Una tarde agitada vivió una pareja de Tío Pujio ayer en la ciudad. Precisamente, en el galpón de la Dirección de Tránsito.
El nudo de la situación que le tocó protagonizar a Marcos Crosio y Débora Fusaro se anudó el domingo por la tarde en la costanera cuando agentes de la Policía Municipal les quitaron la moto en la que se conducían.
“Nosotros andábamos por la costanera cuando nos pararon. Teníamos todo, íbamos con el casco, con los papeles de la moto (una Zanella 150) pero se nos había vencido el seguro. La verdad ni nos habíamos dado cuenta porque el hombre va y nos cobra todos los meses y luego se encarga de la renovación.”
Así empezó su relato a nuestro matutino Débora Fusaro, esposa de Marcos, un joven que trabaja en el campo y usa su rodado para moverse.
“Cuando nos dijeron lo del seguro le pedimos que nos hicieran la multa, que nosotros buscábamos una grúa para llevarla pero que por favor no nos la quitaran."
Le retuvieron el rodado. En ese instante ocurrió otro detalle que molestó a la pareja que observaba la carga de su motocicleta.
“En el momento en que estaban con nosotros pasó otro motociclista sin casco y con una criatura, le preguntamos por qué no lo paraban y nos contestaron que el operativo se había acabado y que tenían ganas de tomar agua fría. Sentimos que se nos reían en la cara...”, dijo Débora en la Redacción de EL DIARIO.
Pero hubo más. “Nos quitaron la moto y hasta nos amenazaron con mandarnos presos si nos quejábamos”.
El segundo día
El lunes comenzó la segunda parte de la odisea. La pareja vino a la ciudad con los papeles del seguro y pasó por el Juzgado de Faltas.
“Pagamos más de cuatrocientos pesos de multa. Nos dijeron que podíamos hacer el descargo pero que si lo hacíamos nos iba a costar mucho más, por eso pagamos todo y nos mandaron a la calle Hipólito Yrigoyen a buscar la moto."
Con daños
Allí vino la sorpresa. La moto que estaba en perfectas condiciones (y que constaba en la verificación en poder del dueño) tenía daños en el asiento, una raya en el tanque y partido el guiño.
Marcos pidió hablar con un responsable, que se hiciera cargo de las roturas pero pasaron minutos y minutos sin lograr su cometido.
No sólo esperó en vano sino que llamaron a la Policía y tuvo que vivir otro mal momento por intentar hacer valer sus derechos.
Finalmente, las cosas se tranquilizaron.
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