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Jorge es vendedor ambulante, quiere mucho a su barrio y dedica horas para ayudar a los demás |
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Jorge Daniel Unzeta se crió en la calle. No porque le faltara familia, sino porque desde los seis años aportó a la economía de su hogar como vendedor ambulante, oficio que ejerce hasta hoy. A tan corta edad, no dudaba en ir al mercado en busca de frutas y verduras para ofrecerlas en toda la ciudad. "Yo nunca había tenido problemas, entraba, por ejemplo, a vender a Tribunales gracias a un gran juez, Castelar Blanco, que me había abierto las puertas del lugar. Lo mismo a la Policía". En una nota publicada en los primeros años de EL DIARIO, se habla sobre su historia, apodando al entonces niño como "el pibe Manzanita". Así fue creciendo, con códigos, tuvo su familia, compuesta por cuatro hijos (un varón de 18, que vive con la mamá, más tres nenas que están con él) y su mujer, que lo acompaña en todas las cruzadas que se propone. Una de esas cruzadas es hacer un comedor. "Pedimos al Centro Vecinal el espacio físico, pero todavía no nos contestaron. Así que estoy construyendo acá, en mi casa, un salón para poder juntar a los chicos que no tienen nada, que necesitan un plato de comida. Tengo amigos en el Mercado de Abasto que me ofrecieron ayudarme con mercadería. Como vendo en toda la provincia, hay una gente de Monte Buey que me ofreció la heladera para guardar cosas y el resto lo conseguiremos. Tenemos que ayudar a los chicos para que no les falte nada. Por ahora quiero empezar con la copa de leche y, más adelante, con la comida", dijo Unzeta. Con naturalidad, como si todo el mundo hiciera lo mismo, cuenta que en la casa viven también tres chicas adolescentes de 17, 18 y 20 años. "Tuvieron problemas en sus casas, pero son muy buenas chicas", afirma. Tanto la esposa como sus hijas, coinciden y apoyan a Jorge en la tarea de ayudar al que lo necesita. Otra de las acciones solidarias que realiza es el fomento del deporte, especialmente a través del fútbol femenino con un equipo llamado "Nueva Onda", con el que juegan en Villa María, y también tiene otro que participa en la Liga de Bell Ville. "No es que sepa jugar al fútbol, pero estoy convencido de que el deporte, además de ser divertido, despeja, saca de los problemas cotidianos", dijo. Por eso tiene algunos sueños relacionados al deporte. "Mis hijas van a la plaza, donde la profesora Vanesa Rodríguez enseña deportes, de todo. Hasta yoga les da", relató. Anhela con su mujer que haya otro espacio verde para que los pibes más grandes tengan una canchita de fútbol. "Pedimos acá en un campito que es de la Municipalidad, pero como todavía no tenemos respuesta pusimos unos arcos bien hechitos para que los chicos puedan jugar. Los pusimos de pecho nomás y, gracias a Dios, los están usando", dijo. "¿Pero sabés qué queremos para el barrio? -acotó su mujer-. Queremos que en ese campito hagan una pileta. No puede ser que porque seamos pobres los chicos no puedan ir a una pileta. Al río vamos, pero es lejos. Sería lindo tener una pileta en el barrio", agregó. "Manzanita" -o "Chanchito", como le dicen sus hijas- está feliz con el oficio de vendedor ambulante. Con la mercadería que compra ayuda a unos seis pibes del barrio que desean trabajar y no tienen muchas oportunidades. "Yo les doy medias o lo que sea, en confianza, y nadie me defraudó. Las venden y pagan el costo", dijo. "Soy un convencido de que todo vuelve, como dice la canción. Si hacés el bien, te vuelve", dijo, con una filosofía fundada en la solidaridad y una férrea confianza en su prójimo. Un corte en los sueños Unzeta no esconde algo de su pasado que le duele: los ocho meses que estuvo en la cárcel. "Justo hoy -por el lunes 28 de mayo- fui a Tribunales a firmar el fin de la condena porque la última parte la pasé en mi casa. Ahora estoy libre", dice. Igual, afirma que esa libertad le da, por un lado, una sensación de alivio, "pero también de mucho pesar porque le aseguro que no cometí el delito por el que me condenaron. La Justicia hizo que mi familia pasara necesidades, que tuvieran que vender todo para poder subsistir el tiempo que yo estuve en la cárcel. Además, hicieron que se postergaran mis sueños, la obrita del salón para el comedor y las cosas que tengo ganas de hacer por el barrio y por los demás". "Mi escuela fue la calle", dice, citando otra canción. "Pero siempre con códigos, siempre con honestidad. A pesar de todo lo que sufrí, sé que Dios es grande, siempre está conmigo y me regaló esta mujer espectacular y estas hijas maravillosas. Eso uno lo valora más que a nada en la vida".
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