, ahora va descubriendo su imponencia kilómetro a kilómetro. Por su altura, la cordillera de los Andes tiene un clima frío y seco, y un paisaje árido y nevado en sus picos más altos. Es inevitable que la mente sacuda con imágenes evocativas de cómo habrá sido transitar caminos similares, cientos de años atrás, sobre caballos y mulas. Después de esto, avanzar parece mucho más fácil a bordo de un moderno automóvil.
A lo lejos, como perdido entre tanta inmensidad, se empieza a distinguir un pequeño poblado. Es la localidad mendocina de Las Cuevas, que se encuentra en plena cordillera, entre los cerros Tolosa y Navarro. A partir de ella surgen dos caminos muy importantes: uno que conduce al Paso Bermejo, vía para ascender al Cristo Redentor; y otro que desemboca en el túnel internacional hacia la República de Chile.
Dos o tres casas con techo a dos aguas, algunos galpones para guardar las máquinas que barren la nieve, un modesto local de artesanías y un antiguo refugio para el correo. Eso es Las Cuevas, una pequeña localidad que según el sondeo del INDEC de 2001 contaba con siete habitantes estables. Hoy se calculan 35.
Su espíritu está concentrado en el Hostal Arco de Las Cuevas, una edificación estilo nórdico que data del año 1953. Con sus características paredes de piedra, es el parador perfecto para quienes desean ambientarse antes de subir al Aconcagua. También es el paso ineludible para los que van camino hacia el Cristo Redentor. En su interior hay un restaurante y un hostel. Idiomas de todas partes del mundo se confunden en sus estrechos pasillos y escaleras. Y una pareja de San Bernardos son los eternos anfitriones, que dan su bienvenida a cada uno de los visitantes.
El Cristo de los Andes
“Atención: antes de subir estacione por 10 minutos e infórmese de las condiciones de ascenso”, recomienda el cartel ubicado en Las Cuevas, justo al comienzo del Paso Bermejo hacia el Cristo Redentor. Es tan sinuoso, estrecho y resbaladizo que en invierno, cuando todo se llena de nieve, no está recomendada la circulación de vehículos. Este camino era parte de la antigua ruta hacia Chile. Tras recorrer 9 kilómetros se llega al Cristo Redentor, que se encuentra a 4.200 metros de altura sobre el nivel del mar.
“Se desplomarán primero estas montañas, antes que argentinos y chilenos rompan la paz jurada a los pies del Cristo Redentor”, reza a los pies del monumento. Parado sobre un planisferio, con una mano Cristo sostiene una cruz y eleva la otra sobre el límite imaginario entre Argentina y Chile. En 1817, muy cerca de allí, por el Paso Uspallata, el general Las Heras conducía una división del Ejército Libertador durante la Campaña de los Andes.
Esta obra, realizada por el escultor Mateo Alonso en 1902, fue hecha con el bronce de los cañones del Ejército de los Andes. Mide siete metros y pesa cuatro toneladas. Y domina el paisaje.
Por momentos, el viento frío voltea. Por momentos, desaparece por completo y deja todo a su alrededor en completa quietud. La altura se siente en los oídos, el frío penetra la piel y llega hasta los huesos. La vista panorámica desde allí es espectacular. Caravanas de vehículos ascienden por los caminos ondulados como en procesión. Los valles y montañas se combinan con sublime armonía y revelan su enormidad y perfección. ¿Cómo es posible tanta belleza? En ese momento es indefectible sentirse no más que un punto en el universo.
Ruta alternativa
Cómo encontrar un baño
Escribe:
El Peregrino Impertinente
Los seres humanos dependemos de las nuevas tecnologías hasta para ir al baño. Antes simple expresión, la frase hoy podría ser utilizada de forma literal. Resulta que desde hace algún tiempo, las grandes corporaciones informáticas tienen en funcionamiento sistemas diseñados para encontrar baños a través del celular. Una idea dirigida especialmente a los turistas, esos especímenes bronceados y en bermudas que cada vez demandan más y más comodidades a la hora de salir de casa. Si los viera Robinson Crusoe.
“Toilet Finder”, “Baños cercanos” o “Find a toliet” son algunas de las aplicaciones que ya ofrecen sus servicios. Utilizando el GPS de los dispositivos móviles, ayudan al usuario a localizar el aseo más cercano. Así, el visitante no tiene que perder el tiempo en la búsqueda, evitando actividades tan desagradables como hacer una cuadra de más o hablar con la gente.
Esta nueva prestación despertó la polémica y el debate en torno a su valor y real utilidad. En el último Congreso de Cyberturismología y Amigos de Robotech y del Capitán Han Solo, las diferencias que se presentaron entre los expertos fueron tan notables, que debieron ser zanjadas mediante una votación. Las opciones eran: a) “El buscador de baños es una innovación tecnológica revolucionaria” o b) “El buscador de baños es una pelotudez más grande que una casa”. Ganó esta última por dos votos sobre uno, con dos abstenciones y un abstemio.
Aún así, los defensores del programa no se dan por vencidos. En ese afán, se encargan de subrayar otras virtudes del mismo, como los indicadores para saber si el “Toilette” a utilizar es gratis o de pago, horarios, e incluso conocer valoraciones de otros usuarios. Yo ya me imagino el tono de tales comentarios: “Un baño muy picante. Dan ganas de quedarse todo el día ahí sentado leyendo la revista del TC 2000” (Rodolfo, de Sunchales). “No me gustó. El inodoro un poco bajo, lo que facilita la aparición de calambres” (Martita, de Claypole).
En fin, que sobre gustos…
Otras notas de la seccion El Diario Viajero
Una alternativa a Puerto Madryn
Lo árido y lo verde haciendo magia
Mortadela estaba el mar
La gran maravilla de Oceanía
Ver, sentir y admirar
|