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La ferretería ubicada donde ahora funciona el Correo Argentino, en Catamarca y José Ingenieros. Detrás del mostrador, Botta y Güino entre clientes y empleados |
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El barrio limitado por la calle Intendente Poretti, ruta 158, el campo y la prolongación del bulevar Vélez Sarsfield fue conocido como “el campito de los Botta” o, más precisamente, de Güino y Botta, en alusión a la firma comercial que tenía allí el espacio para los carros y los animales con los que trasladaban los elementos de la ferretería.
Cuando empezaron a aparecer los primeros utilitarios, la empresa cambió los antiguos carros por los nuevos vehículos y decidió lotear ese sector de la ciudad que, por entonces, crecía hacia todas las direcciones.
“Me acuerdo de que el valor de los lotes era más o menos el costo de un atado de cigarrillos diario”, indicó Felipe “Kililo” Botta, nieto, hijo y padre de otros tantos Felipe Botta. “El nombre del barrio es por mi abuelo, Felipe Neri, pero todos conservamos la tradición del nombre de pila”, dijo “Kililo”.
Actualmente están en proceso de escrituración los alrededor de 300 lotes vendidos en su oportunidad.
Por ordenanza
Recordó Botta que a principios de los años 90 el concejal Luis Sánchez presentó un proyecto de ordenanza para designar a ese nuevo sector como “barrio Felipe Botta”, el que fue aprobado debido a que los vecinos le habían dado una identidad propia, diferente a la de los barrios lindantes como el Carlos Pellegrini o el Nicolás Avellaneda.
Recordó también que la idea original era la de sumar dos cuadras del Carlos Pellegrini, extendiendo el límite actual del sector, pero los vecinos de este último lugar se opusieron, por lo que definitivamente se estableció como final del barrio la calle Intendente Poretti.
La ferretería
La ferretería Güino Botta fue un comercio señero nacido en Villa María, pero con sucursales en Córdoba capital, Río Tercero, Río Cuarto y Buenos Aires, desde donde se importaban los artículos.
Funcionó desde 1936 hasta 1970 y más que una ferretería era un almacén de ramos generales. Sus propietarios, Felipe Neri Botta y Narciso Güino, habían formado una sociedad fundada por la contracción al trabajo, lo que generó que vivieran épocas de oro, con hasta 300 empleados.
Los años 70, cuando ya el perfil de los comercios empezaba a cambiar por negocios más especializados, marcaron el fin de los “ramos generales” y en consecuencia, después de un balance sin ganancias y el siguiente con pérdidas, decidieron cerrar las puertas tras 34 años de actividad comercial.
Güino, el ferretero de Hurlingham, provincia de Buenos Aires, y Botta, el viajante de la firma Massey Harris, habían visto el apogeo de un negocio y supieron detectar a tiempo el final. Bastó una llamada entre socios para saber que era la hora de cerrar. Indemnizaron y reubicaron a los empleados antes de que las sucesivas crisis del país los pusiera en situaciones complicadas.
Ellos fueron los que vieron que ese “campito” tenía posibilidad de convertirse en un barrio y por eso lotearon los terrenos que le dieron forma al sector de la ciudad donde su gente lucha cada día por mejorar el presente y alentar esperanzas por un futuro mejor.
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